Era la tercera vez en aquellos meses juntos que su mujer se escapaba de su vista para perderse durante horas, haciéndolo sentir demasiado ansioso e inseguro; por lo que cuando en esa ocasión se percató de que ella planeaba volver a marcharse, decidió fingir que estaba concentrado afilando su espada y, en cuanto se perdió de vista, decidió seguirla.
Por un momento pensó que no podría hacer nada si ella se alejaba volando, en lo que pensaba podría ser algún tipo de reunión con alguna de las de su especie; tenía claro que las arpías solían ser muy unidas. Pero al verla adentrarse en una cueva no tan lejana para quedarse allí por largos minutos, la curiosidad y la confusión lo impulsaron a averiguar qué era lo que estaba pasando.
Al acercarse, el bárbaro se alarmó al empezar a escuchar unos leves gemidos provenientes de ella, revolviendo su cabeza de tal forma, que todo el sigilo que planeaba emplear para no dejarse notar se fue al trasto en medio segundo. Pero la escena que se presentó ante tus ojos cuando llegó al fondo de la cueva, lo dejó totalmente estupefacto.
—¿¿¿Pero qué puta mierda??? —Jadeó impactado al observar como Asuka, desnuda, acostada entre un montón de hojas, ramitas y paja, expulsaba por su estrecha vagina lo que, para su gran impresión, era un huevo de tamaño considerable.
Al escucharlo, la arpía se sobresaltó abriendo sus ojos alterada, y al ver a su compañero allí de pie observándola con ojos abiertos de par en par, su sonrosado rostro se tiñó de escarlata mientras soltaba un lamento estrangulado.
—Dioses, no, ¿qué haces aquí? —Murmuró con voz temblorosa tapándose la cara con una mano mientras trataba de cerrar sus piernas, pero era tal la molestia y el dolor que sentía, que no pudo conseguirlo.
—Joder, ¿no me dijiste cuando nos conocimos que las arpías no ponían huevos? —Cuestionó él ignorando su pregunta, adentrándose para llegar a su lado notando que había dos de ellos entre sus piernas.
—No, ¡vete! No me mires. —Gimoteó ella profundamente avergonzada, empezando a temblar de la cabeza a los pies. —No puedo creer que esto esté pasando.
—¿Cómo coño se te ocurre venir aquí sola? ¡Estás totalmente indefensa! —Bramó el bárbaro airado pensando en todas las cosas terribles que pudieron haberle ocurrido en su ausencia, pero al escucharla quejarse de dolor llevándose ahora las dos manos al vientre, cerró la boca de golpe y automáticamente se puso nervioso. —¿Y esto qué coño significa? ¿Q-quiere decir entonces que estos son... nuestros...?
—¡No! Dioses, no. Te dije que nosotras no... uffff. —Chilló la albina muerta de bochorno, deseando que la tierra se abriera y se la tragase. —L-las arpías... tenemos nuestros niños... exactamente como ustedes los humanos.
—¿Entonces qué putas es esto? —Demandó el bárbaro confundido, con sus ojos carmesí quedándose trabados en aquellos huevos.
Asuka guardó silencio unos instantes tratando de asimilar que no podía escaparse del tema, por lo que volviendo ocultar su rostro, murmuró:
—E-es... es mi... periodo. —Tartamudeó con gran dificultad, generando un corto silencio que hizo que el ambiente se tornara repentinamente tenso.
—Ah... —Fue todo lo que pudo decir el platino luego de largos segundos de incomodidad.
Pero para fortuna y desgracia de la arpía, una nueva ola de dolor le cruzó el vientre haciéndola retorcerse y jadear angustiada, provocando que la tensión del hombre se disipara y fuera reemplazada por la inquietud.
—¿E-estás bien? —Cuestionó acercándose más a ella, moviendo las manos dudosamente sobre su cuerpo sin tener la más remota idea de qué hacer. —¿Es... siempre así?
—U-últimamente más de lo usual... —Le respondió mientras respiraba dificultosamente, sosteniéndose otra vez el vientre como si quisiera de ese modo parar el dolor. —Nunca antes... habían sido... tres. —Reveló, y nuevamente, un breve silencio se hizo presente.
—¿Aún queda uno? —Soltó el cenizo mirando la mano sobre su panza, sin poder evitar sorprenderse y, oculto allí, desear poder ayudarla de alguna forma.
La mujer asintió y cerró los ojos, tratando de olvidar el dolor concentrándose en ignorar que Bakugō estaba allí, presenciando aquel momento tan bochornoso para ella. Pero no pudo hacerlo por mucho tiempo, pues su compañero, al escucharla gemir otra vez y retorcerse, la tomó repentinamente en brazos y la recostó contra su pecho, abrazándola por la espalda para poder poner sus grandes manos justo sobre su vientre.
La arpía se quedó repentinamente tensa dividida entre la vergüenza y la sorpresa de estar en medio de una postura con alguien allí presente, pero al sentir la calidez de la manos de su compañero sostenerla de aquella forma tan maravillosa, abandonó cualquier pensamiento que no fuera el profundo amor que él estaba demostrándole al tratar de ayudarla cómo pudiera.
Relajándose, la albina languideció y se concentró en su respiración, poniendo toda su energía en terminar aquello pronto y poder irse de allí, con su corazón latiendo fuerte al confirmar por enésima vez que no podía haber elegido a nadie mejor para compartir su vida.
Notando que su mujer parecía encontrarse un poco mejor, el bárbaro trató de imitar los leves movimientos que ella había estado haciendo sobre su panza hacía unos segundos, y al palpar levemente, notó con profundo asombro cómo algo duro sobresalía allí, haciéndolo comprender un poco el dolor que eso debía causarle.
—Sí... así... Presiona un poco más... —Empezó a murmurar ella luego de algunos segundos, provocando que la piel del bárbaro se erizara por completo.
Haciendo lo que le pedía, se inclinó hacia adelante sin poder evitarlo, pues ahora que estaba seguro de que ella se encontraba mejor, el deseo de poder verla haciendo aquello se alzó en su interior de forma increíble. Ya en el pasado había tenido ideas pervertidas con esa imagen, por lo que comprobar que era cierto y que estaba sucediendo frente a él era algo que simplemente no podía ignorar. Y no se arrepintió.
Poco a poco, y con su ayuda, la arpía empezó a expulsar el último huevo en medio de un concierto de quejidos y suspiros que le puso la verga dura sin que pudiera hacer nada al respecto, y al ver cómo su estrecha vagina se estiraba hasta lograr alcanzar el radio máximo del óvulo para luego arrojarlo suavemente hasta caer entre sus piernas, tuvo que morderse la lengua para no decirle que era la cosa más depravada y excitante que había visto en la vida.
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Les confiezo que me siento TAN changamente pervertida al haber escrito todo esto 😅🤣 pero es que me pareció tan apropiado para Asuka, siendo un ave, además de la mensión que hice sobre los huevos en el OS del bárbaro y la arpía, que no pude contenerme a describir esta situación con todo lujo de detalles xD
Pero bueno, en fin, ya me contarán qué les pareció, y espero me dejen sus comentarios acerca del dibujo, porque también les confiezo que es mi favorito hasta el momento. Dios mío estoy muy mal de la cabeza xD
Un abrazo a todos! Nos leemos mañana.