Capítulo 8

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Trucha. En México es bien sabido que se le dice trucha a aquellos que ven desde un rincón, analizando todo, esperando oportunidades las cuales ninguno de los otros conoce. Es una manera extraña de describirlo. Una persona audaz. Sagaz. Observadora. Cualquiera de los sinónimos suena bien para algo tan interesante como una persona que simplemente analiza y comprende sin necesidad de palabras lo que está sucediendo. Tal vez esas palabras describen muy bien a Aiden.

El omega no sólo era observador, era perspicaz. Claramente brillante. Eso era una mala cualidad de vez en cuando. Especialmente en esos momentos. Mientras el alfa tocaba cada una de las pequeñas cosas que encontraba lleno de fascinación, admiración y curiosidad, Aiden únicamente lo veía a la lejana, intentando descifrarlo. Quería entender. No había duda alguna de que aquel chico era fascinante. Parecía un pequeño niño. No era como nadie más que haya conocido antes. Entendía que la personalidad de ese joven se desarrolló en base a abusos e infelicidad, pero eso no lo hacía menos intrigante.

Ethan, aquel chico más grande que él, más fuerte e imponente estaba jugando actualmente. Jugaba con las mariposas en su jardín, y dejaba que estas se pararan en sus manos para verlas con más calma. Veía cada pequeño detalle en sus alas, y parecía intentar entender su anatomía más evidente. Era tan delicado, y procuraba con tanta devoción no herir a los frágiles seres que era encantador.

Desde que abrió las puertas que daban con el lugar exterior, el omega había estado observando cada pequeño movimiento del de cabellos castaños y piel pálida. Primero se agachó para tocar con la yema de sus dedos el pasto más cercano a él, y cuando sintió su frescura y humedad sonrió y se apresuró a quitarse los zapatos que Aiden le había comprado.

Se veía muy cómodo y alegre con la fría sensación del césped debajo de sus pies, y comenzó a abrirse paso entre el patio hasta llegar a el punto perfecto del lugar, en donde se recostó en el suelo y tomó un gran respiro. Se veía feliz. Tal vez seguía temeroso de lo que venía, pero eso no evitaba que apreciara cosas tan pequeñas como observar con calma como las aves volaban sobre su cabeza, o como las nubes blancas se movían velozmente por los cielos.

Después de un rato, cuando las mariposas se acercaron a él, Ethan comenzó a repelerlas. Tal vez porque no recordaba completamente cual era la función, posiblemente las estaba confundiendo con abejas, pero, curioso por entender, cuando estas se mantenían estáticas en las hojas o la hierba el chico se acercaba a observarlas. Era como si intentara descubrir uno de los secretos del universo, pero lo único que veía eran los preciosos colores de algunas mariposas.

Se preguntó cómo un humano podía ser tan curioso con cosas tan triviales. Desde hace años él no le daba importancia a cosas tan insignificantes. Desde hace muchos años había perdido esa curiosidad de niño. Esa inocencia. Desde hace años había perdido esa vida que parecía existir en cada centímetro de aquel joven.

Tal vez ese alfa era la cosa más cercana a las palabras de su hermana: "Si todos hiciéramos preguntas como niños, e intentáramos descubrir las respuestas como adultos, tal vez el mundo sería un lugar mejor."

El pequeño omega se preguntaba cómo un adulto podía actuar de esa manera. Ese maldito chico era la persona más fascinante con la que se podía encontrar. Todo acerca de él era un misterio. Un enigma el cual adoraría entender. Todo lo que hacía era digno de ver. Cada reacción al encontrarse un tipo de planta nueva, cada expresión en su rostro con facciones tan toscas, incluso cada sonido errático que salía de sus cuerdas vocales cada vez que se impresionaba, o que sentía lo que, podría suponer, que era felicidad o emoción.

Todo en esos instantes era magnífico.

Ese alfa era magnífico.

Y mientras Aiden pensaba y pensaba en todas esas cosas que podrían considerarse como admiración, el alfa se acercaba--tanto como podía sin sentirse incómodo--al pequeño chico con una flor en la mano. Era grande, la flor más grande que pudo encontrar seguramente. Tenia un color amarillo brillante en cada pétalo, pero el centro era café.

Cuando el alfa le extendió esa flor, Aiden no pudo evitar alzar sus orbes esmeralda hasta él rostro nervioso del contrario, levemente confundido ante este gesto tan espontáneo por parte del chico. Era un girasol muy bello, no había duda alguna, pero lo mejor de este era que él olor no le revolvía el estómago. De cualquier manera, eso no evitaba ni cambiaba para nada la confusión que tenía él pecoso en su rostro y cerebro. ¿Por qué le estaba dando una flor?

—¿Qué sucede?—

Ethan no respondió con palabras. Aiden no lo culpaba realmente, era evidente que, si a penas pudo decir doce palabras, sería poco realista esperar oraciones completas de su parte, pero de igual manera le agradaba que intentara comunicarse con él de alguna manera. Ethan apuntó la nariz del omega, y por apuntar me refiero a que la tocó con su dedo índice de manera literal. Luego de eso, apuntó a la flor.

—¿Nariz y flor? ¿Te gusta su olor?—

Ethan negó con la cabeza, y nuevamente apuntó al pobre y confundido omega.

—¿Si a mi me gusta el olor?—

El contrario se dio un pequeño golpe en la frente con la palma de su mano, claramente exasperado, generando que el omega soltara una tenue y encantadora risa. Le agradaba esta conversación. Era interesante. No sabía que intentaba decirle, pero estaba dispuesto a tratar hasta averiguarlo.

El alfa junto sus cuatro dedos con el pulgar de manera horizontal, intentando hacer una especie de boca o monstruo con sus manos, nuevamente apuntó la nariz de Aiden y finalmente al bello girasol.

—¿Hablar? ¿Quieres que hable?—

El intrigante chico asintió, y se sentó al lado del omega esperando pacientemente, apuntando nuevamente a su nariz y a la flor.

—¿Quieres que hable de cómo huele el girasol?—

Ethan aprobó y Aiden, por un momento, se sintió muy inteligente por descifrar eso por su cuenta. El olor de un girasol. Nunca había pensado realmente en eso. No sabia como poner algo así en palabras, pero debería de hacer su mejor esfuerzo.

—Hmm. El olor no es realmente fuerte. Apenas se nota la frescura que tiene, pero al mismo tiempo huele a--¿Alguna vez has colgado ropa fuera para que se secara? Creo que huele un poco a eso.— Ethan asintió mientras acercaba su nariz para olisquear la flor, quería entender. Ese alfa quería ser capaz de oler las flores, no solo de ver sus agradables colores.

—¿Te gustan las flores?— El alfa asintió, haciendo que el pequeño chico sonriera. —Pero supongo que te gustaría mas ser capaz de olerlas, ¿no?— Nuevamente el alfa dio una señal positiva al asentir con levedad. Estaba un tanto apenado por no ser capaz de oler nada, y aún más por hacer que otra persona le describiera el olor de una flor, pero no había pensado en eso hasta que Aiden comenzó a hablar un poco más. No quería ser una molestia porque si lo era siempre existiría la posibilidad de que lo echaran, pero, en su emoción por ver flores después de tanto tiempo se había olvidado completamente de eso. Nuevamente estaba ansioso y al borde de las lágrimas, y cuando Aiden noto esto no dudo ni un segundo en decir: —Trae todas las flores por las que tengas curiosidad, yo te diré cómo huelen.—

Aiden juraría que por un momento miro como los ojos de Ethan se iluminaban llenos de emoción. Diablos que ese alfa realmente estaba jodiendo su cabeza.  


[Nuevo olor desbloqueado: Girasol, la flor de la felicidad]


Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora