Capítulo 29

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"No soy un alfa..." Esas fueron las últimas palabras que le dijo. Las había escupido con rabia, cansado de escuchar a tantos decirle qué era y cómo debería de comportarse. Sintiendo repulsión ante la manera en que esta desconocida había sentido la suficiente confianza como para sermonearlo. Para decirle quién debía ser en su propia habitación. 

Muy dentro de sí sabía que la mujer no tenía malas intenciones. Que ella solo pretendía ayudarlo. Esa omega era calmada. Sólo intentaba mostrarle amabilidad y cuidados. ¿Su manera de pagarle? Hablarle como si fuera nada más que la mugre bajo sus zapatos. Ser irreverente y despectivo. Dios santo, en resumen fue un verdadero idiota.

Pero incluso con eso, esa misma mañana Eva le había dado la noticia.

"Iremos a pasear."

Ni siquiera se lo había preguntado, sólo se lo dijo. Como si no tuviera opción alguna para negarse. Tampoco le había dado mucha oportunidad para objetar.

¿Pasear?

No entendía. ¿Por qué alguien querría pasear con él? ¿Por qué alguien que no era Aiden quería estar con él? Además, lo había dicho con tanta seguridad. No creía ser capaz de echarse para atrás. No ahora. Mucho menos cuando Eva misma se lo había dicho.

Francamente, Eva era un enigma para él. 

Su cabello, oscuro como el carbón, caía de manera elegante como una cascada de brea sobre sus hombros. Sus ojos eran grandes y redondos, oscuros como la obsidiana y tan atentos como un felino. Su rostro era fino, cubierto con pecas. Sus labios rosados. Por alguna razón, le recordaba mucho al cuento de Blancanieves.

Sin embargo, tan bonito como su rostro fuese, era inamovible. Estoico hasta el final. Había leído tanto acerca de gente inexpresiva, personas incapaces de ser leídas por nada ni nadie, más nunca de alguien como Eva. 

Aún así... Aunque Eva fuera tan difícil de comprender Astrid hablaba tanto de ella. "Hermosa," "Increíble," "Inteligente," "Sensible," "Atenta." No había un cumplido en el diccionario que no haya escuchado junto con el nombre de la omega. No había sinónimo de hermosa que no haya aprendido por la manera en que Astrid hablaba de su esposa. 

Siempre se había preguntado si la mujer realmente era todo eso. Si todos esos cumplidos realmente estaban encapsulados dentro de una sola persona. Suponía que era momento de averiguarlo. Aún así...

En la guerra siempre habrá miedo en el frente.

[...]

Estaba a pocos pasos de la entrada. De pie reteniendo el aliento como un idiota. Mirando con atención las grandes puertas frente a él. Esperando. No sabía a qué.

No había salido nunca. No realmente. Podrá finalmente estar fuera de aquella jaula de cuatro por cuatro. Podría finalmente estar fuera de su prisión, pero la realidad es que su jaula simplemente se volvió más grande. Los barrotes podrían ser de oro, pero seguían ahí, encajados en su mente. La puerta de su jaula nunca estaba cerrada, y lo sabía a la perfección. Aún así... Aunque Aiden nunca le haya dado ninguna razón para dudar, nunca se había atrevido.

La verdad, el pequeño omega no lo había presionado para salir. Le había dado libertad, pero nunca lo había presionado para usarla.

Siempre había creído que cuando se sintiera listo abriría esas puertas y se sentiría un hombre nuevo. Aiden estaría a su lado, listo para ayudarlo. Tomando su mano, listo para enfrentarse cara a cara con los monstruos que acechaban fuera de esas paredes. Fuera de su jaula de cristal.

Pero ahí estaba. Justo ahora. Nadie a su lado. Nadie deteniendolo. Un poco más de un metro lo separaba de la entrada. Sus piernas temblaban. Su corazón retumbaba.

¿Podía salir? ¿Realmente? ¿Estaba bien? ¿Estaba en sus libertades? Es solo... La idea de traicionar la confianza del omega hacía que su piel picara. Que su pecho se sintiera pesado. Sus manos comenzaban a sudar y le faltaba el aire. Algo dentro de sus entrañas. Quemaba y no sabía qué hacer.

¿Omega? ¿Salir?

Preguntó. Sintió un hilo, muy dentro de él siendo jalado con violencia. Resonaba y retumbaba. Era casi como las cuerdas de una guitarra. Lo sentía temblar. Se enredaba y luego volvía a su lugar. Era un sentimiento extraño.

No esperaba ninguna respuesta, pero obtuvo una.

Listo.

Hubo una pausa, y ese hilo que sentía dentro de sus entrañas hizo lo más cercano a un titubeo. La guitarra cesó por un segundo de tocar su melodía. Entonces volvió. Fue fuerte y seguro. Fue un mensaje seguro y conciso.

Estar. Listo.

Antes de que aquel hilo dijera algo más, Eva interrumpió sus pensamientos con un simple e inexpresivo "¿nos vamos?"

Ethan asintió. Era momento. Estaba bien. Estaba preparado. Estaba listo.

Finalmente dió un paso hacia adelante.

Astrid confiaba en Eva. Aiden confiaba en Astrid. Él confiaría en Aiden.

[...]

Observo todo el viaje con calma. Los cuarenta y cinco minutos completos. Sus ojos, pegados a las ventanas tintadas del auto. A cada minuto, los edificios que los rodeaban se hacían más grandes, brillantes. Más extravagantes. Cuanto más miraba, más se preguntaba qué tanto se había perdido. Que tan grande era el mundo.

¿Cuántas cosas como esas se habían perdido?

Todo era tan magnífico. Casi como se lo había imaginado todas esas noches en su pequeño cubo. Las luces brillantes aún cuando era de día, la gente caminaba como si el mundo les perteneciera. Había tanta magia en la simpleza. Veía los edificios de arriba hacia abajo, preguntando qué había dentro de ellos. Preguntándose cómo sería ir hasta el último piso. Como se vería la ciudad desde las alturas.

Volteo hacia los asientos dentro del auto. Sus ojos rondaron por un segundo, buscando. Eso antes de caer en el rostro de la omega. Sus ojos de obsidiana lo miraban con atención y brillaron de una manera que el pobre alfa era incapaz de entender, pero fueron lo suficientemente intimidantes para hacer que volviera a ver a la ventana.

"Es aquí."

[...]

—Aiden, ¿estás bien?— preguntó Astrid. Sus ojos se elevaron para ver a su hermano, pero sus manos continuaban peinando a su pequeña con gentileza. —Parece que viste un fantasma...—

—Estamos enlazados...— Dijo sin aliento. Sus ojos esmeralda, bien abiertos y casi llenos de horror, voltearon a ver a su hermana.  



¡Hola! ¿Me extrañaron? Espero que sí. La vida es tranquila justo ahora, así que esperen verme más seguido por acá. Acabo de entrar en vacaciones, y, si no hubiese tenido tantas complicaciones escribiendo este capítulo, lo hubiese subido justo despues del anterior. 

Es difícil. No sé que sucede conmigo. No siento que sea una escritora. Ha pasado tanto tiempo desde que no he escrito nada que es casi como si mis ideas fueran cenizas. No sé si tengo las palabras necesarias para decir una historia. Ya no. Pero bueno, eso es lo que estoy estudiando, asi que tengo que intentarlo. 

Las veo hasta la próxima. Eso podría ser mañana. En una semana. Lo veremos.    

1137 Palabras. 

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora