Capítulo 7

85 10 24
                                    

¿Todos los omegas eran tan pequeños? ¿Acaso todos aquellos hombres y mujeres que habían sido bendecidos siendo omegas eran tan minúsculos? Sabía que él era un alfa bastante pequeño comparado con los demás, pero incluso ese pequeño sirviente que caminaba frente a él era más reducido que él. Si intentará rodearlo con sus brazos podría hacerlo con facilidad, ni hablar acerca de la altura. Ese sirviente se veía tan frágil que no podía dejar de preguntarse ¿serán todos así?

Ese trabajador que había estado dándole tantos lujos era pequeño, tenía una piel morena clara, cabello castaño y unos penetrantes y encantadores ojos esmeralda. Por alguna extraña razón, y aunque biológicamente sea poco probable, tenía pecas. Pequeñas pecas que parecían estrellas. ¿Acaso incluso su piel era débil? ¿Qué tan fuerte sería aquel chico? ¿Qué tanta fuerza podría tener?

Mientras Ethan estaba analizando al pequeño omega, el contrario solamente hacía lo posible para no perder aquella expresión fría e insensible. Claramente sentía la mirada del chico encima de él y, después de tanto tiempo, ya comenzaba a ponerlo nervioso. Realmente Aiden se preguntaba qué tenía encima para que lo estuviera observando de aquella manera, ni siquiera estaba vestido de traje ese día para llamar demasiado la atención. Cualquiera se esperaría que todo alrededor de aquel alfa sería más entretenido, considerando que nunca había visto la mansión.

¡Pero no! ¡Tenía que verlo fijamente!

No miraba ni las ventanas, que había ordenado que limpiarán solamente para darle una buena impresión, ni las paredes de colores cálidos, ni siquiera los cuadros de la mansión, los cuales había comprado justamente para que aquel alfa se sintiera libre, ya que cada cuadro era un nuevo paisaje al aire libre. Quería hacer todo para que él sentimiento de claustrofobia que podría estar presente en el alfa nunca volviera a causarle terror.

¡Pero no! ¡Tenía que mirarlo a él!

—El día es encantador fuera. Sería bueno si lo vieras.— Habló el omega, frotando con levedad su sien, intentando ser lo más paciente posible. A cualquier otra persona le hablaría de mala manera, le diría que dejara de mirarlo. Que cesara de analizarlo de pies a cabeza, pero no, a este alfa tenía que darle pistas de lo quería decirle porque claramente no quería hacerlo sentir incómodo.

El contrario, levemente confundido volteo por un segundo hacia fuera, mirando con claridad las esponjosas nubes que adornaban aquel precioso lienzo azul, pero eso no era nada nuevo. Ya había visto las nubes y él cielo durante mucho tiempo. Todo él tiempo en él que estaba en aquella habitación había sido capaz de ver esa preciosa imagen, pero nunca había visto a un omega. No tan de cerca.

Y mucho menos se había tomado el tiempo de ver a aquel omega que siempre le ayudaba, y ahora quería hacerlo. Quería ser capaz de tomarse él tiempo de observar a aquella persona a la que le debía tanto. Ese sirviente omega era lo único que le quedaba, por lo cual quería recordarlo bien.

Quería que, en el momento en que algo malo pasara o cuando lo alejaran, pudiera recordar con claridad las pequeñas características de aquel chico. Hace años no era tratado con respeto, por lo que tal vez ese omega ahora representaría un lugar mejor. Un lugar feliz. 

Siempre le hablaba con calma. Nunca lo había escuchado alzar la voz.  Nunca le había intentado golpear cuando se desesperaba con el. Ni siquiera lo había visto enojarse con el. Era como un pequeño ángel.

Le preguntaba por su opinión. Lo trataba como si tuviera voz y voto cuando todos sabemos que realmente no era así. Le daba el respeto que cualquier ser vivo se merecía. 

Tal vez ese omega era pequeño en tamaño, pero siempre que lo veía, era tan grande y fuerte. Ese omega era un recordatorio. Una señal de que ahora estaba en un lugar siendo protegido, lejos de todos aquellos cerdos que lo tocaban, y lo disgustaban como si fuera un dulce, pero también era una señal de que, en algún lugar de esa bella y gigantesca mansión, había un alfa que podría hacer con él lo que le plazca.

Con ese simple pensamiento, su corazón dio un vuelco y su estómago se revolvió.

Ese omega, aunque representaba algo encantador por ahora estaba cuidándolo por una razón. Una razón que aún no conocía, y eso le aterraba. Le aterraba no tener en claro que pasaría con él después. Le aterraba no tener información de en que lugar estaba, y le aterraba que aun no haya pasado nada malo. 

Aiden, al sentir como la vista del alfa dejaba de analizarlo, volteo para mirar de reojo que estaba sucediendo. El alfa había dejado de caminar, y se había quedado estático, mirando al suelo mientras que cerraba los ojos con fuerza y apretaba los puños. Aiden ni siquiera quiso suspirar lleno de cansancio esta vez, simplemente dio media vuelta, y se aproximo con confianza al contrario y tomo su mano, dándole un pequeño apretón. 

—¿Estas bien?— Pregunto el de ojos esmeraldas, tomando las manos blancas del alfa. Estaban frías. Tanto que parecían haber sostenido hielo y eso no le agradaba. —Mira que tan pálido estas— Murmuro debajo de su aliento, esta vez poniéndose de puntitas y tomando entre sus manos el rostro del alfa. No tenia fiebre, gracias al cielo. Tal vez solo tenia un poco de frio. 

Ahora que lo notaba, no tenia realmente ropa extravagante, le había dicho a Eduardo que le consiguiera un poco de ropa, pero aparentemente no se había esforzado demasiado. Tenia sentido, era ropa de emergencia basados en nada mas que la visión, por lo que no tenia sentido conseguirle un traje a la medida, o algo bastante extravagante en esos momentos, pero por lo menos pudo conseguirle algo mas abrigador. Tal vez un suéter. No solamente un par de jeans rotos y una camisa blanca. 

Era rico, maldita sea, podía despilfarrar dinero. Ese alfa se merecía que lo trataran como si fuera un puto rey. Ya ha pasado por mucha mierda, era prácticamente un requisito que había aceptado al acogerlo. Agradecía que Eduardo fuera tan leal y bueno en lo que hacia, pero mierda que no tenia consciencia de vez en cuando. 

Mientras Aiden se enojaba y regañaba mentalmente, Ethan solo podía mantener su vista pegada al rostro del omega, quien seguía tomándolo por las mejillas. Sentía el cálido tacto de sus manos en su rostro, y eso le agradaba. Era reconfortante. Sin duda alguna lo había devuelto a la realidad. 

Tal vez podría pensar luego acerca de lo que pasaría en un futuro, por ahora solo quería ver el jardín. 

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora