Capítulo 4

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03/Diciembre/2018

Ha pasado una semana ya desde que comimos en casa de la hermana del pianista, me han tenido demasiado ocupada con trabajos de la universidad, tampoco he podido trabajar ya que el tiempo no me da, la señora Marie me dijo que no me preocupara y que ella llamaría a la muchacha que llama cuando yo no puedo, lo bueno de este trabajo que no me dicen nada si tengo que fallar por algo de la universidad.

Anahí tampoco ha venido a visitarme desde que conocí a Dylan, algo raro ya que todos los días venía así fueran 5 minutos para ver que he estado comiendo bien y que no estoy muerta, así mismo lo expresa ella.

Digamos que mi día ha estado un poco agitado con las clases, nada que no se pueda solucionar pero que me cansa, sobre todo aquellos comentarios que nunca faltan en un grupo de idiotas que tienen una vida tan vacía que tienden a hablar de la de los otros para poder llenarse, en la universidad suelen hacer esos comentarios estúpidos sobre mi, como que soy muy rara, que siempre estoy sola, que no han visto una sola persona hablarme porque les da miedo ya que siempre estoy enojada, y yo no tengo la culpa, mi cara es así, el ceño fruncido es algo a lo que me acostumbre y nadie me hará cambiarlo. Al salir de la universidad comencé a caminar hacía la residencia la cual no queda nada lejos, pero quería estar un poco en calma así que me puse mis audífonos con la música a todo volumen mientras caminaba lentamente. Todo iba muy bien hasta que al llegar a la residencia vi el auto del imbécil y él estaba recostado sobre este.

¿Qué hace aquí?

—Amargada, estaba a punto de irme si no llegabas—dijo al verme.

—Entonces me arrepiento de no tomar el camino largo—fruncí el ceño con fastidio.

—Hermoso sarcasmo—sonrió—Vamos a comer con los chicos.

—Felicidades, que se diviertan, adiós—trate de pasar pero su voz me detuvo.

—Tu hermana me mando por ti, para que vayas con nosotros.

—No me interesa ir, que se diviertan, adiós.

—¿Por qué no te interesa ir?

—No te importa, adiós—dije irritada abriendo la puerta.

—¿Siempre estas enojada?—me siguió por las escaleras.

—Solo si tú estás a mi alrededor—saqué las llaves de mi habitación.

—¿Así de mal te caigo?

—Me caes fatal—le cerré la puerta en la cara.

No me arrepiento de haber hecho eso, quería hacerlo y lo hice, punto. Dejé mi mochila en el piso y me tiré de espaldas en mi cama, es que ese chico me saca de mis casillas solo con abrir la boca, además se acerca mucho a mi invadiendo mi espacio personal y eso me molesta más de lo que se imaginan. Hacer amigos nunca fue mi fuerte, a decir verdad nunca tuve amigos que no se acercaran para poder tener algún tipo de relación con mi hermana y pues cuando se fue literalmente no tenía ninguna compañía, bueno, si tuve dos compañías y yo me encargué de alejarlas, así que esta más que claro que se me hace difícil hacer amigos y si los tengo siempre hago algo que los termina alejando.

Como claramente hoy no haría nada interesante decidí darme una ducha y ponerme mi pijama que consistía de unos shorts y una camisa unas tallas más grande, mi plan de la tarde sería ver algunas películas en mi computadora, relajada en mi cama, comiendo algunos mecatos que guardo en uno de mis cajones, porque dado a que en mi habitación no tengo cocina tampoco puedo cocinar, solo cuento con el baño y el armario aparte del espacio donde solo cabe una cama doble, dos mesas de noche, un escritorio y una pequeña biblioteca. Puede llegar a escucharse bueno, pero nada de lo que esta aquí es mío, solo la biblioteca y los libros, el resto ya estaba aquí, las habitaciones se entregan amuebladas así las chicas no tienen que preocuparse por conseguir donde dormir, pero apenas se gradúan le dan por máximo dos meses para desocupar la habitación y uno tiene que buscar en dónde y en qué dormir, como dije antes, no todo es color de rosas.

Coincidir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora