El sol de la mañana siguiente nació una vez más, y la angustia de no saber qué había sucedido con el príncipe mantenía en vilo no solo a la realeza sino también al pueblo egipcio en general.
En días anteriores, Disebek había interrogado con actitud férrea a los presos hebreos, haciéndoles creer que sabía de su participación directa en la desaparición del príncipe, y les advirtió que si hablaban por las buenas sus crímenes por hurto serían perdonados y él pensaría en el castigo más rápido y menos doloroso que pudiera aplicárseles, pero si por el contrario se negaban a decir la verdad, serían torturados hasta la muerte.
Uno de los hombres estaba dispuesto a hablar sobre lo ocurrido, implorando que le perdonasen la vida, pero el otro se negó, alegando que, ya sabiendo que los matarían, no daría ninguna información al respecto.
Disebek no se dejó doblegar ante la negativa de los hombres, y ordenó a los guardias azotarlos hasta que revelaran algún dato contundente.Lo último que quedaba por hacer era interrogar a los demás hebreos para saber si alguien más había participado en los robos o era cómplice en la desaparición, pero nadie parecía saber algo. Disebek volvió al palacio con las manos vacías, pero Paser le dio la idea de manejar la situación de otra manera: ya que los hombres no querían hablar por la vía tortuosa, quizás debían hacer una especie de trato con ellos, perdonarles la vida a cambio de la información y darles algunos beneficios adicionales, de otra forma terminarían por matarlos y perderían la única oportunidad de encontrar una pista.
Siguiendo el consejo de Paser, Disebek se dirigió a la celda de los hombres y les dio su palabra de que les perdonaría la vida, además de ofrecerles ciertos beneficios por la información.
Les dio algo para comer y dejó que los hombres pensaran muy bien lo que iban a hacer, pudiendo escoger la parte amigable o la muerte lenta y dolorosa.Estando solos en la celda, los hombres hablaron entre sí sobre los pasos a seguir, y finalmente optaron por hablar, pero el problema radicaba en que si decían toda la verdad era probable que ya no les perdonasen la vida, así que decidieron tergiversar la historia.
Disebek habló con ellos por separado. El primero le aseguró que jamás vieron al príncipe y que habían encontrado aquel brazalete tirado en un callejón de la villa sin saber que pertenecía a él. Aceptó ser un ladrón, pero negó cualquier vínculo con la desaparición de Ramsés.
—¿Qué hay de la espada? —preguntó Disebek —¿tampoco sabes nada al respecto?
El hombre respondió que no tenía idea alguna de por qué la espada se encontraba en la villa, y agregó que ninguno de los dos había visto nada extraño cuando se encontraban allí.
El primer hebreo se mostraba seguro de sus respuestas. Tanto, que luego de marcharse, Disebek creyó que una vez más se quedaría con las manos vacías. Sin embargo, el segundo hombre se mostró en extremo nervioso.
El general no tuvo que hacer ninguna pregunta, simplemente observarlo, para que el hombre le confesara que no podía cargar más con el peso de la situación. Pidió que le perdonasen la vida si decía la verdad y Disebek le dio su palabra.
Pronto, el hombre comenzó a relatar lo que había sucedido de principio a fin, hasta que llegó a la parte en que Miriam salió corriendo para escapar de ellos:
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Libi Shelekha
FanficEl pueblo hebreo busca incansablemente a su salvador desde hace siglos. Moisés escapó de Egipto y parece que la libertad para los esclavos jamás llegará, hasta que Miriam parece hallar una salida en el corazón de Ramsés. "Libi Shelekha" es una histo...