Una noche de sexo, una mañana de llanto y una vida de olvido 7

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Estuve viendo a Lucía dormir el resto de la noche no pude cerrar un ojo ya que ella estaba teniendo pesadillas y despertaba asustada cada tanto, no sabía de qué tenía miedo pero sentía que mi deber a partir de ahora es protegerla. Es una chamaca que todavía no sabe mucho de la vida, pero aún así es arriesgada y por eso tengo que cuidarla del mundo y de las personas. Miré mi reloj y vi que ya eran las 06:00 am. Tenía que ir a una reunión. Tenía que hablar de mi nuevo álbum. La verdad es que no quería irme pero tenía que.

Acaricie su cabello por última vez y fui a mi clóset por la ropa que usaría para ir a la reunión. Cuando terminé de vestirme me agregué un poco de maquillaje y luego peine mi  pelo, hora debía cuidarlo más ya que estaba largo. Busqué una hoja y un lápiz y escribí la nota para Lucía.

{Mi niña tengo que ir a una reunión importante mi nuevo disco aún debe tener arreglos, ya sabes de lo que estoy hablando, la heladera está llena así que sírvete lo que quieras comer, no dudes en llamarme si necesitas cualquier cosa. Hay copia de la llave detrás de la foto donde estoy con mi madre; tómala si te quieres ir.
Te quiero...
María Guadalupe. Ana gabriel}

Dejé la nota sobre la mesa para que la viera cuando se despierte, salí de la casa y cerré con llave, no me preocupaba si se quiere ir ya que le escribí informandole donde estaba la copia.

Cuando llegué a la oficina, todos los empleados me saltaron encima. Los atendí uno a uno, cuando terminé mi trabajo con ellos fui a mi oficina donde vi salir a Diana Verónica quién tenía una cara seria, me miró y lamió su labio inferior, su rostro reflejaba enojo, como si algo malo estuviera esperando detrás de la puerta de mi oficina, me acerqué a ella, la saludé con un beso en la mejilla y le acaricié el vientre inflamado por el embarazo. En dos meses vendría la bebé.

—Buenos días Diana Verónica—Sonreí pero ella no me devolvió la sonrisa— ¿Qué sucede? ¿Paso algo con la bebé?—Pregunté alarmada.

—Le dije que se fuera Ana pero no me escuchó, esa mujer lo único que trae es la desgracia.

—No me asustes—Dije y abrí los ojos— ¿quién está allí dentro?

—La chaparrita de oro—Dijo rodando los ojos y haciendo su voz chillona—Dijo que sin hablar con usted, no se va.

No podía creer que ella estuviera aquí después de haberme hecho sufrir durante meses y quiera  retomar nuestra conexión como si no hubiera pasado nada.

—Muchas gracias Diana Verónica, siéntate y relájate, no te hagas mala sangre, yo me encargo de esto—Dije mientras acariciaba su pancita—Tú encárgate de descansar.

—Te juro Ana que si escucho gritos, así   embarazada y todo como estoy, entro y le parto la madre a esa chaparra.

—Ay diana—Comencé a reír.

Diana fue a terminar el vestuario que usaría en los próximos conciertos, yo por mi parte estaba reuniendo coraje para entrar no sabía qué haría ni qué diría, no podía afrontarla aunque ella tiene la culpa que durante meses guardé ese sentimiento de tristeza en lo más profundo de mi oscuridad, las noches de ansiedad habían destruido mi paz, solo podía desahogar mis penas escribiendo canciones. Ella es la culpable de todo eso.

Respiré hondo y abrí la puerta, cuando entré, la cerré con seguro, no quería que nadie nos interrumpiera, hoy me descargaría y sería la última vez que habláramos.

Vi a Verónica sentada en mi silla, vestía  pantalones holgados de jean y una musculosa negra, cuando se paró pude ver que llevaba tacones negros, se acercó a mí y se quitó las gafas de sol, dejándome ver esos ojos que antes me hacían suspirar, esos ojos que durante años han sido mi prisión y mi felicidad. Los ojos por los que meses lloré por volver a ver.

Es el amor quien llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora