Un Alfa Roto

Capítulo 30

La mujer observaba al cielo con una calma abrumadora. Embriagada en la serenidad del momento. Parecía disfrutar socegada de la luz del sol y del cantico tan harmonioso de las aves. Ethan la veía de reojo de vez en cuando, preguntandose qué pasaba por su cabeza. Mientras ellos se sumergian con tranquilidad en el silencio, la mujer tomaba bocanadas grandes de aire, y cerraba los ojos con gentileza, inmutandose ante el mundo a su alrededor. No parecia interesarle cuando ciclistas o corredores pasaban frente a ella. No se veía interesada en los lloriqueos estridentes de los niños a su alrededor, o en las altas risotadas de los adolescentes pasando por ahi. 

Por un segundo, el alfa sintió envidia. Desearía no pensar de esa manera, pero era un sentimiento tan visceral dentro de él y tan presente que sería estupido negar su existencia. Envidiaba la manera en que Eva estaba ahi, rodeada de tantos desconocidos, y aun asi cerraba los ojos. No se molestaba en parecer intimidante, o siquiera cubrir su olor omega. Solo estaba ahi, disfrutando de su tarde como una persona normal. Como alguien que no le temía a la monotona vida de ciudad. 

Tal vez se pregunten donde estan. Era un lugar lindo casi en medio de la ciudad. Los edificios se elevaban altos detras de los árboles. Aunque lejos, aún asi se veían imponentes. El parque era vasto. Le recordaba mucho al jardin de la mansion, solo que mucho mas espacioso y con menos flores. Suponia que la familiaridad con un lugar como ese le ayudaba bastante a no entrar en panico. Dentro de lo que cabia, Ethan se sentia casi como en casa. Casi completamente protegido de los extraños.  

—Aquí la conocí.— Dijo ella. El alfa ni siquiera tuvo que preguntar. Sabía a la perfeccion qué se referia. —Ella y yo... somos raras.— No sabía muy bien a que se referia. La verdad, no sabía realmente como se veria un matrimonio normal. Sus libros solían terminar en esa parte. Ambos personajes se casaban y vivian el resto de sus vidas sumergidos en esta idea que aún no podía entender a la perfección: "felices para siempre." Algunos otros libros comenzaban de esa manera: con una boda, pero los personajes se volvían infelices. Se odiaban. 

—La verdad,— Continuo la mujer, esta vez colocando sus manos detras de su cabeza, haciendo una pequeña almohada con estas, y recargando su espalda con más libertad en el respaldo de la banca en la que estaban. —Odiaría aburrirte con eso. Esos detalles.— Siguió la omega. Ethan pensó verla sonreir, pero fue tan sutil que lo hacia dudar de su propio juicio. —No voy a mentirte. Sin importar cómo pasaron las cosas no puedo imaginarme mi vida sin ella.— La mujer de cabellos oscuros finalmente se digno a abrir los ojos. Parecia pensativa. Parecia pensar al respecto más de lo que realmente hablaba. 

El pobre de Ethan estaba confundido. No sabia realmente a que queria llegar la omega con ese pequeño discurso. Queria decirle algo. Lo sabía. Pero parece que todas las personas en su vida solamente saben hablar en acertijos. Todos siempre parecen negarse rotundamente a hablar con claridad. Comenzaba a molestarle. 

Pero, en lugar de nuevamente ser un idiota se decidio por tomar un respiro, asentir y esperar con paciencia para que la mujer continuara con sus palabras. 

—No soy de las que hablan. Supongo que tú tampoco. Pero no necesito que lo digas. Puedo verlo. Todo lo que haces te delata. Eres un libro abierto.—

—Disculpa...

—Eva. Sólo dime Eva.— Interrumpió ella. Ni siquiera le permitio buscar por una palabra adecuada para referirse a ella. 

—Eva,— Repitio por mera cortesia, mas la palabra no se sintio muy bien al salir de sus labios. Pero Ethan era fuerte, y podía con ese sentimiento de incomodidad. —¿A qué intentas llegar?— 

—Te gusta mi cuñado.— No sonrio. No rió. No hizo ningun comentario sarcastico. No se burló. No lo trato como una fuente de chisme. Ni siquiera lo miro con desagrado. Solo lo vió. Sus ojos, brillantes y decididos, reflejaban mera curiosidad. Esos orbes de obsidiana lo miraban con atención, pero, aunque se veía curiosa, no parecía intentar presionarlo. No con su mirada por lo menos.