Capítulo 21

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Ahora sí, ¿dónde estábamos?

Oh, cierto.

—Astrid—Murmuró debajo de su húmedo aliento, pasando una de sus manos por su cabellera y finalmente permitiendo que sus párpados, aquellos que parecían pesar miles de toneladas y habían dejado de brillar, se cerraran completamente.

Aiden se había desmayado en la ducha, jurando que haría todo en su poder para proteger al alfa.

[...]

—¿Donde mierda esta mi hermano?— Hablo una mujer. Su tono firme y fuerte hizo que todos los empleados voltearán con terror ante la voz imponente de la chica. Sus tacones de punta fina resonaron por los corredores como estruendosos disparos, haciendo que todos los presentes se tensaran ante su simple presencia. Todos menos Ethan, quien no tenía la menor idea de que estaba sucediendo. Todos los presentes conocían a esa mujer.

Esa joven de ojos esmeralda, cabellos lacios y piel clara. Aquellos que no la conocían eran afortunados. Era un alfa después de todo, y usualmente el ambiente que la rodeaba lo daba a entender muy bien. Siempre había un aire de superioridad, de elegancia y autoridad el cual ninguno de los betas podía ignorar. Era una alfa de temer. Una alfa que demostraba su poder incluso a aquellos que no podían sentir feromonas. ¿Qué tan malditamente aterrador es eso?

—Disculpen la intromisión.— Habló detrás de ella una omega, quien cargaba a una niña pequeña. Tal vez tres años, cuando mucho. Ante la segunda voz, todos en la cocina le dieron las gracias al señor. La omega no se veía más amigable, pero sí que demostraba un comportamiento más calmado que la contraria. Se demostraba indiferente al tono de voz que su alfa acababa de usar, y, por el contrario, solamente se aseguraba que la niña pequeña estuviera cómoda en sus brazos y no se asustara.

—No lo sé.— Respondió Eduardo, acercándose a la omega, tomando la niña de sus brazos. —¿Qué haces aquí Astrid? No había ninguna reunión planeada por la próxima semana. Un gusto verte Eva.—

"Un gusto volver a venir" Hablo la omega, asintiendo con levedad.

—Aiden llamó a mi teléfono, pero no se escuchaba nada. Supuse que algo había pasado. No me llamaría si no fuera una emergencia.— Respondió.

¿Así se veía un alfa? ¿Era esa la manera en que se suponía que debía de actuar? ¿La manera en que debía de ser? La mujer no era denigrante, sin embargo, se notaba muy bien que se daba a respetar. Se encargaba de que todos en la habitación supieran desde el primer instante que tenía autoridad. Que debía de ser escuchada. No sabia como, pero en cuanto puso un pie en la habitación fue simplemente evidente.

¿Eso era un alfa?

¿Eso era lo que un alfa debía de ser?

—Astrid, —llamó la omega, tomando un respiro. La alfa volteo para ver a su hija, quien estaba jugando con el cabello de Eduardo, y luego para ver a su omega. Según Ethan no había cambiado su expresión estoica, pero Astrid, por otro lado, sonrió con un poco de pena.

—Perdoname, cariño. Sé que odias que hable asi.— Habló la mujer, acercándose a la omega y depositando un pequeño beso en su frente, abrazándola con calma. —No era mi intención.— La manera en que lo dijo... Su voz fue suave, calmada y mostraba con claridad su arrepentimiento. Bueno, fue muy evidente quien tenía el control de la relación... Había tanta dulzura de parte del alfa, mientras que la omega, sonreía con levedad ante la clara muestra de afecto.

No tardó mucho para que ambas volvieran a enfocarse en lo que realmente importaba. Astrid, por un lado, pasó una mano por su larga cabellera castaña, y miró a Ethan directamente a los ojos. Tal vez lo analizaba, tal vez simplemente lo veía. No podía saber con exactitud.

—Alfa, ¿cuál es tu nombre?—

¿Alfa? ¿Le hablaba a él? No. No podía ser. Ella realmente era un alfa. Se notaba en cada aspecto. La manera en que lideraba. La manera en que hablaba. Sus movimientos toscos. Su vestimenta. Musculatura. Estatura. Todo de ella gritaba alfa. Él... Él no era ni remotamente parecido a eso. Él no podía ser llamado alfa, mucho menos por alguien como ella. Ella se había ganado el título. Claramente protegía a su omega. Claramente era fuerte. Claramente era todo lo que él nunca llegaría a ser. Sin embargo, la habitación estaba llena de betas, así que... Tenía que hablarle a él.

—Se llama Ethan— Intervino Eduardo.

—¿Mudo?— Cuestiono la mujer, hablando en una mezcla de lengua de señas y palabras. Básicamente preguntando la misma cosa en ambos idiomas. Eduardo negó con la cabeza, indicando que tampoco entendería el lenguaje de señas.

—Creemos que es temporal— Informó con paciencia, alzando a la pequeña niña en el aire, haciendo que la pequeña soltara una risa.

Gracias al cielo el beta podía responder preguntas por él, porque de otra manera estaría perdido. Se hubiese quedado estático desde el momento en que le dirigió la palabra.

—Oh, es ese alfa. Mi hermano me ha contado de ti...— Volvió a hablar la mujer. ¿Qué significaba? La manera en que lo había dicho. ¿"Ese alfa"? ¿A qué se refería? Sin embargo, esas palabras fueron acompañadas de una mirada acusadora de la omega, quien miro a Astrid de mala manera. Tal vez por el tono, tal vez por lo que dijo. No lo sabía con exactitud. Solo sabía que esas dos eran buenas para comunicarse sin necesidad de palabras.

—Ayudame a buscarlo.— La manera en que lo había dicho fue confusa. Era una orden. O eso suponía. Pero la manera suave y tranquila con la que lo había dicho había parecido más una petición. Un favor. Había sido respetuosa al respecto, y parecía darle espacio para rechazar la oferta. Pero, realmente no podía saber. ¿Quién podria? Estaba en esa mansión por una razón, debía de seguir órdenes, pero todos ahí eran tan suaves con sus mandatos que ni siquiera sabía si le estaban ordenando o preguntando la mayoría de las veces.

—No puede oler nada. Con suerte tiene feromonas— Volvió a intervenir Eduardo. Astrid rodó los ojos, mirando de manera desaprobatoria a Eduardo por unos segundos, y luego devolviendo su vista a Ethan.

—No se trata de oler. Se trata de sentir. Podrá sentirlo. Olfato o no. Podrá sentir dentro de su pecho algo que lo llama, o lo aleja. Es un alfa. Reaccionara como tal.— Aseguró la mujer, mirando con determinación al chico. Sonreía con levedad. Casi imperceptible. La manera en que lo veía, parecía confiar plenamente en él. Parecía saber. Parecía entender que era un alfa, y respetarlo como tal.

"¿Mira este pedazo de mierda? Pfff. ¿Qué clase de alfa estaría lloriqueando ya? ¡A penas es la primera ronda!"

Habían tantos otros alfas que le habían hecho sentir como un fenómeno. Como alguien no merecía ser llamado alfa. Sin embargo, esta chica había hecho lo contrario. Ella lo veía. Podía ver que tan jodido estaba. Que tan pequeño era. Que tan poco imponente era. Que tan débil era. Y aun así, lo había llamado alfa...

Podía hacerlo.

Podía ayudar a buscar al pequeño sirviente omega.

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora