Capítulo 34.

251 43 32
                                    

     (¡Comenten mucho el capítulo ya que es uno muy especial!❤️)

| Han |




   No fui capaz de permanecer un segundo más tras la puerta del estudio; toqué la dos veces y me abrí paso dentro de la pequeña oficina incluso cuando mi padre no me había dado autorización. Estaba con los ojos fijos en los papeles del escritorio, una taza de café que desprendía un suave olor a canela y el tenue sonido del reproductor musical haciendo eco desde alguna parte.

Cerré la puerta tras mi espalda y mantuve mis dedos aferrados en la perilla, observando cómo la habitación en la que mi padre solía pasarse la mayoría de las tardes después del trabajo, se veía más cambiada. Con el paso del tiempo aquellas paredes habían tenido diferentes tonalidades de pintura, múltiples estantes con sus diversos libros de cobertura de cuero y las cortinas que a mamá le encantaba ponerle en las ventanas para darle un poco más de color a la habitación. Mi padre era un hombre despreocupado que sólo conocía colores como el gris, el azúl pálido y el beige.

Algo que no había cambiado para nada era la sensación de libertad que se podía aspirar ahí; la frescura que manaban los libros y el contraste de las paredes chocando con las cortinas. Era la misma vibra, y el nombre de mi padre lo llevaba escrito con una tinta que solo nosotros podíamos leer.

No estaba muy seguro de qué me había arrastrado hasta allí. Tal vez la sensación de lejanía que estaba experimentando con mi padre, y el darme cuenta que toda nuestra vida habíamos sido así: distantes. Y era consciente de que la culpa, es su gran mayoría, era mía.

Cuando era pequeño acostumbraba a alejarlo de mí, a molestarlo con mucha más frecuencia que lo hacían los niños a los que no les caía bien, a poner un palmo de distancia cuando nos tocaba estar en la misma habitación. Las festividades para nosotros dejaban en evidencia que nuestra relación padre e hijo no era la mejor, y a veces me preguntaba por qué no podía hacer el mínimo esfuerzo para que fuera todo lo contrario.

Cuando mi padre se percató de que yo estaba ahí, ya había empezado a sentirme parte del aire, parte de las paredes que refugiaban esos libros que tanto me encantaban, y pareció preocuparse por mí ya que contemplaba todo el lugar más absorto que de costumbre.

—¿Puedo ayudarte con algo, hijo? —por el rabillo del ojo vi como se retiraba las gafas de lectura y se estrujaba los ojos; me centré de lleno en él y noté lo cansado que se veía—. ¿Necesitas un libro?

—No.

—¿Un bolígrafo? ¿Un lápiz? ¿Un consejo, campeón?

Mis músculos se tensaron apenas un poco, debido a la frustración que surgía en mi pecho al verle ser tan amable conmigo después de que yo no lo era con él. Frente a madre y a Jaehee nuestra relación tomaba un poco de sentido porque acostumbrábamos a tener discusiones tontas para hacerlas sonreír. Sin embargo, cuando estábamos los dos solos, no teníamos mucho que hacer más que permanecer callados y tratar de liberar un poco de tensión con monosílabos forzados.

—¿Te agrado, papá?

Mi pregunta repentina provocó que dejara de masajearse los ojos y depositara las gafas sobre una pila de papeles para verme fijamente con la usual expresión de desconcierto. Era sencillo tomarle desprevenido y hacer que se tomara más segundos para pensar de lo debido.

HANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora