Capítulo 10.

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 ✨



| Han |

   Hacía un rato que me había desconectado completamente de la clase, que sólo tenía la mirada fija en los trazos que el profesor de cálculo avanzando hacía con el rótulo en el pizarrón y esos movimientos eran los únicos que acaparaban gran parte de mi enfoque.

Podía escuchar murmullos revoloteando alrededor, lápices contra las hojas, zapatos golpeando las patas de las sillas y alguna persona en la lejanía mascando chicle ruidosamente.

Había estado así desde hace dos días, cuando un chico llamado Gregorie me había pedido que fuera al gimnasio porque una persona estaba esperándome allí. Incluso creí que era alguna tonta broma de su parte, porque apenas y lo había visto y él me había soltado su nombre como si yo fuera a utilizarlo alguna vez en mi vida.

El caso era que había ido al gimnasio por razones inexplicables; tal vez por la tortuosa curiosidad que comenzó a palpitar en mi interior apenas Gregorie se alejó con una sonrisa triunfal en los labios. Tal vez la persona que supuestamente iba a esperarme allí era él mismo y quería asegurarse de que en verdad me presentara para cumplir con un vago cometido: que siempre era burlarse de mí.

No era el primero que salía con aquella estupidez, incluso me atrevía a afirmar que la mayoría de mis compañeros varones se esforzaban más de lo necesario en elaborar un plan macabro en mi contra y obtener diversión a costa de mi sufrimiento.

Aún me costaba entender que existiera gente que disfrutara del dolor ajeno.

Me sorprendió bastante encontar a Holland allí, pero me esforcé por no demostrar algún sentimiento que fuera a jugar en mi contra porque Xian estaba con ella. Luché con todas mis fuerzas para no reaccionar como quería, porque ese chico estaba tomándola bruscamente; la estaba lastimando. Gran parte de la tranquilidad que demostré era gracias a que los ojos de Holland no habían dejado de verme en ningún segundo mientras me acercaba; quise transmitirle esa misma tranquilidad a ella pese a que no parecía estar en absoluto peligro, por más que el chico la estuviera tomando de aquella forma.

Ignoré a los otros chicos que también se encontraban allí y sentí un alivio recorrer cada centímetro de mi cuerpo cuando el agarre de Xian se aflojó y Holland logró alejarse de él.

Me costaba asimilar las intenciones de que Xian tenía con ella; pero sabía que eran malas. Lo había estado observando en los días que estaba con un yeso en su brazo izquierdo. Miraba a Holland cuando ella se encontraba sacando sus cosas de la taquilla y todo era como si él estuviera planeado algo en su contra. Y aquello no podía permitirlo.

¿Acaso no le bastaba con molestarme a mí? ¿También era necesario meterse con ella?

No hubo tiempo de darle alguna respuesta a esas incógnitas, ya que el señor Harvey (el profesor de cálculo), había terminado con los trazos en el tablero, había girado con los labios en línea recta mientras señalaba a su primer señuelo para ir a evaluarlo al pizarrón. Tomaba cálculo avanzando desde primer año y siempre hacía eso con sus alumnos porque aquel señor no era estúpido: no podía arriesgarse a pasarle la materia a alguien que vivía copiando todo el tiempo. Aquél método era más factible, e incluso celebraba que lo siguiera implementando por tres años consecutivos; pero en aquel momento tanto mi mente como el resto de mi cuerpo, parecían fuera de órbita.

—¿Quién quiere pasar primero, eh? ¿Algún voluntario?

Pese a que quería seguir pensando en cómo librar a Holland de la penosa necesidad e inútil calvarie de lidiar con Xian, mi cabeza me obligó a centrarme en la clase y analizar en tiempo récord los diez ejercicios que estaban anotados en la pizarra.

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