Capítulo 29.

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   Markus quiso disculparse conmigo por haberse metido en la pelea justo el día de mi cumpleaños y cuando estaba en un cita con Han. Por mas que me empecinné en aclararle que mi cumpleaños había dejado de ser desde dos horas atrás, la firmeza de su voz no titubeó y continuó disculpándose incluso cuando los paramédicos lo arrastraron en la camilla hasta la entrada de la sala de Urgencias.

Cuando me echó esa mirada vidriosa a causa de los efectos de calmante que habíamos comprado de camino al hospital, entendí que Markus no solo quería que le perdonara por tan descabellada idea de interponerse en una riña violenta; sino que también quería que Meyth se diera cuenta que no había sido intención suya que todo acabara como acabó. Lo vi reflejado en esos iris verdes suplicantes. Y tuve que volverme de redondo a mi amiga para fijarme que su mirada estaba igual de fracturada que la del chico que acababa de ser arrastrado en una camilla.

Mis cejas actuaron por sí solas y se fruncieron cuando até un par de teorías en mi cabeza: la más importante, descabellada e improbable es que algo había pasado entre ellos dos antes de que todo el lío con Hugo y Hotton iniciara.

Tuve que apretarle el antebrazo para que me prestara atención, incluso cuando sabía que Meyth era tan intuitiva que estaba consciente de que mi mirada expresaba más que una efímera inquietud.

—Ven —me instó a sentarme con ella en una de las sillas plásticas de la impoluta y luminosa sala de espera; sin siquiera verme a los ojos, puso una mueca de disgusto y se palpó los costados y el vientre, mostrando cuando efecto habían tenido los puñetazos de Hotton hacia ella—. Necesito que avises a tu madre que estamos aquí. Probablemente ya le informaron que su hija está aquí pero necesito asegurarme de que venga lo antes posible a nosotras.

Apreté más su antebrazo, asustada, cuando me fijé en que sus mejillas tintadas del sutil rubor de maquillaje empezaban a tomar un tono más profundo. Su mirada reuía de la mía, y tuve el presentimiento de algo terrible le estaba ocurriendo cuando su respiración empezó a agitarse y su pecho se contraía duramente.

—Meyth...

La voz quedó atrapada en mi garganta cuando ella tomó una bocanada de aire y las mejillas se le inflaron como si estuviera teniendo una reacción alérgica. Entré tanto en pánico que le gritoneé a la enfermera de la recepción para que acudiera a socorrerla. Las lágrimas ya estaban saltando los ojos de Meyth y su respiración se había vuelto menos constante y más entrecortada. Era como si... como si de pronto sus pulmones hubieran entrado en una falla irreversible capaz de negarle el acceso al oxígeno.

—Asma... —la escuché jadear, con la mitad de su cuerpo por fuera de las sillas y la cabeza echada hacia atrás con la mirada fija en el techo. La enfermera le tomaba bruscamente de los brazos pero al mismo tiempo con cierto cariño para que no se cayera completamente al suelo.

La chica de traje blanco empezó a pedir ayuda a gritos y un par de segundos después que sentí como la maldita eternidad mientras mi amiga trataba de respirar, aparecieron dos enfermeros y la levantaron entre los dos como si fuera una pluma. Uno de ellos la cargó en sus brazos y corrió con ella hasta perderse en la misma puerta por la que Markus había desaparecido.

No escuchaba nada. Solo era consciente del sonido entrecortado de mi respiración y las pesadas lágrimas que se deslizaban por mis mejillas. Sabía que la enfermera me sostenía de los brazos para evitar que me desplomara. Sabía que ella me estaba haciendo muchas preguntas porque veía como sus labios se movían con constante desesperación. Sin embargo, el pitido en mis oídos y la fuerte premonición de que Meyth podría morir me enviaron de inmediato al suelo pese a la ayuda de la chica.

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