Día 15

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Las copas que traía encima, estaban haciendo que Bakugō actuara mucho más desinhibido de lo normal. Se sentía relajado, conversando de forma más o menos amable con los presentes en aquella fiesta de oficina, pero justo en ese instante, empezaba a ser consciente de la atención que estaba recibiendo su novia esa noche.

No era de extrañar, se veía jodidamente preciosa. No es que no lo estuviera siempre, pero el vestido escotado que traía para la velada era sencillamente algo espectacular.

Terminando de un trago el vaso que tenía en la mano, pidió otro al barman y se decidió ir a su encuentro, pensando que ya la había dejado por su cuenta demasiado tiempo, y al concentrarse en su figura balanceándose lentamente al son de la música mientras conversaba con algunas conocidas, empezó a sentir cómo ese fuego que siempre lo acompañaba se convertía lentamente en un incendio.

—Hey preciosa, veo que te diviertes. —Le susurró al oído luego de acercarse por su espalda, posando la mano libre sobre su fina cintura para atraerla.

Como esperaba, ella dio un pequeño respingo de sorpresa, pero al darse cuenta que era él, una gran sonrisa se extendió en sus labios.

—Así es. Y al parecer también tú. —Comentó con cariño, sólo girando su rostro para hablarle pues le agradaba que la tuviera abrazada de aquel modo.

—No está tan mal. —Replicó él. —Y el trago tampoco es malo, pero creo que ahora necesito algo más dulce.

—¿Dulce? —Preguntó ella confundida, pues conocía a la perfección los gustos del platino.

—Sí, algo como tu vagina cuando te corres en mi boca. —Soltó repentinamente, y la reacción de la oji dorada no tuvo precio.

Por poco y el vaso que traía se resbala de los dedos, a la par de que el más intenso de los sonrojos se alojaba en sus orejas y mejillas, satisfaciendo tanto a Bakugō que supo ahora ya no iba a detenerse.

—¿Por qué no vamos y continuamos la fiesta en el apartamento? Tengo tantas ganas de follarte que no creo que pueda aguantar mucho tiempo. —Continuó con sus murmullos, asegurándose que sólo la chica pudiera oírlo. —O podríamos hacerlo aquí, en algún sitio más privado, sabes que no tengo problema con hacerlo fuera de casa.

—Katsu, qué cosas dices, por favor... —Musitó Asuka abochornada, pero sintiendo inmediatamente el peso de aquellas lascivas propuestas en su vientre.

—¿Qué ocurre? La vez que te cogí en aquel armario de la agencia no estabas para nada tímida. —Le recordó él con arrogancia, apretando más sus cuerpos para sentir su calor. —Esa vez estuviste tan deliciosa... Aún recuerdo que penetrarte fue sumamente fácil, con todo ese fluído salía de ti. Ufff, de sólo recordarlo se me hace agua la boca.

—¡Katsuki! Por favor, no sigas. —Cuchicheó Kiyama con el rostro ya escarlata, mirando nerviosamente a las personas de su alrededor, temerosa de que pudieran escucharlos.

—Sé que te gusta que te hable así. Te conozco bien, preciosa. Apuesto a que tu ropa interior ya debe estar empapada. —Aseguró acercándo más los labios a su oído, erizando la piel de la albina por completo. —¿Por qué no vamos a comprobarlo? Cuando te dije que tenía ganas de algo dulce, era en serio que me refería a ti.

Asuka guardó silencio y se estremeció al sentir la entrepierna del rubio posarse justo sobre sus glúteos, demostrándole que cada palabra, aunque estuviera poseída por el alcohol, iba totalmente en serio. 

—D-deja que me despida... y nos vamos. —Declaró finalmente luego de desviar su mirada avergonzada a él, convirtiendo el incendio de Bakugō en un volcán en erupción.

—Bien. Te veo abajo. —Acordó al instante, y plantándole un rápido pero candente beso que dejó mareada a la chica, salió como un huracán a pedir un taxi para que los llevara a casa lo más rápido posible.

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Nos leemos mañana

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