Capítulo 3.

294 60 18
                                    


   Así como estuvimos veinte minutos antes de que la cafetería abriera, también tuvimos que quedarnos veinte minutos más para recoger todo. Mi hermana y Trev se habían encargado de acomodar todas las sillas sobre las mesas, mientras yo recogía la basura y después ayudaba a la señora Mills —la encargada de la cafetería— con las bandejas de comidas.

La señora Mills tenían un carácter complicado, variaba del día y de las personas con las que tuviera que interactuar. Por eso, con Trev había sido especialmente cruda cuando mi novio le pidió una de las hamburguesas que le habían sobrado de ese día, y ella, muy amablemente, le había dicho que sus hamburguesas no eran dignas de un estúpido como él y que, además, no le sobraban ninguna. En cambio a Mía le había dado como cinco de esas y una cajita de yogurt griego —del que mi hermana era fanática— y le había dicho que podía tener de esos toda la semana. A lo que Trev le había puesto mala cara a mi hermana todo el rato mientras ella comía y se reía de él y una expresión de indignación a la señora Mills.

A mí no me había hablado en todo ese tiempo, pero una de sus ayudantes me había dado una bolsa de Doritos junto con una botella de agua. Seguramente esa señora había tenido compasión de mí al ver mi rostro de aburrimiento y cansancio, porque había más basura que mesas en la cafetería.

Después de eso no teníamos más clases, pero los tres fuimos a la cancha mixta —era muy grande, de césped algo descuidado y marrón, que estaba dividido por los deportes que se jugaban en el instituto—. Había una especie de partido de béisbol para motivar a más estudiantes y, aunque Trev había puesto mala cara porque no era fanático de él y mi hermana había dicho que tenía cosas que hacer en casa de Jasmine, yo los arrastré a ambos y ahora estábamos sentados en las gradas comiendo de las palomitas que Trev había ido a comprar para los tres.

En el instituto el deporte de pila era fútbol, pero Meyth se había encargado que pasara a segundo plano y, en cambio, había dejado al béisbol en el primer lugar. Yo no conocía nada del deporte, en casa no teníamos la costumbre de ver televisión, así que siempre que venía a ver un partido de Meyth, terminaba totalmente perdida y mi hermana acababa peliándose conmigo porque no dejaba de bombardearla con preguntas.

Los amigos de Trev no tardaron en aparecer y sentarse junto a nosotros después de cinco minutos que llevábamos allí. Mi hermana me había dado una mirada de soslayo, incómoda mientras se terminaba la quinta hamburguesa. A Mía no le agradaba Xian y sus amigotes, pero hacía un verdadero esfuerzo para llevarse bien con ellos para complacerme, aún cuando ella sabía que no era una obligación caerle bien a una manada de idiotas que siempre andaba burlándose de la gente.

Empezaron a hacerlo cuando las chicas aparecieron en la cancha vistiendo sus uniformes y llevando en las manos las cosas del juego. No se estaban burlando, sino, todo lo contrario. Empezaron a decir lo mucho que les ponía ese uniforme que las chicas llevaban y estaban calificando a cada una para ver cuál era la más propensa a liarse con uno de ellos.

Markus había dicho que Pam tenía unos buenos pechos comparados con los de Sophie, y que Sophie, en cambio, tenía buen trasero. A lo que Haines le había dicho, entre burlas, que era un asqueroso y que jamás se liaría con una chica a la que le ponían cremas para los granos que le salían en él.

Yo traté de ocultar la molestia. Traté, en serio, de mantener una postura impasible y mirar el partido durante todo el rato que ellos estuvieron hablando de esa manera tan asquerosa sobre unas chicas que eran demasiado listas para involucrarse con alguno de ellos —la única descerebrada había sido yo—. Pero el esfuerzo no estaba surtiendo efecto cuando Xian empezó a hablar de Meyth.

HANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora