Capítulo 57

3.7K 288 376
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Múltiples suspiros de asombro e incesantes murmullos de indignación se elevaron en la sala del trono, cuando Ramsés comunicó al consejo la estrafalaria idea de liberar a los esclavos y unificar al pueblo hebreo con el egipcio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Múltiples suspiros de asombro e incesantes murmullos de indignación se elevaron en la sala del trono, cuando Ramsés comunicó al consejo la estrafalaria idea de liberar a los esclavos y unificar al pueblo hebreo con el egipcio.
Había pasado exactamente una semana desde que el faraón se había reunido con Paser en el templo de Luxor, y ahora ambos se encontraban en el estrado frente a los 38 ministros, buscando concretar un proyecto que parecía destinado a fracasar desde el principio.
Paser había utilizado todos los argumentos posibles e imposibles para convencer a Ramsés de que la sola idea era tan inasequible como irrisoria, pero el rey se mantuvo estoico en su absurdo deseo por cumplir el proyecto y, llegado el día de la reunión, expuso sin reservas cada una de las patentes que pensaba implementar.

La noticia cayó como un aguacero de hielo sobre los miembros del Consejo, dejándolos tiesos y empapados de una conmoción que tardó varios minutos y muchas miradas inquietas entre sí para romperse. Al principio, guardaron un profundo silencio mientras la voz segura y autoritaria de Ramsés resonaba en la sala del trono, planteando las bases, razones y expectativas de su proyecto; pero después, lamentando el hecho de que no podían reírse delante del faraón, comenzaron a murmurar protestas que llegaban confusas y entrecortadas a los oídos de Ramsés. Cuando este les exigió hablar fuerte y claro, uno de los sumos sacerdotes se levantó para expresar su desencanto.

Con todo respeto, majestad —inició—; me parece que usted ha malinterpretado el mensaje de los dioses. Paser y su grupo ya habían encontrado una respuesta a las palabras extraídas de las entrañas del toro; al tratar de darles un nuevo significado, usted podría estar tergiversando la verdad. Los sacerdotes estamos entrenados para meditar largas horas, sin agua ni comida, por eso nuestras interpretaciones se consideran puras y certeras. Usted ha estado sometido a un terrible estrés durante estos últimos meses; su cabeza y su corazón están pasando por una tempestad. En este momento sus pensamientos no son nada sensatos; la evidencia de ello es la razón por la cual nos convocó este día.

Un nuevo murmullo, esta vez de aprobación, se alzó en la sala. Muchos estaban de acuerdo con lo que se acababa de decir.

Yo no necesito pasar largas horas sentado, sin hacer nada, meditando en lo que los dioses me quieren decir —contestó Ramsés—. Mi conexión directa con la divinidad también me permite comprender sus mensajes. Y si yo digo que hay un error en la traducción... es porque lo hay. Si los dioses realmente hubiesen querido referirse a la libertad de Canaán, habrían mencionado a Fenicia y no a Israel. ¿Debo repetirlo una vez más?: los únicos descendientes de Israel son los hebreos, y todos están aquí. —Volvió la cabeza hacia su lado izquierdo para mirar a Paser—. Paser... fuiste tú quien me recordó que Israel tenía una conexión directa con los hebreos. ¿Cómo fue que, en lugar de seguir ese camino, tú y tus sacerdotes desviaron sus interpretaciones hacia Canaán?

Libi ShelekhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora