✨Fue sencillo plantearme seriamente ignorar a Xian todo el rato del descanso mientras él, Trevor y Haines se burlaban abiertamente de una chica a la que le estaban cotilleando el Instagram desde que habíamos llegado a la cafetería, pero con el paso de los segundos, de los tortuosos minutos y del insaciable transcurso del tiempo que parecía negado a absorverme, comenzaba a perder la paciencia. Estaban esos tres tan sumidos en su labor, de criticar, de menospreciar e insultar a una chica que ni siquiera era de nuestro Instituto. Me preocupé más por terminar el jugo de cajita que empecé a que malgastar mi energía con aquellos cavernícolas modernizados obligándoles a deshacerse de un pasatiempo tan insufrible e irrespetuoso.
—Pero mira que culo, joder —les enseñó el móvil más de cerca, restregándoselo en los ojos al par de chicos que ocultaban lo mucho que aquello les aburría; Trevor se veía disgustado a partes iguales, estaba celoso, y la irritación de Haines era tan palpable y estúpida que me dieron ganas de estamparle la cajita en la cara, todo porque aquella chica estaba tan lejos de su asqueroso alcance como para apretarle aquellas partes que tanto señalaban y comentaban—. Pero es demasiado poco para mí.
No evité arquear una ceja, escéptica, con aquellas palabras que habían salido de la persona más narcisista y egocéntrica que había tenido la desdicha en conocer y, peor aún, en formar parte de su círculo de amigos. Brant, a mi lado, que había estado todo el rato jugando a Subway Surfers en el móvil y dedicándole miraditas de soslayo a Markus, lo apagó para soltar una risilla burlesca que aclaraba sus pensamientos en voz alta.
—Joder, tío, que mal estás de la cabeza —fue su comentario, para después volverse a centrar en el juego pausado.
Markus solo contemplaba la escena en silencio; era un espectador ausente que se encontraba a la espera de que lo involucraran para jugar su posición de una forma infalible.
—Solo digo la verdad. Estoy casi seguro que ninguna de esas chicas es suficiente para satisfacerme.
—¿Y quién te crees? —fue imposible continuar mordiéndome la lengua, atrapando mis opiniones, guardándome todo con su última estupidez—. ¿Te crees un dios para que las personas hagan todo lo que se te plazca?
Los ojos de Trevor me empezaron a escrutar con suma cautela, detallándome, observando cada parte de mis rasgos en busca de una conclusión a mi disposición a actuar contra el chico que le gustaba. Ya no éramos novios, así que podía importarme cien euros cubiertos de mierda lo que él pensara de mi actitud.
Xian abrió la boca para dispararme con su arma más letal, con esa que siempre se guardaba para los mejores momentos de la batalla, pero se le fue inútil ignorar la presencia de Meyth Garritsen apareciéndose en la cafetería rodeada por su equipo de béisbol y amigas. Siguió su andar con aquella mirada felina, persiguió sus pasos como un lobo hambriento y se relamió los labios cuando las gotas que chorreaban del cabello de la chica cubrieron parte de su espalda y le humedecieron la camiseta, logrando así que parte de su top deportivo se transparentara. Permaneció observándola hasta que ella ocupó una de las mesas junto con las demás chicas del equipo, y logré identificar un suspiro de frustración cuando Meyth empezó a recorrer la cafetería con aquellos ojos tan oscuros y fríos como una noche del más crudo invierno.
—Maldición, acabo de tener un orgasmo —dijo, guardándose el móvil en el bolsillo del pantalón.
—No seas tan cabrón, Xian.
—¿Qué?
—Déjala en paz.
—¿Y a ti que te importa?
Una ligera tensión se alzó en la mesa cuando Xian escudriñó en Markus, buscando en la mirada del chico alguna razón para validar su petición y, en efecto, para seguirla.
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HAN
Romance«El silencio puede destruir las palabras» Han no supo cómo sucedió; pasó de no preocuparse por nada a preocuparse por todo cuando Holland se le acercó el primer día de clases. Pasó de ignorarla; a mirarla por los pasillos y sentir un vuelco en...