23 de diciembre

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Narra Ana Gabriel

Sentí un peso saltar sobre mí mientras reía, era mi pequeña Diana Alejandra.

—Vamos mami, ya despierta—Me sacudió el brazo.

Mi cuerpo estaba cansado, al igual que mis ojos, ya que podía acariciar el cabello de Dianita, pero ella seguía saltando encima de mí.

—Amor mío, tu madre Ana ya se está levantando.—escuché la voz de Lucía—. ¿Por qué no sales al jardín y pones la mesita para jugar con mi sobrino? Fran estará aquí hoy y está emocionado de jugar con vos.

—Siii—Salió de encima mío y escuché sus pasitos alejarse. 

Me armé de valor y me levanté de la cama. Vi que toda la habitación alrededor estaba acomodada, las cortinas estaban abiertas, dejando la habitación más luminosa y hermosa. Miro hacia el lado donde ella dormía y la veo de espaldas a mí ya se veía muy bonita con una minifalda negra y una blusa rosa, su cabello estaba recogido en una cola de caballo. Me veía como una idiota mirándola hasta que se dio la vuelta para recoger un lote de ropa que empacó en su maleta.

—Diana vino a dejar a Alejandra—Comentó. 

Había olvidado que lo que menos quería era que cruzaran y se cruzaron, espero que no tengan ningún problema o me sentiría peor de lo que ya me siento.

—Gracias por recibir a Dianita—Dije mientras preparaba la ropa que usaría hoy.

—No es nada—Respondió sin dar la vuelta.

Cuando me duché, me pasé el jabón por el cuerpo con desesperación, no porque hubiera lodo ni nada de eso, sino que me sentía sucia por lo que había hecho, porque mi cuerpo era el lugar más horrible que podía estar.

Al terminar salí y comencé a sacarme el cuerpo, pude ver en el espejo que debajo de mis pechos, el izquierdo para ser exacta, tenía un chupeton que me había hecho Verónica. Tuve náuseas por que decidí vestirme rápido antes de que encuentre más chupetones y quiera suicidarme.

Siempre quise tener una familia mía y la persona que es mi pareja. Siempre quise pasar las mañanas con mis hijos y mi amor en la construcción del árbol de Navidad, pero esta vez me sentí triste porque Lucía no estaba a mi alrededor y yo fui una maldita.

Después de ducharme, me vestí con pantalon corto negro, una remera blanca holgada y bajé a hacer un chocolate frío para el desayuno ya que hacia mucho calor y unas galletas caseras que Lucía había preparado la noche anterior.

Pancho y Dianita estaban sentados en la mesa frente al árbol, todavía sin adornarlo, querían quitar las bolas de colores y las colgarlas en el pino, e incluso hablaban entre ellos de cómo iban a decorar la casa.

—Mamá Ana—Llamo Dianita—. ¿Dónde estuviste anoche? Llame a casa porque te extrañaba pero solo estaba lucía.

Mi pena aumento.

—Yo-Yo—No sabía que decir—. Tuve una urgencia en el trabajo.

—Ya veo—Asintió convencida—. ¿Mamá lucía no va a bajar?

—Acá estoy mi amor—Lucía entro a la sala.

—Ya te extrañaba—Dijo la niña y sonrió. 

Lucía solo le tiro una besito y le guiño el ojo.

—Te ves hermosa tía—Comentó pancho.

—Gracias,  gracias—Dio una vueltita y rió—. Terminen así comenzamos a decorar—Ella estaba igual de emocionada—. Voy a la cocina, ya vuelvo. 

Es el amor quien llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora