Capítulo 31

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21/Junio/2019

Hoy desperté muy temprano para salir a correr, ya se volvió parte de mi rutina hacerlo, pero hoy si le di varias vueltas a la manzana, tenía mucha más energía de la normal, y decidí aprovecharla.
Pero cuando iba corriendo me encontré a alguien que me reconoció de inmediato.

—Hola, Ailana—me saludó, haciéndome detener.

—Hola, Nathaniel—me quité los audífonos.

—¿Cómo has estado?

—Bien—dije, quería terminar ya la conversación.

—¿Por qué tan cortante? Tu novio está aquí—soltó una pequeña risa.

—Soy cortante cuando quiera, no necesito que haya alguien o no.

—Vale, vale. Quería felicitarte.

—¿A mi?—asintió—¿Por qué?

—Jimena me contó que el veinte de Julio es el grado, y que tú si te vas a graduar.

—A es eso, gracias.

—Quería invitarte un café, o si deseas tomar otra cosa no hay problema—agregó rápidamente.

—Lo siento, pero tengo cosas que hace.

—¿No tienes cinco minutos para tomarte un café?

—No, es que tengo que ir en busca de un regalo de cumpleaños y estaré ocupada con mi hermana después.

—¿Y mañana?

—Mañana es el cumpleaños.

—Bueno pues vale, nos veremos después por ahí.

—Adiós.

Sin esperar respuesta alguna salí de allí para volver a la residencia. La verdad es que mañana si hay un cumpleaños, y tengo que darle un regalo, solo que ya tenía el regalo desde antes, pero al pensarlo mejor decidí que no era apropiado darlo, así que tengo que conseguir otro, pero no sé que darle.

¡Esto me vuelve loca!

Al llegar a la residencia me doy una ducha rápida, pues ya casi es medio día y no he salido a hacer lo que tengo planeado. Cuando ya estoy lista salgo a la habitación para tomar mis cosas, pero no puedo evitar ver la pequeña cajita que esta en mi mesita de noche, traté de ignorarla para de verdad salir.

Decidí ir al centro comercial para comprar una camisa, no sabía que más podía dar, nada venía a mi cabeza porque seguía con el otro regalo en mente. Tomé una camisa gris de manga larga que traía botones, la cual imaginé en su cuerpo puesta y me gustó, por lo que la compré y la puse en una bolsa de regalo azul.

—Tú—una voz que reconocía me hizo sobresaltar.

—Isabel—hablé cuando la vi.

—¿Qué haces aquí?

—¿En una tienda de ropa? Comprando pan.

—Que chistosa, pero no me hizo reír—dijo con desdén.

—No era un chiste, por lo que no debías reírte.

—No entiendo como Thiago pudo fijarse en ti.

—La verdad yo tampoco, mejor pregúntale tú a él.

—Quisiera hacerlo, pero dejó de hablarme por tu culpa.

—Yo no puse esas palabras en tu boca—me encogí de hombros.

—Tanta felicidad con él se acabará pronto, te lo aseguro.

Si supiera que ya esa felicidad se acabó.

Coincidir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora