Capítulo 51

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Ramsés cumplió años el día número veinticuatro del mes de Tot; cuando el desapacible verano comenzaba a declinar para darle la bienvenida al otoño

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Ramsés cumplió años el día número veinticuatro del mes de Tot; cuando el desapacible verano comenzaba a declinar para darle la bienvenida al otoño. Con más de tres meses de antelación el palacio se había preparado para conmemorar su aniversario, y los frutos del esfuerzo ahora se veían reflejados en la magnificencia de la organización y el decorado. Los techos de los pasillos y salas les vendían a los invitados la suave ilusión de estar caminando bajo nubes blancas y doradas con los festones de seda y organza, y los enormes arcos de hierro forrados con guirnaldas verdes y nelumbos azules complementaban la visión de estar atravesando en vida el paraíso egipcio que prometían los dioses. El salón de banquetes se había adecuado para la recepción de más de trescientas personas ilustres, que fueron llegando progresivamente a Egipto desde distintas partes de Asia y Oriente próximo. Para el festín se habían sacrificado diez reses y ocho cerdos, porque Ramsés había tomado la magnánima decisión de compartir el banquete con el pueblo, aunque esta vez no habría ningún acto público; la celebración se mantendría en privado al interior del palacio.

Entre los invitados más importantes se hallaban los príncipes de Arzawa, el sucesor y las hijas del rey Kudur-Enlil de Babilonia, los descendientes de Agamenón de la entonces Grecia micénica, la familia del rey Salmanasar I de Asiria y la de su posterior contrincante Shattuara II de Mitanni, entre otros. Jahí, príncipe de Nubia, y su hermana Radina también se encontraban allí. La familia de Iset había sido la primera en recibir y aceptar la invitación, de modo que los hermanos de la reina viajaron hasta Egipto en representación de Amiasaf. A pesar de que las invitaciones a los festejos se enviaban a nombre de los reyes de cada nación, lo común era que estos enviaran a sus familiares o apoderados en su lugar, ya que ningún rey debía abandonar su imperio por cuestiones que no fueran extremamente necesarias o anexas a la política.

Aquella mañana, Ramsés desayunó junto a sus más de trescientos invitados al aire libre, en el vasto vergel donde había compartido la última cena con Miriam. Gahiji y su cuadrilla de cocineros se movilizaban hábilmente entre las mesas, sirviendo a cada uno. Puesto que cada familia había llegado con su propio séquito de siervos y escoltas, los cocineros tenían ayuda de sobra y el vergel parecía custodiado por un batallón de guerra.

El faraón encabezaba su comedor, mientras que sus anfitriones egipcios lideraban las otras mesas. Iset y la reina Tuya se encontraban a la diestra y siniestra de Ramsés, pero ni Hur ni Henutmire estaban presentes en el lugar, porque al día siguiente de su boda habían partido a Menfis para disfrutar su luna de miel. Debido a esto Leila fue transferida temporalmente a la cocina, y entre charlas amistosas le contó a Gahiji el padecimiento de Miriam. Pese a que Leila acusaba al faraón de ser el responsable por la partida de Abimael, el cocinero estaba seguro de que Ramsés no estaba enterado de nada; pues consideraba que, aún con sus mil defectos, el rey no era una persona tan descorazonada. Leila seguía sin creerlo, pero para probar su teoría Gahiji le propuso mencionar a Miriam frente a Ramsés. Estuvieron buscando el momento oportuno para hacerlo, pero Iset no se separaba jamás del faraón; por alguna razón incomprensible, Leila y Gahiji se sentían intimidados por ella y nunca se atrevieron a referirse a Miriam en su presencia.

Libi ShelekhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora