Entre un Dios y el Sol.

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Lena.

Otra vez comenzábamos el día con una montaña de papeles y unas cuantas reuniones que me llevarían unas buenas horas poder despachar. Los días se habían vuelto un tanto monótonos luego de haber vencido a Lex, solo teníamos que enfrentar un par de pormenores que no alcanzaban a ser emocionantes. Así que había terminado por enfrascarme en unos cuantos inventos que podía revolucionar al mundo.

Lo extraño de esta semana, es que todo estaba muy tranquilo, ningún opositor de Supergirl o del mismo apellido Luthor había interrumpido en mi oficina, así que me había sumido en un aburrimiento atroz.

—Jess. — Hablé al intercomunicador en mi oficina. — ¿Puedes adelantar la reunión con el embajador de Taiwán? — Esperé momentáneamente, pero no llegó ninguna respuesta. — ¿Jess? — Nuevamente no llegó nada. — ¿Jess?

—No creo que ella te pueda responder. — De inmediato miré hacia el costado, donde un hombre vestido de negro estaba jugando con uno de los nuevos prototipos. — Decidió tomar una siesta. — Su mirada era turbulenta, demasiado maliciosa como para no estremecerse. — Dijo que eras una jefa terrible y que no la dejabas descansar jamás. — Quise ponerme de pie, pero de inmediato un arma apuntó en mi dirección y un control apareció en su otra mano. — No lo intentes, Luthor. — Pensé en un hechizo, pero ese hombre solo lanzó una risa estridente. — Ni siquiera pienses en usar tu magia, porque explotaré la bomba que instalé antes de que puedas pronunciar palabra. — Movió la cabeza en señal de orden. — Así que te recomiendo que te sientes y no intentes ninguna idiotez.

—¿Quién te ha enviado? — Quise saber mientras volvía a sentarme. — No creo que consigas armamento de alto calibre sin ningún tipo de contacto.

Negó con una sonrisa. — Nadie me ha enviado, Lena.

—¿Entonces? — Analicé mis posibilidades, sabiendo que cualquier hechizo sería imposible si tenía una bomba remota. — ¿Por qué estás haciendo esto? — Solo me quedaba el razonamiento para desalentar su acción. — ¿Quieres dinero?

Lanzó otra carcajada. — No todos somos tan miserables como tú, Luthor. — El odio que transmitía su mirada me congeló. — No todos estamos dispuestos a hacer lo que sea por dinero. — Dio un par de pasos a mí. — Algunos nos ganamos la vida honradamente hasta que personas como tú nos destruyen.

—No te he hecho nada. — No tenía opciones, solo podía razonar con él. — Y sea lo que creas que te hice, podemos hablarlo para encontrar solución.

—¡Primero tu hermano y luego tú! — Gritó fúrico. — Alguien debería exterminarlos y borrar su rastro de la faz de la tierra. — Sus ojos eran determinados, crueles. — Y yo voy a ser ese alguien.

No había forma de razonar con esa bestia furiosa. — Comprendo, yo también detesto el apellido Luthor, pero no soy como ellos. — Estaba perdida, él daría pie atrás. — Al menos dime la razón de tu odio.

—¡Me quitaste todo! — Gritó. — Yo solo era un empresario mini y con tus inventos lograste que las personas creyeran que mis materiales de construcción eran dañinos, me mandaste de cabeza a la ruina. — Sus ojos se volvieron cristalinos. — Mi padre se suicidó cuando no tuco para comprar los medicamentos de mamá y luego ella también se me fue. — De pronto ese ser que tenía la potestad de hacerme volar en pedazos estaba llorando. — Perdí todo porque decidiste que cualquier cosa de tu fabricación es mejor. — El solo tomó una respiración profunda y luego exhaló. — Ya no tengo más que perder, y es toda tu culpa. Ya no tengo nada por lo que vivir, pero me niego a irme sin arrastrarte conmigo al infierno.

La determinación de sus ojos me hizo saber que todo ese dialogo era un preludio para un destino que ya había decidido tanto para él como para mí. La muerte bailaba en ese espacio y era solo cosa de segundos que podía evitar esto.

One Shot SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora