Cosas del amor

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Narra Lucía Galán

Septiembre 1992

¿Qué haces cuando sientes que todo acaba? ¿Cómo sabes que ella ya no te ama? ¿Cómo afrontas la realidad?

Desde que conocí a Ana no sabía si sería fácil o difícil, aunque dicen que los amores clandestinos no terminan bien, no quiero creer, no quiero creer que ella y yo pudiéramos terminar así.  Otro encuentro entre ella y Verónica o entre sus amigos, y yo con los celos carcomiéndome por dentro, pero no pude evitarlo, Vicente si que se paso esta vez. Le había ofrecido a MI mujer que ponga sus botitas debajo de su cama, a lo que ella le contestó que podría poner sus piernas sobre sus hombros.

Tal vez no era gran cosa, tal vez era un juego de los dos, pero no podía soportar que ella jugara así, y mucho menos sabiendo que sus amigos si quieren con ella.
Mi molestia también viene de todas las reuniones que tuvo con Verónica, no soporto que se vean.

S

eguramente ana me había buscado por todo el jardín e incluso en las demás habitaciones hasta entrar en la habitación de invitados, aquí me encierro cuando me enojo con ella, entró en la habitación y se dirigió a mí.

—Lucía.

Puso su mano en mi hombro.


—Estaba por invitarte a cenar—Se posicionó delante mío y paso sus brazos alrededor de mi cuello.

—Hoy tengo que trabajar.

—Pero después de eso...

—No tengo tiempo, Ana.—Contesté tajante.

Me miró fijamente por unos segundos, tratando de entender mi actitud, quitó sus brazos de mi cuello y humedecio sus labios.


—Si es por la broma que dijo Vicente sabes bien que la única persona que puede tenerme eres tú.

—Lo sé.

—¿Y por qué no quieres ir a cenar conmigo?—Indagó.

—Porque no tengo tiempo.—Levanté los hombros—. Después de todo, el tiempo es nuestro problema porque no tenemos tiempo para nada y mucho menos para tener un hijo, pero vos tenes tiempo para pasar el rato con tus amigos y hasta de trabajar con tu ex.

Agarre mi bolso y me lo cargué al hombro, salí de la habitación dejando a Ana con todas sus palabras en la boca, bajé las escaleras mientras la escuchaba decir mi nombre. Una vez ya estando en la planta baja me volteé y la encare, ella me miró sorprendida.

—Mi gachi...

—Graciela. ¿Qué es lo que querés?

—Quisiera que tengamos una charla.

Intento acercarse, yo me alejé.

—¿Quieres una charla?

La mire con una ceja levantada y de brazos cruzados. Ella asintió.

—Bien. Ojalá dejaras de coquetear con cualquiera que se cruce en tu camino.

Ana me miró con el ceño fruncido.

Es el amor quien llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora