Nunca nadie la había tratado como él lo hacía. Nunca nadie jamás la había hecho sentir del modo que él conseguía. Pacífica. Deseable. Hermosa.
¿Por qué había pasado tanto tiempo huyendo de él?¿De su cariño, de su amor? Había sido una tonta. Estar a su lado era una de las mejores cosas que le había pasado en la vida, y por eso ahora, iba a aprovechar cada maldito segundo.
—Eres preciosa. —Le murmuró él al oído mientras acariciaba su piel, haciendo, como no, que ella se sonrojara profundamente.
—¡Cállate, no lo arruines! —Se quejó abochornada, tomando su rostro para besarlo salvajemente.
Aún no conseguía ser sincera con sus sentimientos, habían pasado varias semanas, pero aún no conseguía dejar salir de corazón todo lo que sentía por él. Pero Akira era paciente. Había logrado ver a través de esa fiereza, de esa ardiente personalidad, y se había enamorado de las dos partes de ella, de la fuerte y de la pasional, consiguiendo que poco a poco, ambas empezaran a unirse.
—¿Estás bien? —Comentó él con preocupación al escucharla dar un pequeño quejido, sosteniéndola por la cintura para detenerla. —Es mejor que vayas lento.
—¡No fastidies! Puedo hacerlo. Yo siempre puedo con todo. —Afirmó la rubia frunciendo su ceño profundamente, molesta por su tonta amabilidad, pero lo cierto era que esa era una de las cosas por las cuales había caído rendida por él.
—Lo sé. Sólo ten cuidado. Sé que será doloroso. —Explicó Kiyama con voz gruesa y suave, pero antes de que Bakugō pudiera replicarle más, volvió a besarla con una pasión y dulzura que derritió a la chica, haciéndola concentrarse sólo en él.
Lentamente, y con movimientos cortos, Katsumi fue penetrándose con lentitud, en medio de un mar de besos húmedos que los hizo a ambos temblar de deseo, hasta que finalmente, quedó totalmente sentada sobre su miembro, sacándole un gemido agudo y sexy que erizó la piel del albino y lo hizo jadear de necesidad.
—Cuando tú quieras, princesa. —Murmuró Akira paseando sus manos por los glúteos y cintura de la rubia, haciéndola obviar convenientemente aquel modo en que la había llamado ahora.
—Así siempre ha sido. —Respondió en medio de un suspiro, enroscando los brazos en el cuello de su novio para empezar a besarlo mientras se balanceaba suavemente de adelante a atrás, sacándoles a ambos un gemido que dio inicio a una larga noche de pasión y amor desenfrenado.
N/A
Recuerden aplicar insulina para el exceso de azúcar 🥰
Nos leemos mañana!
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