Mujer contra mujer 13

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—¿Por qué razón queréis volver antes?—Preguntó Mamá.

—Es que quedé en algunos planes, madre—Respondí mientras ponía los platos en la mesa.

Estábamos preparando todo para el almuerzo, mi padre se fue al comedor y colocó el pan y dos botellas de vino en la mesa.

—Mi gachita—Se acercó a mi y beso mi frente—. Cada vez te veo más grande y cada vez más bonita como los Lagos de Asturias. 

—Lo amo padre—Sonreí mientras me abrazaba a su torso—. Usted es la persona que más amo.

—Y tu eres mi mayor logro...

—Qué bien nos hace sentir eso—Dijo Joaquín mientras se abrazaba con Mamá.

—Oh vengan aquí—Mi padre extendió los brazos—. Ambos sabéis cuanto os amo.

Yo sonreía mientras que Joaquín sólo asentía con un leve sonrisa en el rostro.

Comenzó el almuerzo. Mamá hizo su especialidad tortilla española. Papá abrió el vino. Fue entonces cuando Joaquín dejó de hablar y se puso un poco tenso. Me di cuenta al instante, no somos siameses, pero sé cuando algo anda mal con él.

—Cariño, ¿qué pasa? —preguntó mi madre mientras se limpiaba la comisura de la boca con una servilleta.

—No sucede nada madre solo pensaba en Viviana, eso es todo—. Bebió un poco de jugo—. Esta tarde la iré a ver —Le dio a mi papá una mirada ligera, él estaba abriendo otra botella de vino—. ¿Quieren venir? Seguro puedan dar un paseo.

—Oh no hijo, deberías pasar tiempo con ella y luego iremos a verla—Sonrió mamá.

El almuerzo se desarrolló sin problemas, como es costumbre de mis padres hicimos la sobremesa. Estaba muy nerviosa porque teníamos que hablar y ponernos al día. No quería que preguntaran si tengo pareja o no.

Mi madre trajo café y nos sentamos en los sofás de la sala, Joaquín conversaba animadamente con mi madre, yo los veía mientras ponía un poco de azúcar en el mío porque no me gusta el sabor  tan amargo como a ellos.

—María Graciela—Me llamo mi padre—. Tráeme hielo.

—Cariño, ya tomaste un trago a la hora del almuerzo. Mejor disfruta tu café— sugirió mi madre con ese tono dulce que la caracteriza.

—Engracia calla la boca—Respondió él sin siquiera mirarla—. Graciela el hielo.

—Si padre.

Cuando regresé a la sala con el hielo, se lo entregué y me senté en mi sofá favorito, mi papá abrió su botella de whisky y llenó el pequeño vaso de vidrio.

—Lucía, ¿cómo estás en México? ¿Qué os parece el lugar?—Preguntó mi madre para comenzar una conversación. 

—Los lugares son hermosos, aprendí mucho y la gente es muy amigable.

—¿Y los caballeros? No es que quiera darte prisa, pero el tiempo corre.

—Tu madre tiene razón—Apoyo a mi papá—. Debes tener un esposo a quien servir y serle fiel, debes asegurarte de que eres lo suficientemente bella para que él se entregue por completo a ti.

Por mucho que amaba a mis padres, ellos tenían ideas que no me gustaban. Quiero casarme y formar una familia, pero no quiero desempeñar el papel de esclava por alguien que sin duda me sería infiel mientras estoy dando a luz a su hijo. En momentos como este, solo puedo sonreír y asentir con la cabeza, esperando que hablen de otra cosa.

Es el amor quien llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora