Capítulo 18

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En algun momento, hace no tantos meses, tal vez incluso dias, Ethan había estado completamente seguro que su vida era desechable. Era tan simple como una orden. Una pequeña equivocación de su parte. Tan simple como una palabra. Incluso un pequeño disgusto. Un hombre había sido capaz de poseerlo alguna vez. Un hombre fue capaz de mostrarle que el mundo era pequeño y cuadrado, con paredes de concreto y una sola luz. Sin ninguna ventana y con un olor mohoso y desagradable. Un mundo donde la desesperación y el dolor eran nada más que un estatus quo.

Sin embargo, últimamente y por un solo momento, logró pensar que estaba hecho para algo más. Tal vez podría estar hecho para algo que no sea follar. Por un segundo casi cree que en todas aquellas dulces palabras que todos le susurraban en el oído, asegurando que valía más de lo que pensaba. Que era capaz de hacer más. De ver más. De desear más. De tener ambiciones y desarrollar valores. De ser alguien. Alguien más.

Pero todo era una mentira. Una maldita y retorcida mentira. Una puta asquerosa mentira.

Estaba equivocado. Todas esas bonitas palabras de aliento y aquellos meses viviendo en la mansión con tanta atención y comida y calma lo habían vuelto relajado. No había más necesidad de mantener su guardia en alto, mucho menos cuando todos a su alrededor juraban por su alma que lo protegerían. Nunca lo dañarían. Nunca lo tiraría a la basura. Nunca.

Eso había pensado. Eso pensó. Esa mierda le hicieron creer. Esa puta mentira le habían hecho creer.

El tiempo lo había vuelto descuidado. La gente le había hecho olvidar. Se había olvidado que, en realidad, era desechable. Se había olvidado que su único propósito no era ni cocinar ni limpiar. Tampoco era un capricho de caridad. Su único propósito era ser utilizado. Ser un muñeco de trapo el cual podrían usar a su antojo. Estaba hecho para ser usado por cualquier puto alfa que estuviera en su camino. Un maldito objeto sexual que podría ser profanado una y otra vez solamente porque aquellos más fuertes que él podían hacerlo. Sólo porque podían. Solo porque putamente podían hacerle daño. Sólo porque eran fuertes. Solo porque tenían esa maldita voz que le ponía los pelos de punta y le daba náuseas. Solo porque eran putos alfas.

[...]

¿Saben? Las feromonas de un omega pueden inundar una habitación por semanas, incluso meses si es que no hay un método de ventilación apropiado. Como cualquier olor, tienden a mantenerse estancadas. ¿Cómo podría un beta saber algo como eso? ¿Quién podría culpar al pobre de Eduardo por no ser capaz de oler las feromonas de un omega en celo, estancadas en una habitación? ¿Quién podría culpar a Ethan por querer vivir en un lugar inundado por las feromonas de un omega que claramente le hacía sentir seguro?

Incluso cuando Ethan no lo entendía, ese olor agridulce en el aire era la razón de su calma. Ese olor en el aire también fue la misma razón de su martirio.

Esas mismas feromonas se habían impregnado en su piel. Parecían nada más que su olor natural, y, rodeado de betas nadie podría saberlo. Ethan ni siquiera tenía olfato, y Aiden no estaba cerca.

[...]

Era un alfa. Había entrado en la habitación para arreglar algunas cosas. Era un trabajador nuevo. Un joven callado y solitario. Las otras trabajadoras tenían cuidado con él, no les gustaba la presencia del extraño, y a ese alfa no le importaba mucho, la única razón por la que estaba ahí era la increíble paga. Nadie sabía si era un joven encantador o no. Nadie lo conocía realmente.

—Huele tan bien— Soltó un gruñido ronco al momento de entrar a la habitación. Ethan conocía muy bien ese tono.

[...]

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora