Cigarrillos.

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Lena.

Los ojos me dolían de tanto mirar el portátil, ni siquiera las gafas que rara vez necesitaba utilizar habían mitigado el efecto de extensas horas frente a las pantallas. Además de eso, me dolía la cabeza y sentía que la espalda estaba a punto de explotar en un intento desesperado por aflojar los nudos que se apretaban minuto a minuto.

Inconscientemente me lancé hacía atrás, con la mano extendida hacia ese cajón que evitaba abrir gran parte del tiempo, y digo gran parte del tiempo, porque días como este solo me gritaba sobre la cabeza que solo abriera el cajón y me sumergiera en ese vicio un tanto desagradable que me estaba esforzando por llegar.

—Señorita Luthor. — Jess habló por la vía directa. — Morgan Edge acaba de llegar a la oficina y dice que debe hablar de inmediato con usted.

Era otro hombre más, deseoso de poder y de encontrar la sumisión directa en cada una de las personas que le rodeaban, sobre todo de las mujeres que osaban ponerse a su misma altura. Porque claro está, que él nunca aceptaría que la empresa con más relevancia a nivel mundial fuese una mujer soltera y menor de 30 años.

Era simplemente patético que se viera en la necesidad de aparecer a reforzar su hombría.

—Dile que estoy en una reunión importante. — Corté con desgano. — Que vuelva en horas de oficina y que tenga la decencia de agendar una hora contigo antes de aparecer, con el motivo específico y puntual que quiere tratar conmigo.

—Como ordene, señorita Luthor.

—Y Jess. — La pobre mujer ojerosa y un tanto desgastada me dio una mirada cansada, recién en ese momento me percaté que a pasaban de las 10 de la noche. — Puedes retirarte, ya has excedido tu horario laboral. — Ella iba a refutar, pero solo le di una sonrisa. — Y mañana puedes ingresar a eso de las 10 de la mañana, necesito recompensarte de alguna manera.

Mi asistente solo sonrió. — Muchas gracias, señorita Luthor.

—Lena. — Corregí. — Hemos estado trabajando juntas tanto tiempo que al menos podemos tener esa familiaridad.

—Gracias, Lena.

En apenas unos minutos, el silencio tomó a todo el edificio, haciendo eco en la misma soledad de mi propia vida, incluso silenciando directamente los gritos iracundos de Edge sobre los protocolos de educación que se deberían tener con una persona de tanta importancia como él.

El silencio trajo consigo un torrente de pensamientos negativos y una necesidad de introspección a mi propia vida en ese momento. La revelación de Kara había llegado ya desde hace un par de años y la inminente reparación de nuestra amistad hace otros tantos, mientras que el declive de mi hermano y su extraño vínculo con Nyxly había desatado un desastre en la ciudad, pero, que a final de cuentas, terminamos por derrumbar.

Había cambiado tanto y la vez tan poco en todo este tiempo, que realmente parecía como una especie de sueño que todavía no lograba vislumbrar del todo y traer a la realidad. Así que sin darme cuenta, terminé por abrir el cajón del escritorio, deslizando mi mano con cautela hasta tener el paquetito entre mis manos.

Una cajetilla de cigarrillos que había durado más de lo esperado desde que la compré, porque de verdad había querido desprenderme de ese mal hábito. Ya con el alcohol era más que suficiente.

Deslicé con calma el cigarrillo entre mis labios y tomé el vasito de café que mantenía humeante a mi lado, caminé distraída hasta el balcón y encendí el la chispa con mi mano (uno de los beneficios de manejar los elementos). La primera calada fue profunda, sintiendo que el humo recorría el camino directo a mis pulmones y luego recorrer el camino de vuelta hasta que solo se devolvió para salir entre mis labios.

One Shot SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora