A Bakugō le temblaban las manos cuando tomó su celular de la repisa y activó la cámara, ansioso por inmortalizar la escena que tiene enfrente, por lo que tuvo que dar largas respiraciones para poder calmarse y así lograr tomar las imágenes sin que salieran desenfocadas.
Asuka se veía malditamente sexy, pero sobre todo vulnerable, totalmente indefensa, y eso siempre lo había excitado de forma brutal. Se moría de ganas por ir a follarla, pero tenía que contenerse hasta haber registrado aquel momento para siempre. Puede que su memoria luego no hiciera justicia y tampoco sabía si ella le permitiría repetirlo. Era la primera vez que la ataba en shibari.
Pero aunque la joven águila se sintiera avergonzada y al principio dudó en aceptar realizar aquella práctica sexual, ahora se hallaba en un estado de excitación similar al del platino, que no hacía sino incrementarse al pasar los segundos al observar cómo la erección de su amado se agitaba con frecuencia, profetizando lo que vendría después.
No podía explicar la sensación que la invadía, la urgencia que sentía por ser tocada era una completamente diferente a la habitual. No sabía qué esperar, pero sí tenía clarísimo que iba a disfrutar como nunca. Sentirse tan a merced de alguien, en el pasado la hubiera puesto de los nervios, pero el amor y confianza que tenía en Katsuki eran tan grandes, tan profundos, que cualquier rastro de miedo no llegó siquiera a rozarla, llenándola en cambio de un ansia que la estaba haciendo temblar de anticipación.
—Hey, ¿todo en orden? —Cuestionó el platino al notar esto, dejando el celular en la repisa para acercarse a ella y bajar su mordaza.
—S-sí, estoy bien. —Le aseguró en un susurro, pero cuando Bakugō posó la mano en su mejilla dio jadeo mientras sus ojos se cerraban, sintiendo una placentera corriente recorrerla entera.
—¿Segura? —Insistió él frunciendo el ceño. Le preocupaba que estuviera suavizando las cosas.
—Katsuki, por favor... —Le suplicó abriendo levemente sus ojos, a lo que él la miró inquieto. —No me hagas esperar tanto...
La llama del cuerpo del rubio se alzó como un infierno abrazador, pero no se movió un sólo milímetro. Sólo una sonrisa desquiciada empezó a expandirse por su cara ante la afectada mirada de la albina, provocando que su cuerpo se estremeciera aún más.
—Muy bien, vamos a empezar. —Soltó pasando la lengua por sus dientes de manera lasciva mientras volvía a poner en su sitio la mordaza. Ahora tenía la seguridad de que esa noche iba a ser brutal para los dos.
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Ya se, ya seee, ¡muy corto! pero es que son 31 textos con dibujo y decidí unirme al reto algo tarde, ¡no quiero morir en el intento! Pero tranquilos, tengo planeado compensarlos más adelante 7w7
¡Nos leemos mañana!