19 Capitulo

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Después de una semana dura llena de discusiones entre Antonio y Rubén, se soluciono todo. Diego finalmente salió sano y salvo con todos sus recuerdos en mente sin ningún problema. El grupo entero juntos por fin. Al salir del hospital alguna vez que otra quedamos para tomar un café con Ángela para hablar que tal le iba todo. Ella siempre estará agradecida con nosotros tres. Era una chica muy maja y extrovertida. Nos conto que tuvo varias sesiones en el sicólogo después de lo ocurrido, dado que se le quedo un trauma que al principio le quitaba el sueño. Todos los problemas los estamos dejando atrás y estamos siguiendo para delante como si de un pequeño bache se tratara.

Rubén y yo tenemos que seguir con los deseos. Solamente nos quedan ocho deseos y visto lo visto parece que lo vamos a conseguir. No he leído todavía cuales son, pero no creo que sean muy distintas a todas las demás. Lo que al principio parecía imposible lo hemos conseguido. Si me pongo a pensar y rebobino todo este tiempo desde que le conocí a Rubén, todo en mi vida ha cambiado mucho. Recuerdo que nos conocimos el 12 de diciembre en el hospital. Yo compartía habitación después de haber tenido un accidente patinando. Es verdad. El patinaje. Hace mucho que no piso la pista de hielo y no sé porque. Quizás sea por miedo o respeto al hielo, o quizás sea simplemente porque no he tenido tiempo con todo esto de los deseos.

Me doy cuenta de que un pequeño segundo le dio la vuelta a mi vida. Antes pensaba en llegar a las olimpiadas y ahora pienso en divertirme. Antes tenía planeado mi futuro, y ahora me dejo llevar por el tiempo. Antes pensaba que los chicos eran una distracción y ahora pienso que Rubén es lo mejor que me ha pasado en la vida. Si aquel segundo no me hubiera caído, ahora estaría entrenando para las olimpiadas con la medalla en mente, y lo peor... no habría conocido a Rubén ni a algunos amigos que tengo ahora, no habría ido a Irlanda, ni habría conocido ningún famoso, ni habría vivido la aventura que estoy viviendo ahora con Rubén. Os dais cuenta como un simple segundo puede cambiar una vida entera. Ahora he aprendido a no ponerme ningún plan por el medio, por si las cosas vuelven a cambiar, y así nada me afectaría dado que no tenía nada planeado. Ahora me gusta vivir la vida, sin pensar en el mañana, solamente aprovechando el momento.

Volviendo a lo de antes, estuve echando un vistazo a la lista de deseos y vi una que me hecho para atrás. Patinar sobre hielo. No sé porque me asuste. Llevo desde muy pequeña patinando y desde el accidente quizás sea verdad que le allá cogido miedo. Por eso decidí afrontar mis miedos y patinar por Rubén. Le llame y quedamos para ir ese mismo día. Fui al armario de mi habitación, abrí el cajón y allí los vi. Mis patines blancos, con las cuerdas desatadas, cada una en un lado, llenas de polvo y soledad. Los saque. Con un paño húmedo los limpie un poco. Las cuchillas brillaban como las estrellas reflejadas en el mar. Parecían recién compradas pero en realidad llevaba años con ellas, dándolo todo en las competiciones para llegar hasta donde llegue.

Rubén y yo llegamos a la pista de hielo y Rubén se alquilo unos patines. Había muy poca gente allí. Eran horarios de trabajo y además lunes por lo que solamente se encontraban viejas compañeras que patinaban conmigo. Nos sentamos en las sillas para ponernos los patines. Pero de repente me entro un mareo. Las manos me tiritaban y me estaba poniendo muy nerviosa. No paraban de venirme imágenes de mi accidente patinando y un enorme impulso me echaba para atrás. Intente ser fuerte y me puse los patines. Nos acercamos a la pista y Rubén sin ningún miedo se subió a la pista. Pero yo no pude entrar y me quede en la puerta

-Cristina ¿te pasa algo?-negué con la cabeza- ¿quieres agua?, que te estás poniendo muy blanca- negué por segunda vez.

-Estoy bien...vete...que ahora voy- cogí aire lentamente por la nariz y lo expulse por la boca.

Lentamente puse los pies en el hielo. De golpe note como mi pesimismo se iba y los momentos buenos me vinieron a la cabeza. Recuerdos muy buenos que tuve con Isabel nuestros primeros años patinando. Las dos siempre caíamos a la vez y siempre nos reíamos. Para levantarnos siempre nos teníamos la una a la otra. De repente empecé a patinar como si no hubiera un mañana. Rubén se quedo boquiabierto y yo empecé hacer mi coreografía y sorprendentemente me acordaba de ella por mucha memoria de pez que tenga. Paré de patinar dando un derrape en frente de él. Me sentía muy feliz.

-¡Wow! Sabía que patinabas bien pero no sabía que te ponías tan sexi-reí

-¡Idiota!

-No me quiero imaginar entonces como estarás con falda ¿no la abras traído por casualidad no?

- No, pero si quieres un día me la pongo para ti en privado- dije mientras que mis dedos jugaban con el cuello de su camisa-y si quieres luego te dejo quitármela- le susurre al oído.

40 deseos que cumplir contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora