Capítulo 71

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Amenhotep iba caminando hacia la sala del trono para hablar con su padre, cuando de repente vio a Moisés y Aarón por el pasillo. Supuso que aquellos fastidiosos hebreos venían a molestar nuevamente al faraón como en días previos, así que trató de apresurarse para entrar primero a la sala, pero un amigo se le atravesó en el camino y le hizo perder la oportunidad. Luego de deshacerse de él, Amenhotep se acercó a las puertas de la sala del trono y desde allí alcanzó a escuchar los gritos de su padre. Ramsés le reclamaba a Moisés el no haberle contado que una tal "Miriam" había regresado a Egipto, y le relataba cómo esta había ingresado además al palacio y a su habitación la noche anterior.

Amenhotep pegó la oreja a las puertas para escuchar mejor, advirtiéndoles a los soldados que guardaran silencio y discreción ante ello. Se enteró de todo lo que Ramsés y Moisés hablaban, y se escondió antes de que las puertas se abrieran para que el hebreo pudiera ir a los calabozos a ver a su hermana. El príncipe esperó hasta que vio a Moisés regresar a la sala, y entonces volvió a pegar la oreja en la puerta. Oyó cuando el hebreo le pidió al faraón leer los papiros que había escrito Miriam, ya que dentro de ellos estaba la historia de amor entre ambos y su versión de los hechos. El hebreo se refirió varias veces a Miriam como "mi hermana", y Amenhotep quedó perplejo al enterarse de esto.

Cuando Moisés, Aarón y Ramsés salieron de la sala para atestiguar el poder de Dios en el río, Amenhotep vio a un sirviente llevándose los papiros de Miriam. Detuvo al hombre para confirmar que aquellos rollos eran los que el hebreo le había entregado al faraón, y el siervo le respondió que eran los mismos. El príncipe le preguntó a dónde se los llevaba, y el hombre le explicó que los dejaría en los aposentos del rey ya que el sacerdote Paser, que estaba presente en la sala, así se lo había ordenado. Amenhotep lo dejó ir y se quedó un momento en el pasillo, pensando.

Había encontrado y leído los documentos del juicio de Miriam en el despacho de Nefertari, y se preguntó si esa hebrea y la otra de la que hablaba Moisés eran la misma persona. Supuso que debían serlo, ya que ambas se llamaban Miriam y habían tenido un idilio con el faraón. ¡Eso significaba que la madre de Kemet estaba viva y encerrada en el palacio!Amenhotep dio un par de vueltas perplejas y ansiosas por el pasillo, hasta que se le ocurrió algo impropio y arriesgado: hablar con Miriam. Necesitaba constatar que ella era la madre de Kemet, y lo haría preguntándole si había tenido un hijo con Ramsés y cuál era su nombre, pues, gracias a los documentos del juicio, Amenhotep sabía que el antiguo nombre de Kemet era "Siptah".

Apresurándose para no perder el impulso, el príncipe fue hasta los calabozos y pidió a los guardias dejarle ver a la prisionera hebrea. Los oficiales dudaron al principio y lo cuestionaron sobre por qué quería verla, pero Amenhotep les pagó con sus joyas para que lo dejaran entrar sin decir nada, y los guardias aceptaron guardar silencio y cederle el paso.

El príncipe ingresó a la celda de Miriam, y a primer golpe de vista, notó en ella un gran parecido con Kemet. La hebrea estaba sentada en el catre cuando la puerta se abrió, y quedó sumamente extrañada al ver a su visitante. Lo recorrió de arriba abajo, preguntándose quién era, pero no tuvo que hacer mucho esfuerzo para saber que se trataba de un príncipe: la corona que Amenhotep llevaba sobre el Nemes era un claro indicativo de su rango. Miriam no le hizo ninguna reverencia y esto molestó al muchacho.

Levántate y expresa tu respeto hacia mí —exigió, estirando el cuello para aparentar más altura —. Yo soy Amenhotep quinto, heredero al trono de Egipto.

Miriam percibió en la arrogancia de su voz y sus gestos un nítido destello de Ramsés; ¿sería el hijo de Nefertari?, también tenía un cierto parecido a ella. La hebrea se levantó del catre con una graciosa condescendencia maternal y le hizo una bonita reverencia.

Libi ShelekhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora