Capítulo 29

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17/Mayo/2019

El olor a tierra húmeda y a los olores mezclados de ellos seguían en mi fosas nasales, solo no podía no pensar en eso. Cuando me dejaron en ese bosque sola no sabía muy bien que hacer, me sentía desorientada, asqueada, adolorida y con miedo, miedo de que me volvieran a lastimar otra vez de esa manera.

Como pude me levanté y traté de arreglar un poco mi vestimenta, o lo que quedaba de ella, caminé a casa lentamente ya que el dolor no me dejaba hacerlo más rápido, en cuanto llegué a casa presioné el timbre dos veces.

—Pero Por Dios ¿Qué te ha pasado?—mi madre fue quién abrió la puerta.

—Me han robado, y como no tenía nada de valor me han golpeado, pero estoy bien, no te preocupes—mentí.

—Ven entra—me ayudó a entrar—Tenemos que presentar una denuncia, esos desgraciados tienen que pagar por lo que te hicieron.

—No madre, no fue nada tan grave ¿si? Solo dejémoslo así.

—¿Cómo que no fue nada tan grave? Te rompieron la ropa ¿Cómo fue qué te rompieron la ropa?

—Es que yo intente escapar antes de que me atraparán, se enojaron y me la rompieron tratando de atraparme—le reste importancia.

—Mañana hablaremos sobre la denuncia, ahora ve y te duchas mientras que yo te preparo algo de cenar, y así también te olvidas de ese mal rato—me dio esa sonrisa que solo ella sabe dar.

—No tengo hambre, ma, mejor ve a dormir, yo me ducho y también me voy a dormir—traté de sonreírle.

—Descansa, mañana hablamos, y recuerda que siempre me puedes contar lo que sea.

—Lo sé ma, pero de verdad no pasó a mayores—le di una última sonrisa antes de subir al baño de mi habitación para ducharme.

Me restregué más de lo quisiera admitir, las lágrimas no dejaban de caer mientras que trataba de borrar de mi cuerpo las huellas de esos malditos, pero de todos modos no podía borrarlo de mi mente, y eso era lo peor, cuando ya sentía que mi piel estaba ardiendo de lo fuerte que estaba restregando decidí que era suficiente y salí de la ducha.

Por más que trate, y por más vueltas que di en la cama no podía conciliar el sueño, siempre que cerraba los ojos las imágenes de ellos venían a mi, pero sobre todo la cara de ese hijo de...es que solo de recordar esa maldita sonrisa que tenía cuando me entregó es lo que más me da escalofríos, y también que fuera testigo de lo que me hacían y no me ayudó, eso me hizo recordar las palabras que le dije y lo que él me respondió.

—Ayúdame, por favor no dejes que me lastimen—supliqué mientras me retorcía en el suelo tratando de librarme de esos hombres.

—Ya no está tu papi Bruno para que te ayude—se burló—Estaré cerca, solo trata de no gritar y déjalos que se paguen completo, no quiero tener más deudas.

—¡Papá por favor! ¡No me dejes aquí!

—¡Cállate!—uno de ellos me dio un golpe en el rostro.

—¡Papá!—un grito desgarrador salió de mi, a la vez que quedé sentada en la cama.

—Tranquila, estoy aquí—Anahí llegó a mi para abrazarme.

—Me diste una pastilla para dormir—la acusé, hiperventilando.

—Lo lamento, pero ahora ya sé porque no quieres dormir—dejó un beso en mi cabeza—¿Hace cuánto volvieron las pesadillas?

Coincidir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora