Capítulo 18.

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   No recordaba haberme puesto nerviosa desde aquella vez que invité a salir a Trevor en la cafetería del instituto; sentía que millones de bichitos me recorrían los brazos y que la respiración vacilante oscilaba en mi interior como un péndulo en movimiento. También recordaba que con Parker, la primera que llegué a ponerme nerviosa de verdad, que incluso los vellos de mis brazos llegaron a ponerse de punta, fue cuando lo hicimos por primera vez.

Probablemente comparar esas situaciones con la que estaba viviendo al presente no para nada adecuado, porque eran chicos diferentes, vibras diferentes y situaciones completamente distintas que, indirectamente, se entrelazaban entre sí: porque el objetivo era conseguir algo de mí.

El punto era que había llegado el momento de plantearme seriamente si podría ceder; no iba a convertirme en esa chica pesimista que andaba pensando constantemente en las cosas que había hecho estando con alguien y que causara repugnancia en mi interior. Claro que no. La sensación permanecía los primeros días, ya después iba convirtiéndose en un simple recuerdo capaz de enterrar en lo más profundo de la cabeza.

Todavía persistía el mal sabor de boca por lo de Judith, y eso influyó bastante en no permitir que el nerviosismo me venciera y así, pudiera cometer alguna tontería que pusiera a pender de un hilo lo que había entre Han y yo.

No tenía idea alguna si Han había propuesto besarme, quizá, atreviéndose a sacarme del ensimismamiento, o tal vez era una simple broma o un vago pensamiento que pronunció en voz alta. Pero la firmeza era la única que me había dado a entender que su propuesta era de todo, menos una broma; más cuando recordaba que él no era un tipo bromista, acostumbrado a tomarle el pelo a la gente y que aquello le causara cierto placer. Habían cosas que me faltaba conocer de Han, aunque estaba clarísima que nunca llegaría a conocerlas todas, pero poco me importó.

Como decía, lo nerviosa que me había puesto su petición confirmó un par cosas que eran demasiado evidentes: me gustaba, tener pensamientos claros cuando él estaba cerca era imposible y que lucía extremadamente guapo de cerca. Y más cuando sonreía. Cuando sonreía ampliamente y se atrevía a tomarme de la cintura y aprisonarme contra él. Incluso llegué a pensar que estaba frente a una persona distinta, pero el rubor en sus mejillas por la timidez que se posicionó en él luego de pasar su brazo derecho alrededor de mi cintura, y aquel brillo espectacular y magnético que habían en sus ojos, eran la simple prueba de que seguía hablando con la misma persona que, hasta hace unos meses, lo consideraba como un amigo.

Un amigo poco experimentando y que era tan inocente que tenía que tomarse varios minutos para procesar una pregunta, frase, o lo que fuera con dobles intenciones, lo cuál, era mi especialidad.

He de admitir que había inseguridad en mí, mucha. Lo que me frustraba en demasía y me hacía dudar a niveles no tan preocupantes.

—¿Por qué querrías besarme? —yo no sonreía cómo él ni tampoco me veía con tímida y segura a la vez, creo que más bien lucía desconfiada.

—¿Por qué no querría?

Aquella contestación me dejó sin aliento durante un corto lapso, permití que el oxígeno se adentrara en mí dando una bocanada y tomé una distancia ridícula de menos de cinco centímetros para facilitar el proceso. A pesar de la ligera inseguridad que brotaba en mi interior, la mano de Han en mi cintura era una sensación agradable y a la vez tortuosa.

No quería exteriorizar mi inseguridad, aún cuando desde un principio hubiera sido más fácil bajarme del coche para evitar cualquier posible consecuencia. Intenté no pensar en el frío que estaba haciendo afuera para que la idea de bajarme no persistiera y me tentara a seguirla y tomé la decisión de rejarme; porque si Han estaba confuso, intimidado y a la vez con un atisbo de seguridad, yo estaba muy tensa.

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