Capítulo 5

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Había pasado una noche entera. Una desagradable y agobiante noche en la que tan solo esperaba despierto las atrocidades que pudieran llegar a pasar, pero ninguna pasó. Su espalda pegada a la pared, en la esquina del cuarto, le daba aunque sea un poco de seguridad, ya que sabía que nadie podría atacar por la espalda, y podía ver venir a cada persona que entrara al cuarto, pero nadie entró. Vio como aquel precioso y gigantesco cuadro de la luna se movía con lentitud, y nada pasaba. Antes de darse cuenta ya se había quedado dormido en aquella posición tan incómoda, abrazando sus piernas y esperando.

Entonces, el ligero sonido de la madera siendo golpeada lo despertó de un brinco. Prontamente entrecerró los ojos, sintiendo como la luz solar que entraba por aquel "cuadro", lastimando su retina y obligándolo a alejar la mirada. Así es, el pobre Ethan pensó que, lo que realmente era una ventana, era nada más que un cuadro de la luna, porque nadie estaría tan loco para dejarlo en una habitación con una ventana. Mucho menos una ventana tan grande.

—Entraré.— Se escuchó al otro lado de la puerta, y con esta simple palabra, el terror invadió cada célula del cuerpo de aquel pobre alfa, haciéndolo temblar como si fuera gelatina. Quería gritarle que no entrara, que se fuera y lo dejara tranquilo, pero no tenía voz para decir eso, y mucho menos a una persona que tenía completa autoridad sobre él.

La puerta se abrió después de un rechinido desagradable, el cual tenso el cuerpo de aquel pobre joven. Aiden, quien tenía una pequeña charola brillante entre las manos, por otro lado, dio un giro de noventa grados, mirando por un segundo la puerta, y moviéndola de un lado hacia otro, repitiendo el sonido.

Aiden ODIA cuando las puertas rechinan, pero casi nunca entraba a las habitaciones de su propia mansión para darse cuenta. Soltó un pequeño gruñido, el cual hizo que Ethan intentara apegarse más a la pared, incluso si eso no era posible.

—¿Quieres hacerte una parte de la pared o qué? ¿Qué mierda haces?— Preguntó Aiden, mirando de reojo al pobre chico con aquellos imponentes y atemorizantes ojos esmeralda. Por otro lado, el pobre alfa seguía empujando su cuerpo hacia atrás con sus piernas, intentando escapar con todas sus fuerzas, pero, para ser honestos, no había manera de huir.

Aiden olfateó un par de segundos la habitación, y luego arrugó la nariz, generando un pequeño escalofrío en la columna del alfa. Aquella expresión de disgusto se debía a él, seguramente. Bueno, eso pensó hasta que Aiden soltó un sutil:

—Huele a polvo.—

El omega se adentro un par de pasos a la habitación, y cerró la puerta con su pie, tomando nuevamente con las dos manos aquella charola de plata.

—Me acercaré al buró cerca de tu cama, ¿de acuerdo? No me acercaré más de eso.— Advirtió el omega con calma. Ethan, claramente incrédulo, se rehusó a despegar sus ojos ámbar de aquella pequeña figura, la cual a cada segundo se acercaba más y más. El imponente omega dejó la charola de plata en la mesa de noche con cuidado de no hacer ningún ruido, y luego cambió su trayectoria, acercándose a las puertas del balcón, abriéndolas de par en par. No le importaba si Ethan intentaba escapar, después de todo lo entendería, y no quería hacerlo sentirse atrapado como había hecho el otro alfa loco.

—Me acercaré de nuevo, al mismo lugar.— Ethan asintió, sintiendo con claridad cómo su pecho se movía desenfrenadamente de arriba hacia abajo, lleno de ansiedad y estrés. Podía escuchar los latidos de su corazón como tambores en su cabeza con cada nuevo paso que daba el contrario. Era difícil relajar su cuerpo ante el simple pensamiento de que alguien se acercaba, pero el estar tan tenso comenzaba a lastimar sus músculos. Ardian y dolían, pero no podía hacer nada más, porque estaba seguro de que ese miserable omega iba a hacer de su vida un infierno.

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora