Capítulo 17

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Los inmensos orbes esmeralda de Aiden estaban desenfocados, y por buena razón. No solamente estaban entrecerrados debido al cansancio emocional y físico, sino que también intentaban analizar completamente cada pequeño centímetro de la tina color perlado que yacía detrás del vidrio de la regadera, algunos metros frente a él. ¿Por qué con exactitud? No estaba muy seguro, solo quería poder pensar en cualquier cosa que no lo hiciera parecer un bendito degenerado que se estaba aprovechando de la inocencia y sumisión de un alfa indefenso.

Pensó que todo sería más fácil si únicamente se concentraba en algo que no tenía vida, estaba cerca, y no le provocaría ningún tipo de sentimiento. Pero esa tina tenía muchas cosas. Era casi un recordatorio implícito acerca del trabajo duro. De su parte como empresario, de la parte de sus trabajadores de limpieza por ser capaces de mantener aquel color y brillo, y de parte de todos aquellos que alguna vez tuvieron que trabajar para tan siquiera crearla.

No mentira, era una tina excepcional, de esas que parecen salidas de un catálogo. De hecho, todo su baño parecía de revista, no era una sorpresa realmente, para eso había comprado la mansión. Era más que nada un símbolo de estatus social, donde le presumía a todos aquellos que alguna vez dudaron de su éxito el hecho de que finalmente había logrado triunfar en el mundo de los negocios. Ese mundo de tiburones y brutos impulsivos los cuales solo querían destruir vivos a los novatos. Ese mundo de constantes enemigos y guerras heladas donde el perdedor vivía en una caja de cartón como un perro, pensando en otra manera de crear fortuna nuevamente. Ese mundo salvaje donde el amigo del ayer es el enemigo de hoy.

Así era su mundo. No había tiempo de descansar, mientras tu te tomabas el dia algún otro perdedor estará haciendo tratos con tus clientes, y en menos de lo que canta un gallo estarás en quiebra preguntándote que pudiste haber hecho mal para merecer esto. Ese era su mundo. Un bucle de miseria y trabajo del cual no había salida una vez que entras. Claro, podría simplemente vender su empresa al mejor postor y dejar de preocuparse por el dinero, el trabajo, las ventas, solo debería de preocuparse en vivir una vida pacífica con más dinero del que podría gastar... Pero él no era así. No se sentía cómodo con la idea de ser flojo durante todo el día. No podía deshacerse del pensamiento de que si no trabajaba volvería al lugar en donde empezó, y eso era un terror constante que lo atormentaba cada noche antes de dormir, donde el claro pensamiento de "Podría estar trabajando" no le permitía dormir con calma.

De cualquier manera, poco le podía importar su empresa en estos momentos.

Estaba derrotado, y no había manera de negarlo. Tampoco era su culpa realmente. Todo era culpa de ese bendito y maldito alfa. Ese desgraciado a su cargo el cual parecía volver a todos locos con sus feromonas. Sabía que algo malo sucedía cuando su omega se comenzó a volver loco sin razón alguna, y cuando se acercó a la habitación del alfa, buscando una respuesta, y escuchó aquel grito ahogado... Fue como si no pudiera pensar. Todo se volvió borroso, y comenzó a ver en rojo. Entonces estaba en una habitación, encerrado con las feromonas del pobre alfa volviéndose locas, y su parte omega nuevamente dándole pase libre al alfa frente a él, pero, esta vez, no fue capaz de evitarlo. Esta vez no pudo evitar desear complacer sus instintos. Y ahora, ahí estaba, encerrado en un baño, viendo una tina, intentando mantener sus estribos mientras empapaba sus zapatos finos y su traje caro con agua helada.

—Astrid—Murmuró debajo de su húmedo aliento, pasando una de sus manos por su cabellera y finalmente permitiendo que sus parpados, aquellos que parecían pesar miles de toneladas y habían dejado de brillar, se cerraran completamente.

Aiden se había desmayado en la ducha, jurando que haría todo en su poder para proteger al alfa.

Seguramente se pregunten qué pasa con exactitud, ya que, evidentemente es una escena poco ortodoxa.

Todo había iniciado una mañana hace un par de días, donde Ethan, por una vez, decidió que quería algo que no eran libros. Lo había discutido Amanda, y Adriana también, sin mencionar que se lo había mencionado brevemente a algunas empleadas y a Edwin. Realmente quería un nuevo comienzo. Anhelaba tomar las oportunidades que su dueño le estaba ofreciendo, por ende, supuso que pedir por un nuevo comienzo no sería alocado. Además... No negaría que mucho de su pedido tiene que ver con el sentimiento de seguridad que causaba aquel pequeño omega.

"Eduardo" comenzó a escribir el chico, llamando la atención del contrario.

El joven beta no era tonto, por el contrario, conocia bien al joven amo, pero preguntar siempre resultaba contraproducente, por lo que simplemente esperaba a que el chico se dignara a dejar su timidez y finalmente escribiera sus deseos. Usualmente era una merienda simple, especialmente frutas o flores, tal vez material para dibujar o escribir. De vez en cuando incluso tomaba la valentía para pedir que alguien limpiara su habitación o más ropa.

"¿Sería un problema si quisiera cambiar de habitación?" Cuestiono, tomando firmemente su cuaderno, casi arrugando las hojas debido al estrés. Por alguna razón que aún no comprendía, su estómago se revolvió, y se sentía a punto de desfallecer con tan solo pedir algo similar.

Espero con paciencia gritos, burlas, risas y carcajadas, o, por otra parte, gruñidos, estridentes quejas, y demás. Esperaba que Eduardo se burlara de que tan estupido podía ser al pensar que le concederían algo como eso, o, por el contrario, se llenara de rabia y le recriminára que la generosidad de su jefe no seria nunca suficiente para él, y lo culpara de ser un malagradecido, y un pedazo de mierda. Claramente, eso nunca pasó. Por el contrario, Eduardo estaba emocionado con la idea. Ya había recomendado a Aiden cederle otra habitación desde el inicio, tal vez una mas grande, pero el joven empresario quería que el chico se acostumbrara un poco a la mansión, y, aunque la habitación que tenía era pequeña, estaba en un lugar estratégico para que Ethan pudiera encontrar las cosas más simplemente, baños, cocina, oficina. Todo estaba diseñado para darle un poco de calma y sentido de la orientación temporalmente al joven. Obviamente, el plan de Aiden funcionó. Ahora Ethan casi nunca se perdía. Sabía distinguir muchos lugares de la mansión, y ya no tenía necesidad de preguntar a nadie en donde rayos estaba.

—¿Ya tiene en mente alguna habitación que quiera habitar, señor?— Preguntó el joven beta, intentando ocultar una gran sonrisa de orgullo y satisfacción. Le gustaba saber que Ethan seguía avanzando, seguía creciendo.

"La habitación del pequeño omega tiene ventanas muy grandes"

Escribió en respuesta, ocultando su rostro en la almohada mas cercana, avergonzado por pedir algo tan estupido, mas, sin embargo, Eduardo asintió.

—En ese caso comenzaré los preparativos.— 

Un Alfa RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora