Capítulo 11

49 6 1
                                    

La ventana estaba abierta, y la lámpara de la mesita de noche estaba encendida. Su luz cálida iluminaba sutilmente el rostro apacigue del pequeño sirviente. Cuando Aiden se recostó puso sus brazos como almohada, y miró al techo por un par de segundos. Entonces parpadeó una vez, y otra vez un poco más lento. Entonces dejo de parpadear. Su ceño, el cual anteriormente estaba levemente fruncido, se relajó por completo, y su respiración se hizo rítmica y calmada. Prácticamente durmió en cuanto tocó la almohada. Por una parte, el alfa no pudo evitar sentir envidia, ya que el chico había dormido sin ninguna dificultad, pero, por otra parte, no pudo evitar sentir curiosidad.

Observó con calma cada pequeño movimiento que el omega hacía, ya que no podía creer que tanta confianza tenía. Cualquier otro lo hubiera atado a la cama, asegurándose que no intentara escapar. Cualquier otro se hubiera preocupado por su seguridad, ya que no lo conocía. Era un alfa, al fin de cuentas, y el contrario era un omega. Era más pequeño, más débil. Ethan no tendría ningún problema en hacerle daño si realmente quisiera… Pero este omega no parecía asustado, ni preocupado. Estaba en paz. Estaba tan tranquilo que hasta cierto punto era capaz de transmitir aquel sentimiento.

Cuando Aiden cayó profundamente dormido, Ethan se dio a sí mismo el permiso de hacer lo mismo. Tenía que dormir antes de que aquel sentimiento letárgico se fuera, ya que de otra manera tendría insomnio y no lograría descansar toda la noche. Necesitaba el descanso. No había estado durmiendo bien y quería dormir. Quería ser capaz de dormir al lado del pequeño sirviente, ya que él mismo lo había sugerido. Sería como volver atrás en su palabra, y él no hacía eso.  

Era interesante.

Él no tenía miedo. Estaba nervioso, claramente, pero el omega había demostrado con claridad cuanto tenía en cuenta sus límites. Fue lo suficientemente considerado para recostarse justo al borde de la cama, intentando respetar lo más que podía el espacio personal que Ethan le había impuesto desde el primer día en que llegó. Era bondadoso de su parte, y por ello Ethan no podía temerle.

Le había ayudado. Lo había alimentado, le había dado ropa decente, comida, techo… libros, miles y miles de libros y seguramente si tuviera más problemas, o algún capricho ese omega se lo concedería. Esa era la naturaleza de ese chico.

Aún sin ser capaz de dormir, el alfa decidió darle un vistazo al joven que yacía a su lado. Su cuerpo, aunque pequeño, era musculoso. Tenía suficiente musculatura para identificar que se preocupaba por su físico, y trabajaba en él, pero no la suficiente para verse demasiado intimidante. Su cabello era corto, levemente rizado. Sus pestañas eran largas, y su cintura pequeña. Las pocas pecas que adornaban su rostro eran encantadoras, además que mentiría si dijera que no le agradaba la manera en que se había preocupado tanto por él. Le hacía sentir importante. Le hacía sentir como un humano común y corriente.  

No le molesto acomodarse en la cama al lado del omega, también manteniendo el espacio entre ellos, acurrucándose entre las suaves sábanas. Continuó viendo el rostro tranquilo del chico, y, por alguna razón, o tal vez para practicar, comenzó a contar las pecas del chico en su mente. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once… catorce… treinta y tres… Ni siquiera sabe cómo o cuando cayó dormido, solo lo hizo. No recuerda en qué número se quedó… 

[...]

Entonces, nuevamente su mente comenzó a jugar con él…

Aiden había dejado de producir feromonas debido al cansancio, por ende, el sentimiento de seguridad que estas proporcionaban al instinto y subconsciente del alfa se había desvanecido por completo alrededor de una hora después, por lo que las pesadillas volvieron. Recordó a la perfección aquel día en que lo había arruinado todo para Erick, ese día en que lo habían arrojado al sótano por las escaleras, como si fuera nada más que un trozo de basura. Su espalda dolió al contacto con el frío suelo, y comenzó a llorar de manera instantánea.

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora