Capítulo 11.

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| Holland |




   Por alguna ambigua razón, Markus me había estado ignorando desde lo que había pasado con Xian en el gimnasio. Y no es que me importara demasiado que el chico con el que pasé tantos momentos agridulces estuviera haciendo de cuentas que mi presencia no causaba algún mutismo en su radar, sino que aquello era complicado de digerir cuando lo había tenido molestándome en cada oportunidad que se presentaba para que ambos estuviéramos en el mismo espacio.

Me sentía agradecida por eso, más que nada, porque parte de la responsabilidad de que siguiera formando parte del grupo de amigos de Trevor se debía a que aún conservaba una pizca de agradecimiento hacía su persona; él había acudido a mi llamado aquella noche en la fiesta de Jasper, e independiente de que me hubiera arrepentido después, aquel gesto lo agradecía. Pero no podía negarme que el hecho de que estuviera pasando de mí no me había servido para tener algún tonto pretexto y estar en el mismo lugar que mi exnovio.

Era doloroso verlo. Más cuando él lucía radiante, regalando sonrisas espontáneas y genuinas al cualquiera que lo conociera y se acercara a saludarlo. Era difícil no traer a mi memoria momentos en los que esas sonrisas (aunque no fueran completamente sinceras) y aquellos toques eran solo para mí. Para esa chica que se fijó en su persona en aquella fiesta en la que reía con sus amigos; que miraba de reojo a unas cuantas chicas y sonreía para después empujar a Haines por estar molestándole. Quizá en aquella fiesta Trevor sólo trataba de guardar apariencias para que nadie sospechara que en realidad tonteaba por uno de sus mejores amigos, pero esas apariencias no le sirvieron de mucho porque terminé fijándome en él.

En la manera tan linda en que esos hoyuelos se marcaban en sus mejillas. En como sus cejas gruesas se unían ante aquel gesto de diversión y en como su expresión corporal era de alegría perpetua.

Si me ponía a rememorar todo lo que me encantaba de Trevor y todo aquello que me hubiese gustado descubrir, terminaría por hacer que el vacío en mi pecho de profundizara aún más; que andase cabizbaja por los pasillos como un muerto viviente y que las personas a mi alrededor (sobretodo las que me importaban) se preocuparan seriamente por mi estado.

Y yo no quería que nadie se preocupara por mí.

Porque a veces hay perdidas que uno debe afrontar solo, así se tratara de una simple ruptura amorosa con una persona que no querías lo suficiente pero que querías. De verdad. Y no fingías solamente para engañarte a ti mismo.

Tal vez el método que estaba utilizando no era el correcto, ni el adecuado teniendo en cuenta que poseía cierta madurez para tomar mejores decisiones; pero al corazón no le importaba madurar ni siquiera cuando el cerebro se lo exigía con sofocante clemencia.

Aquél método era el que yo había escogido y con el que pensaba permanecer hasta el día en el que Trevor y yo nos viéramos y yo ya no sintiese nada por él, ni siquiera rencor u odio.

Aunque de cierta forma yo también había creado una apariencia en la cual resguardarme. Una que me permitía caminar sin falseos con el mentón recto y los hombros firmes: había escogido sonreír en todo momento. Fingir que me encontraba todo el tiempo con buen humor, estado y semblante para que nadie sospechara que había algo mal conmigo. Prácticamente todo el instituto sabía que lo mío con Trevor había quedado en el pasado, pero no quitaba que no quería verme como una chica a la que le estaba dando duro hacer de cuentas que ya no tenía una relación, muchísimo menos por el motivo tan significativo del que se trataba.

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