Para toda la vida

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Narra Lucía Galán

—Ana...—Dije sin poder creerlo.

—Mi vida.

—Sí.—Dije con emoción.

—¿Aceptas ser mi esposita?—Dijo con una sonrisa.

—Sí—Reí—. Acepto ser tu esposita.

Ana puso el anillo en mi dedo y rápidamente envolví mis brazos alrededor de su cuello y la acerqué a mí para besarla con todo el cariño que tenía, pero para mi sorpresa no estábamos solas detrás de los árboles salieron mi hermano y mi cuñada, las dianas, Alberto y Marieta.

—¡Felicidades!—Gritó alberto y todos aplaudieron.

—Bueno, hora de la boda, ¿no creen?—Dijo Viviana.

—¿Cómo?—Pregunté.

—Mira, solo haz lo que Diana  Verónica y Alberto te digan.—Beso mis manos y Diana se acercó.  

—Vamos Lu.

—China tú también prepárate—Le dijo alberto mientras nos íbamos a no sé dónde. 

Todavía estaba sorprendida y mientras caminaba por la isla vi que al otro lado había un bote en el que Diana y Alberto me ayudaron a subir, cuando entramos vi que el lugar parecía un restaurante como un barco de fiesta. Diana me dijo que la siguiera mientras Alberto se servía un trago en la barra.

—Tu vestido y zapatos están allí.—Dijo y cerró la puerta.

Agarre el vestido que era blanco precioso, era largo y un poco ceñido al cuerpo con pequeños destellos, me lo puse y quedó perfecto después de ponerme los tacones, toqué la puerta que abrió Diana y sonrió un poco melancólica cuando ella me vio.

—Te ves perfecta.—Tomo mis manos y levanto un poco mis brazos—. Realmente hermosa.

—Gracias Diana.—Sonreí.

—Veo que le calculé bien tu talla.—Rió. 

—Y destaca también mis curvas, gracias—También reí.

Volví a lo que era el restaurante y Alberto empezó a maquillarme, me sorprendió el delineado le saliera tan bien.

—Esperense que voy al baño.—Dijo y cerró el bolsito de maquillaje—. Ahorita regreso.

Me levanté y me miré en el espejo, Diana Verónica estaba detrás de mí y me puso la corona de pequeñas flores blancas en la cabeza.

—Gracias—Sonreí.

—Cuídala. 

—¿Qué?—Me di vuelta.

—A Ana—Aclaró—. Cuídala y hazla sentir amada, te lo pido por favor.—Pude ver cómo sus ojos brillaban—. Dale todo el amor que tengas porque...—Se calló.

—¿Por qué?—Pregunté con temor a que me afirme lo que yo ya sospechaba hace tiempo.

—Porque fue muy difícil para mí entender por qué tú sí y no yo.—Una lágrima bajo por su mejilla izquierda, ella la secó y sonrió mientras terminaba de colocarme el labial.

Es el amor quien llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora