Capítulo 38.

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   He vuelto con un capítulo que me costó muchísimo escribir. Había sufrido una especie de bloqueo porque no quería despedirme de Han, de Holland y de todos esos personajes que forman parte de esta historia. Sin embargo, debo terminarla para poder avanzar y definir qué pasará con todos y cada uno de ellos.

Éste NO es el capítulo final; lo es el siguiente y es narrado desde la perspectiva de Han, para darle el toque. Y no olviden el epílogo.

Así que queda un capi+ epílogo.

¡Disfruten y comenten muchísimo!

*Se retira lentamente con un pañito en la mano*

      Aquel siete de diciembre no solo era el día en donde el camión de la mudanza se estacionaba frente a mi casa y de el comenzaban a bajar las personas para ir subiendo mis cosas, sino que era el último día de clases del mes decembrino y, eso solo significaba que muchos de los estudiantes del último año solo volverían a verse a principios del año siguiente para recibir sus diplomas (al menos los que habían conseguido pasar el año con notas favorables).

Había preferido dejar en casa las cajas con los cómics que había logrado comprar esos últimos días con la estrategia de tener que volver a lo que desde ese día dejaba de ser mi hogar. Quise haber dejado algo más que mereciera la pena más allá de despedirme de mi familia (a la que seguramente vería todos los días), pero el cuidado que había cultivado esos últimos meses para aquellos libritos gráficos no se podían comparar con la sola idea de que alguien más los tocara o, incluso peor, se atreviera a maltratarlos.

Mi padre, como había tomado por costumbre esos últimos meses, nos llevó a mi hermana y a mí al Instituto y prometió llegar veinte minutos más temprano porque aquel día se pronosticó para las horas de la tarde, el último partido de béisbol del antiguo equipo de Meyth en donde todos estaríamos.

Lo más inquietante de aquel último día en donde los estudiantes caminaban por los pasillos compartiendo las esporádicas risas por el rumor más reciente, es que solo incrementaba mi curiosidad y me ponía nerviosa hasta la coronilla.

Asistí a la primera clase como de costumbre, vistiendo ropas abrigadoras que cortaran al frío infernal que transitaba por las ráfagas de viento y me preparé para escuchar las notas finales de esa asignatura; estaba segura de que Markus y yo aprobaríamos cada materia no solo por habernos esforzado el doble para pasar un periodo completo gracias al brote de inmadurez de nuestro apreciado director, sino que merecíamos avanzar hacia un futuro prometedor que nos sonreía desde una poca distancia.

Ya estaba acomodada en mi asiento habitual de la clase de Filosofía, junto a Pam, que se texteaba secretamente con Sunset desde los asientos de más atrás porque desde el inicio del año escolar el profesor Killyam había decidido separarlas para tener una clase productiva. Sonreía con complicidad y, cuando me pilló observándola con una ceja enmarcada, escondió el móvil bajo la mesa.

—Sé que están hablando de mí —aseguré, demasiado firme en mis palabras como para retractarme, avalando aquella afirmación con un cotilleo que me había dicho Shay una vez—. ¿Se puede saber por qué hablar de mí se ha vuelto tan interesante que lo hacen con más frecuencia?

—Esta vez no lo hacíamos, Holl, te lo juro. Solo estábamos planeando la fiesta que habrá en tu nuevo apartamento para celebrar nuestra libertad.

—¿Organizando una fiesta en el apartamento al que ni siquiera me he acomodado?

—Meyth nos informó que te mudarías hoy, así que Sunt y yo nos adelantamos.

—¿Sin avisarme?

—Las mejores fiestas son las que se hacen sin invitación, ya sabes, porque todo el mundo termina asistiendo.

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