Capítulo 4

78 11 18
                                    

El pobre omega de orbes esmeralda estaba cansado. Sus ojos escaneaban cada pequeña letra de los papeles frente a él, pero prontamente se daba cuenta que no estaba leyendo, solo estaba viendo las letras las cuales, por ahora, parecían simples jeroglíficos en un papel. Aunque su vista estuviese pegada al papel, su mente seguía revoloteando alrededor de aquel deplorable alfa. No podía siquiera pensar correctamente. Solo se preguntaba una y otra vez, "¿por qué?" 

No solo eso, estaba incrédulo de cómo había sido tan arrogante y había dicho tantas cosas hirientes ante alguien que no lo merecía en realidad. Si hubiese sido un simple trabajador, entonces podría decir lo que quisiera, ya que siempre había sido un maldito demente cínico, pero no era completamente insensible. Entendía que de vez en cuando habían límites los cuales no debería de pasar.

No podía sacarse de la mente como ese alfa—el cual ahora estaba descansando en una de las habitaciones de la mansión—estaba jadeando y temblando a su lado mientras iban en el auto. Aiden se rehusó a siquiera mirarlo por la mayoría del viaje, considerando que la ropa que llevaba en ese momento, aunque cubría la mitad posterior de su cuerpo, no cubría nada más, y por mero respeto no quería verlo, pero al escucharlo lloriquear incesantemente, completamente indefenso no pudo evitarlo.

Durante ese viaje de auto, su chofer se quedó anonadado, al notar como su joven jefe dejaba que ese alfa recargara su cabeza en su regazo, y como el pequeño omega pasaba sus finos dedos una y otra vez por la cabellera del chico mientras miraba la ventana. El contrario, aunque se mostró aterrado en un principio, no se resistió después de notar que eso era todo lo que el contrario estaba haciendo. Sólo tocaba su cabello. Su cuerpo no podía sentirlo con claridad, ya que aquel calor infernal lo estaba convirtiendo en un horno andante, pero su mente, por otro lado, se había relajado.

Su mente entendía con claridad que, mientras no tocará ninguna zona fuera de su cuero cabelludo, todo estaría tranquilo. Incluso el suave ronroneo del auto se notaba ayudar bastante a que el joven alfa se relajara cada segundo un poco más. Ethan prontamente se había quedado dormido, aun temblando y jadeando. Aiden podía oler las débiles feromonas del contrario, las cuales no se alejaban ni siquiera medio metro del alfa...

Realmente tenía una esencia débil, y no podía reconocer perfectamente que olor era. Erick tenía razón en eso, sus feromonas estaban fallando, pero en la condición en la que estaba no era ninguna sorpresa. Su cuerpo estaba delgado, y seguramente tenía más droga en su estómago que comida.

Según sus clases de biología, un alfa podía dejar de secretar feromonas. Algunos factores eran físicos, como la falta de comida o sueño extremo. Otros eran mentales, como la depresión o el síndrome de estrés post traumático. Como cualquier persona que comenzaba a morir, algunas funciones físicas desaparecen ya que no son esenciales, justo como la secreción de feromonas, ya que su cuerpo tiene muchas otras cosas en las cuales enfocarse.

Usualmente las feromonas dejaban de ser secretadas por completo, pero, por alguna razón, este alfa aún tenía. Eran tan imperceptibles que solo pocos omegas lograrían encontrarlas entre los olores naturales de las ciudades o de los lugares, incluso un simple perfume de mierda podría ocultar esta esencia, pero estaba ahí, y eso es lo que importaba. Aiden era bueno con los olores más débiles debido a su gran sentido del olfato, por ello cuando olía demasiados, su cerebro dejaba de pensar como el de los omegas y se entumece su recepción, la cual, si tuviera una función normal lo haría entrar en celo de inmediato.

Este "fallo", como lo habían calificado sus médicos, se podría comparar con la sensación de dolor. Los receptores del cerebro se atrofian y dejas de sentir cualquier cosa por un rato, o simplemente te desmayas. Básicamente, era lo mismo.

Ese "impedimento" médico lo había salvado decenas de veces. Eran pocos, por no decir nulos los alfas que podían hacer que su cerebro activará el celo con sus simples feromonas, y por ello estaba agradecido.

No necesitaba ningún alfa que le arrebatara su fortuna, ni que estuviera a su lado defendiéndolo, ya que él lo hacía bien solo.

De cualquier manera, ese no era el punto. El punto es que ahora había un alfa confundido y aterrado en alguna habitación de la mansión, y no tenía idea de qué hacer con este.

Erick le había contado mucho de él, ya que el omega de ojos verdes había pedido el mayor número de detalles para saber a que se estaba enfrentando. El pobre chico había sido vendido a los nueve años y desde entonces Erick lo había estado "saboreando de pies a cabeza". Maldito desgraciado enfermo. El pobre no hablaba desde que tenía trece. Fuera de eso no tenía idea de nada, ya que Erick intentó explicarle con lujo a detalle qué juguetes lo hacían llorar más, y cuales lugares le provocaban más dolor, algo que, claramente, el imponente omega no quiso escuchar.

Por ahora, la única muestra de disculpa que había hecho para él era prepararle una de las habitaciones más espaciosas que tenía, solo para él. Había ordenado que usaran muebles blancos de la mejor madera posible, y también hizo a los sirvientes retirar cada espejo de la mansión. Si ese pobre diablo se veía en el espejo le iba a dar un infarto, porque claramente ya no era un pequeño y tierno niño de nueve años, sino que era un adulto hecho y derecho de veintiuno.

Además, no solo por los cambios físicos de su deplorable pubertad, sino por la condición física en la que estaba, claramente a nadie le gustaría ver algo como eso, por lo que había que ser cuidadoso. Primeramente, debería de contactar con varios doctores para que le dieran sus opiniones respecto al estado del chico, luego tendría que hablar con distintos nutriólogos para hacer un plan de comidas y que de esta manera gane todo el peso que necesita, además de la clara ayuda de varios psiquiatras, quienes puedan recomendarle medicamentos y dar un reporte completo de su estado psicológico, el cual seguramente era deplorable para este momento.

Ugh. Tendría que hacer muchas llamadas. Bueno, él no exactamente.

Prontamente sus ojos se dirigieron nuevamente a los papeles frente a él, pero al notar que aquellas letras seguían siendo ajenas a su mente suspiro con cansancio. Tomó una libreta que estaba en uno de los cajones del escritorio, en la cual usualmente escribía cosas que debía de tomar en consideración, y con tinta negra hizo una lista con todo lo que necesitaba, lo cual no cubría solo la hoja, sino también la parte de atrás

—Eduardo,— Llamó el omega a su asistente personal.

—¿En qué puedo ayudarte?—

—Cancela todas mis citas de mañana, y consigue todos los de esta lista. No importa si no puedes hacer que todos estén presentes, pero el doctor, psiquiatra y nutriólogo son los más urgentes, si tienen una cita pide que la cancelen y ofrece el doble. Asegúrate que sean los mejores de el lugar.— Ordenó, frotando su sien.

—De acuerdo— Habló el beta, tomando con cuidado el papel que le extendía su jefe, como si este estuviera a punto de incendiarse espontáneamente si lo tomaba mal.

Había tanto que hacer.     

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora