El pueblo hebreo busca incansablemente a su salvador desde hace siglos. Moisés escapó de Egipto y parece que la libertad para los esclavos jamás llegará, hasta que Miriam parece hallar una salida en el corazón de Ramsés. "Libi Shelekha" es una histo...
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Durante la noche que prosiguió el reencuentro en el santuario, Ramsés llevó a Miriam a la azotea del palacio bajo la justificación de conversar con mayor privacidad. Ella había creído que el disgusto entre ambos estaba resuelto, pero Ramsés estuvo callado e indiferente por el camino, y Miriam supuso que, una vez en el último piso, él volvería a referirse a su repentino escape del santuario.
Llegaron y cada uno se sentó en un sillón. Mientras Ramsés servía su consabida copa de vino, Miriam le estudió discretamente los gestos tratando de descifrar lo próximo que diría, y con alivio notó que el faraón tenía el semblante tranquilo. Él le ofreció una copa, pero ella la rechazó: no quería arriesgarse a perder de nuevo la compostura.
Ramsés se acomodó contra el espaldar del sillón y observó a Miriam, reflexivo. Estaba pensando que, ahora que sabía que ella sí estaba obsesionada con su religión, sería más difícil establecer una relación personal entre ambos, y no porque él considerara que la diversidad de creencias era un impedimento, sino porque Miriam tenía alrededor de sí una coraza impenetrable que no le permitiría llegar a donde él quería. Pese a la desilusión que se había llevado cuando la vio orando sin motivo, aquella escena no había sido suficiente para desarraigarle la atracción que sentía por ella, y durante los días en que se propuso ignorarla estuvo pensándola con frecuencia. Habría deseado que Miriam hiciese algo peor para matarle el más mínimo sentimiento, pero cuando ella lo buscó en el santuario, él sintió volver a quedarse atrapado en ese arroyo en calma que eran sus ojos.
Sin embargo, a veces a Ramsés le era tan fácil sentir aversión por Miriam, que él mismo se asombraba del vaivén de odio y cariño que ella le suscitaba. Pensó que quizás podría poner esa situación a su favor y dejar que ella siguiera cometiendo error tras error, sin corregirla o hacerla caer en cuenta, hasta que terminara de ahuyentarlo. Pero para probar la efectividad de esa idea, él tenía que estar cerca de Miriam, pues de lo contrario, seguiría idealizándola a distancia sin enterarse nunca de sus verdaderos defectos, y en su mente quedaría rondando el fantasma de lo que pudo haber sido, mas no de lo que en realidad fue. Así que si aún no había desistido de intentar una proximidad con ella, ya no era por el deseo de una amistad, sino porque esperaba paciente a que el encantamiento se rompiera por su causa.