Capítulo 28

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—Sí.— Confesó Aiden. No quería admitirlo.

Aún así, su pequeña hermana recargo los codos en la mesa, inclinándose hacia adelante y entrecerrando los ojos. Recargó su barbilla en sus manos entrelazadas mientras tomaba un gran respiro. Parecía sosegada. Embriagada con la tranquilidad del momento. Tenía una sonrisa un tanto gatuna plagando su rostro. La verdad, verla con esa cara arrogante lo molestaba. Odiaba ver como ella se divertía ante su sufrir.

Seguramente intentaba estudiarlo. Aunque ciertamente no estaba siendo muy cautelosa.

De vez en cuando una de sus miradas podía decir más de mil palabras. Algunas otras veces ella era una mera desconocida con una llave a la mansión. Justo ahora, Astrid parecía ser incapaz de decidir entre en cual lado de la cuchilla descansaba. Tampoco se veía muy interesada en descubrirlo.

—¿Es eso un problema?— Continuó Aiden, esta vez un poco más a la defensiva.

Lo recordaba vívidamente. La última vez que le había presentado a un hombre Astrid no se lo había tomado nada bien. Pelearon. Por días pensó que fué de ese tipo de pelea que arruinaría su familia. Que nunca serían capaces de reconciliarse.

Pero es difícil mantenerse enojado con alguien que te ama tanto. Aún más cuando ese alguien se dedica a ser convincente...

Aún más cuando tiene razón...

Astrid sonrió. Fue tan pequeño que apenas era perceptible. —No.— Suspiró. —Me alegro. Es un buen chico.— Permitió que su cuerpo cayera hacia atrás, gentilmente golpeando su espalda contra el respaldo de la silla. —Les deseo felicidad.— Alzó su taza de café, dándoles un brindis.

[...]

—Qué lúgubre—Escupió la alfa. Escuchó como lanzaba las cortinas una a cada lado seguido por la puerta del balcón. No parecía intentar ser silenciosa. No parecía interesarle las claras señales de su hermano teniendo resaca. —No me malinterpretes, adoro beber.— La mujer se agachó, tomando una botella de licor del piso. —Viva la resaca. —

—Vete— Ladró Aiden, lanzándole una botella que tenía a la mano. Gracias al cielo, su hermana siempre había sido bastante diestra cuando se trataba de deportes, por lo que no le sorprendió cuando fue capaz de atraparla.

—¿Nunca te han dicho que tienes un horrible carácter?— Suspiró exasperada.

No podía culpar a Aiden. No después de las noticias. Entendía con claridad cómo su mundo se comenzó a caer a pedazos, pero como empresaria también sabía que no podía permitirle dejar sus responsabilidades de lado para volverse un alcohólico. Tenía toda una compañía que dirigir, y desgraciadamente mucha gente dependía de él.

—Que mal genio— Dijo ella, suspirando exasperada. Realmente no culpaba a su hermano. No podía. Después de las noticias, entendía muy bien que su mundo se estuviera cayendo a pedazos, pero no era bueno simplemente dejar sus responsabilidades de lado y volverse un alcohólico. Tenía toda una compañía que dirigir, y desgraciadamente había demasiadas personas dependiendo de él.

Astrid suspiró, dejó las botellas en un tacho de basura cercano y se acercó a pasos ligeros hasta la cama de su hermano, sentándose en la orilla con gentileza.

—Es hora.— Su voz era tan diferente a como la recordaba. Tan dulce.

Sintió una de sus manos hundiéndose en sus cabellos castaños, y supo que apartó la mirada, disgustada ante la grasa y suciedad que tenían, pero demasiado decidida con sacarlo de la cama para expresarlo. —No me iré.—

Pusó aspirinas y un gran vaso de agua en el estante.

[...]

—¿Y qué harás al respecto?— Cuestionó. No parecía preocupada, ni siquiera remotamente interesada con la respuesta.

—Nada. ¿Qué más podría hacer?—

—Aiden, sé que odias los hilos rojos, pero tal vez este es... Tu sabes, el destino.— El pobre chico gruño, frotando su sien. Odiaba la idea del destino. Joder que su hermana seguia siendo tan supersticiosa como siempre. —Tus hilos rojos.—

Realmente, no le importaba si su hermana era supersticiosa. Lo entendía hasta cierto punto. Había conocido a su cuñada de una forma poco probable, por decir de menos. Astrid parecía convencida que lo que sea que las juntó era nada menor que el destino. Seguramente, pensaba que Ethan llegando a su vida era lo mismo.

El omega rodó los ojos, y gruñó mientras tomaba un trago de su bebida, causando que su pequeña hermana se riera por un segundo.

—Bien, bien. Solo recuerda decírselo cuando esté listo, no solamente le sueltes esa bomba sin pensarlo bien...—

—Lo sé.—

La mujer lo miró de reojo, saboreando por un momento las palabras que quería decirle. —También sabes que tal vez nunca esté listo, ¿verdad?—

[...]

—No estoy listo, As— Se quejó, jalando las sábanas hasta encima de su cabeza. Su voz estaba rasposa, como si no hubiese tomado agua en días, mientras que sus ojos se cerraban con fuerza. Tanto que podía ver colores en la oscuridad de sus párpados. Sintió como su hermana se levantaba de su cama, y escuchó sus zapatos caminar por la habitación. Pensó que finalmente lo dejaría en paz. Que le daría la tranquilidad que necesitaba en esos momentos de desesperación y melancolía.

Estaba equivocado.

Lo supo en el momento en que sintió su colchón, ese mismo que pesaba más de lo que debería, levantarse de debajo de él, haciéndolo rodar y caer fuera de su cama.

—Grita, llora, haz lo que se te pegue la maldita gana, pero vas a salir de esta jodida cama de una vez por todas.— Dijo ella, apresurandose a retirar las sábanas de la cama, asegurándose que no volviera a cubrirse con estas. Seguramente las llevaría a la lavandería. —Vas a darte un jodido baño. Vas a salir conmigo a caminar, y vamos a hacer lo que necesites hacer para seguir con tu vida, y dios santo rasurate, das asco.— Pensó que lo dejaría donde estaba, en el piso, sintiéndose miserable como una persona normal después de una ruptura.

También se equivocó. Su hermana lo arrastró por el piso hasta dejarlo en el baño. Ella misma se había encargado de preparar la bañera. Ni siquiera la había escuchado. Olía bien. El vapor aunque sea relajaba un poco su alma cansada, y ayudaba bastante con sus ojos hinchados. Tomó un buen respiro, y finalmente se levantó del piso.

—Avísame cuando termines.—

[...]

—Si. También sé eso.— Aiden suspiró.




Finalmente, después de tanto tiempo he sido capaz de actualizar. Ni siquiera me siento como una escritora hoy en día. Sólo soy una persona desesperada por sobrevivir. Gracias por leer, y estar aqui tanto tiempo esperando. 

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora