Capítulo 50

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Luego del altercado con Ramsés, Abimael y Aarón reanudaron sus labores en el taller bajo la mirada curiosa del artesano que los encontró regresando a la sala con el semblante descompuesto y las marcas de los golpes, pero sin atreverse a preguntar ...

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Luego del altercado con Ramsés, Abimael y Aarón reanudaron sus labores en el taller bajo la mirada curiosa del artesano que los encontró regresando a la sala con el semblante descompuesto y las marcas de los golpes, pero sin atreverse a preguntar qué había pasado. Los esclavos terminaron de restaurar las estatuas en los confines de la tarde, y abandonaron el palacio de algún modo aliviados porque ese era el último día que debieron asistir. Caminaron hacia la villa estresados y silenciosos, y por el tramo Aarón detuvo a Abimael para pedirle que no juzgara a su hermana por lo que había pasado, aunque le dijo que entendería perfectamente si a raíz de ello quisiera cancelar la boda. Por las palabras de Ramsés, ambos habían deducido que Miriam ya no era virgen, y recibir a una mujer en tales condiciones era una deshonra para el hombre; una falta que sólo podía ser exceptuada siempre que la mujer fuese viuda, y ese por supuesto, no era el caso de Miriam.

Abimael no quiso apresurar ninguna determinación, pero confesó que no estaba tan apegado al paradigma religioso de la pureza. Afirmó que no tendría problema en tomar a Miriam como esposa a pesar de su desliz con el faraón, porque en el tiempo que llevaba conociéndola había percibido la inquebrantable calidad de sus principios, y creía que su relación con Ramsés no había sido más que un intercambio de favores.

—No puedo creer que Miriam haya dado su pureza por amor a ese hombre... —dijo—; algo realmente grave tuvo que haberla empujado a ese límite... algo con lo que quizás sintió que no podía lidiar.

Aarón recordó los problemas en los que él se había visto envuelto con Apuki. Su familia estaba amenazada por el oficial, y en principio Miriam no había podido regresar a la villa porque de alguna manera el palacio representaba una seguridad para todos; una advertencia para que Apuki no pudiera acercarse. Alguna vez Aarón le había pedido a su hermana que hiciera lo posible por ganarse la confianza de Iset y mucho más la de Ramsés, y ahora se preguntaba si él había sido el verdadero causante de todo esto. Quizás Miriam había interpretado mal su consejo, y en su torpe ingenuidad se dejó atrapar por las garras del faraón. Si Aarón les contaba a sus padres lo sucedido, sin duda perjudicaría a Miriam; pero si guardaba silencio en complicidad con Abimael, y este de todas formas terminaba casándose con ella, las cosas seguirían su cauce sin ningún tipo de escándalo. Estaba enojado y confundido, y no sabía qué hacer.

Libi ShelekhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora