Capítulo 19

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"Proteger. Alfa. Mio."

Que cosa más extraña, ¿no? Digo, si, los alfas son primitivos cuando viene a proteger lo que les pertenece, pero ¿un omega?

Alfas, son temerarios y están malditamente locos la mayoría de las veces. Hay algo dentro de ellos que es como una chispa, y ante una amenaza esta se vuelve un jodido incendio forestal. Es como lanzar una cerilla a un botellón de gasolina. Se convierte en una fuerte llamarada que destruye lo que sea que toque. Lo que se acerque.

Un alfa es irracional y rabioso ante cualquier amenaza en contra de su omega, sin embargo, pueden mantener un poco de calma, ya que existe la obligación de consolar y cuidar del omega después de la tempestad o pelea.

Un omega, por otro lado, es como una puta explosion. Feroz. Agresivo. Bestial y destructivo. Un omega cegado por rabia es malditamente escalofriante, porque ningún omega se ciega por la rabia. No tienden a tener la necesidad de proteger algo que no sea un cachorro. No realmente... Y cuando un cachorro está en peligro... Bueno, digamos que la sangre se vuelve agua, y comienza a llover.

—Detente— Ordenó aquel jodido bastardo, ese mismo que había intentado tocar lo que era suyo. Arrebatarselo. Romperlo. Ese mismo maldito desgraciado que había tocado la suave y blanquecina piel del alfa, ese mismo que lo había recorrido con la mirada como si fuera una golosina. Para empeorar las cosas, usó su voz. Aiden pudo sentirlo. Podía olerlo en el aire. La atmósfera del lugar se había tornado desagradable y pesada.

Esa maldita voz de alfa. La misma voz que seguramente había usado en contra de SU alfa.

Si ese jodido malnacido pensaba, por un segundo, que su autoridad sería suficiente para hacer que los golpes, puñetazos, patadas y rasguños desaparecieran estaba en un grave error. Los receptores de feromonas de Aiden estaban más que jodidos. Ni este alfa, ni ningún otro podría darle órdenes. Nadie más que SU alfa. Ese mismo que olía a pino, tierra mojada y a hogar.

El simple pensamiento de que ese puto alfa cualquiera siquiera intentara darle ordenes hizo que su estomago se revolviera, y su mandibula se tensara. Lo dejaba colérico. Sentía una rabia que nunca antes había sentido. No sabía cómo, ni porqué, pero su pecho ardía como si hubiese fuego dentro de él, rugiendo por quemar a ese jodido niñato hasta hacerlo cenizas.

Aún más furioso, Aiden tomó la cabeza del chico y la azoto contra el suelo un par de veces, hasta que el endemoniado idiota dejo de dar ordenes.

Eso era todo lo que quería, que dejara de usar su voz. Sabía que a él nunca le afectaría, pero Ethan estaba en la habitación. Sabía muy bien que ese adorable alfa era sensible a las voces y feromonas de otros. Solo quería hacerlo dejar de dar órdenes.

Cuando dejó de hablar, ese pequeño omega comenzó a golpearlo nuevamente. Sus nudillos dolían, sangraban y se desgarraban. Era desagradable la cantidad de satisfacción que le daba el saber que quien había dañado a su preciado alfa ahora estaba sufriendo. Pero, por alguna razón, su pecho le decía que no sufrió lo suficiente. Le decía que era una amenaza y que había que deshacerse de ella.

Pero Aiden quería detenerse. Creanme que deseaba parar con toda su alma. Su cuerpo simplemente no parecía escuchar. Sus instintos le gritaban que golpeara hasta que el chico dejara de respirar, pero su mente le decía que era solamente un jodido niñato con un horrible celo, el cual se había vuelto loco por este.

Quería parar. Tenía que parar. Iba a matarlo. ¿Pero cómo parar si sus brazos seguían moviéndose por cuenta propia?

Pero los brillantes ojos esmeralda de Aiden lograron mirar de reojo a su alfa. Ese mismo que lloraba y lo miraba con terror. Ese que se cubría con recelo, usando una manta blanca, levemente salpicada de sangre. Ese mismo que parecía intentar hacerse uno con la pared. Ese que lo había hecho sentir como un omega normal.

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora