Brisa Veraniega

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Animales, eso creía el conductor de la ruta que eramos... 

Murmullos, quejidos y hasta gritos podían escucharse hasta la fila de atrás, donde me encontraba  sentada junto a un tipo inconsciente. Sabia que estaba vivo gracias a la forma en que se lograba distinguir el movimiento de sus ojos casi abiertos, se movían de un lado a otro. Aunque la boca abierta comenzaba a inquietarme, por lo que cada cierto tiempo empujaba su pierna para escuchar un fuerte ronquido de confirmación vital.

 Que no se dijera que Lexa Woods no se preocupaba por el bienestar público.

Observé el pequeño reloj de mano plateado que mi madre me había obsequiado en mi décimo octavo cumpleaños. Confirmando que llegaba a buena hora a la primera clase,  volví la vista al frente. 

La ruta concentraba el olor a "verano" por lo que decidí sacar mi antibacterial con olor a brisa veraniega y rosear mis manos, aprovechando de también hacerlo al cadáver junto a mí y mover su pierna por tercera vez con el dedo indice, nuevamente su ronquido confirmó su problema en la traquea nasal y proseguí desinfectando el resto del asiento.

La fuerte parada del bus provocó la caída de mi atomizador de brisa veraniega, por lo que respire profundo y contuve la respiración antes de agacharme bajo el asiento, desafortunadamente, el antibacterial brisa veraniega decidió rodar y atascarse en la zapatilla de una señora de tercera edad no tan brisa veraniega.  Al incorporarme fastidiada, note que dos chicos  se internaron dentro del autobús.

Ambos usaban una sudadera gris, una de las figuras parecía ser una chica, la cual camino hacia el final del pasillo donde me encontraba. El chico se quedó en la entrada charlando con el chofer.

No pude observar el rostro de la chica a pesar de que se ubicaba a poca distancia, se encontraba de espalda y su postura no me daba mucha facilidad para encararla y pedirle el favor de llamar a la anciana que retenía mi único desinfectante de brisa veraniega. 

La chica parecía mantener una corta charla de señas con el chico al otro lado del bus y de su jean sobresalía un objeto extraño que no logre distinguir. 

-¡Todos manos arriba!- una voz ronca pero muy femenina emergió de la chica de suéter gris, en la ruta comenzó un fuerte revuelo, mujeres y hombres protestaban y murmuraban asustados.

La chica se situó en medio del pasillo sacando el ya no tan extraño objeto que sobresalía de su pantalón apuntándola hacia nosotros se hizo con un bolso en la otra mano. Su cara estaba completamente cubierta por un pasamontañas y solo se visibilizaban sus ojos.

-¡Cierren la boca y hagan lo que dice si no quieren que les vuelen los sesos!.-esta vez fue el chico de la entrada que la acompañaba el que advirtió. Acto seguido, la chica comenzó a despojar las pertenencias de cada individuo asiento por asiento.

El corazón se me salto un latido al ver que se acercaba hacia mi asiento, por lo que me apresure a lanzar mi bolso bajo el asiento delantero codeando en el camino fuertemente la pierna del cadáver. Nunca se sabe cuando un experto en artes marciales descansa plácidamente sobre asientos de transporte publico ¿verdad?

Desafortunadamente, la chica evidentemente se dio cuenta de mi pésima maniobra al intentar "ocultarle" mis pertenencias, las cuales salieron del bolso explayándose como una bandera de SOS sobre una isla desierta a sus pies

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Desafortunadamente, la chica evidentemente se dio cuenta de mi pésima maniobra al intentar "ocultarle" mis pertenencias, las cuales salieron del bolso explayándose como una bandera de SOS sobre una isla desierta a sus pies.

-Mierda.-susurré con dolor observando cómo el móvil último modelo que mi padre recientemente acababa de comprarme por mis sobresalientes, yacía sobre su zapatilla desgastada.

-Mira que tenemos aquí...-murmurú la chica observando el suelo con detenimiento. Se agacho y comenzó a recoger mis cosas metiéndolas en su estúpido bolso.

Logré localizar mi atomizador brisa veraniega cerca de donde se encontraba la saqueadora y cuando estuve a punto de cogerlo la maleante levanto la vista hacia mi.

Su rostro estaba completamente cubierto por la tela negra, pero entre el oscuro tejido resaltaban unos hermosos ojos color cielo, tan azules que parecían ficticios

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Su rostro estaba completamente cubierto por la tela negra, pero entre el oscuro tejido resaltaban unos hermosos ojos color cielo, tan azules que parecían ficticios. 

Jamas habría creído que ese color pudiese existir en una persona.










La Delincuente PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora