El amor no se puede olvidar 2/2

368 34 19
                                    

Narra Ana gabriel

Eran las 07:30 de la madrugada, el funeral estaba por acabar y se iban a llevar el cajón y algunas flores, por lo que pude ver había coronas de rosas y jazmines, algunos familiares que pudieron asistir eran de España y otros de Argentina, amigos y conocidos que se acercaron a dar el pésame.

—Lu—La moví suavemente—. Ya están por irse. 

—Que bueno.

—Hermana...—Joaquín intento intervenir.

—¡Ya déjenme en paz!—Contestó histérica—. No quiero ver a mi padre así.

Lucía estuvo histérica toda la tarde de ayer y no durmió en la noche pero tampoco fue a ver el cajón, se puede decir que pasó toda la noche con una expresión fría en el rostro, su mirada se perdía como si la nostalgia siempre la golpeara. Por mi parte, yo tampoco fui allí, porque si alguien me preguntara qué estaba haciendo aquí, realmente no sabría qué decir.

—María Graciela es suficiente—Joaquín se paró frente a ella y la agarró por los brazos, obligándola a enderezarse y mirarlo a los ojos. Los dos se miraron con enojo pero en el fondo estaba claro que compartían el mismo dolor, la misma tristeza—. Sé que duele, ¿de acuerdo? Sé que no la estás pasando bien ahora ni antes, lo sé, pero no hay razón para dar la espalda en este momento, no hagas lo que él no te enseñó, siempre mira con la cabeza en alto y aunque los problemas son más fuertes, no debes mostrar debilidad.

—No me entendes, nadie me entiende—Contestó ella firme—. Déjame de joder, no estoy dando la espalda.

—Si no le das la espalda entonces ve y dile el último adiós a nuestro padre, acompáñalo en su último viaje...—Los labios de joaquín comenzaron a temblar, sus ojos se llenaron de lágrimas al instante y su voz se cortaba—. Lo siento, debería haber hecho algo pero... él nunca aceptó mi ayuda, nunca me escuchó—soltó un suspiro cayendo en los brazos de lucía.

—Acompañemos a papá en su último viaje—Contestó ella.

Joaquín entró a la sala de velatorio, pero Lucía se paró justo en la puerta. Pude ver que le temblaban las piernas y apretaba el puño por un momento pensé que se iba a desmayar pero no se quedó en pie y se dio vuelta para verme, me acerque a ella para hablar por tercera vez en todo el tiempo que llevo aquí.

—Si no lo quieres hacer, está bien, él te conocía bien y seguro que te comprende.

—Dame la mano—Pidió pero como era la tonada de los argentinos sonó más como una orden.

No lo pensé más y di la mano, internamente agradecida de que familiares y amigos no estuvieran en la sala, ya que les resultaría extraño que estuviéramos tomadas de la mano, aunque eso no era lo que importaba en este momento. Lucía se acercó al cajón y soltó mis manos para colocarlas sobre las de don joaquín, ella seguía temblando, sorbio su  nariz y comenzó a llorar en silencio mientras repetía "Papi no te vayas" en voz baja. Puedo jurar que era la niña interior quien lloraba, no era Lucía Galán ni María Graciela; era la pequeña Gachi: que lloraba y le pedía a su padre que no la abandonara en este mundo tan grande y frío para ella, no podía dejarla así que estaba prácticamente a su lado y aunque no logrará calmar su dolor pude abrazarla para que sintiera mi compañía.

—Tranquila mi vida—Besé su cabello.

—Yo no lo quiero perder, Ana él no me puede dejar así.

...

—Quédate con ella, por favor, que no  quedé sola en ningún momento—Pidió joaquín.

Es el amor quien llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora