💌Capítulo 26💌

17 5 14
                                    

La habitación era un desastre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La habitación era un desastre. Emitía un olor desagradable: cerveza y cigarro con un toque de ambientador. La puerta estaba entreabierta, por lo tanto, logré entrar con facilidad.

—¿Quién te dejó entrar? —preguntó Samantha, quien se encontraba sentada ordenando y sacudiendo unos libros.

—La puerta está abierta —justifiqué.

—No me interesa. Lárgate —dijo con voz tajante. Sus ojos expresaban agotamiento. Las ojeras no habían desaparecido y tenía una muy notable hinchazón en sus párpados.

—¿Estás bien? —pregunté con un semblante serio.

—Siempre lo he estado —respondió denotando sarcasmo —. Vete; no tienes razón para invadir mi casa ¡Vete!

—Melany es la administradora de The values school: The reality, pero... tú lo sabías ¿no es cierto?

—Tenía sospechas. Gracias por confirmarme —fingió agradecer —. Si es todo lo que me querías decir, te puedes largar, porque no te pienso seguir escuchando.

El sonido de los libros que Samantha colocaba uno sobre el otro después de limpiarlos y hojearlos un poco, se convirtió en el protagonista en el silencio.

—Perdón —mencioné. Ella dejó caer un libro en la mesa, haciendo que el golpe resonara en la habitación —. Lamento ya no estar para ti el resto que queda de tu vida. Lamento que prefiera ser feliz sola, en vez de seguir con los problemas que ocasionas, solo por llamar la atención.

—Tú no eres quien ve siempre sonriendo a la gente, mientras que tú te tragas el llanto —dijo, apretando los dientes.

—Y hacer bullying a los demás, ¿te hace sentir mejor? —pregunté —. Haciéndote la indiferente cuando me suspendieron y me insultaron por una estúpida fotografía.

—Porque... siempre tenías la fuerza para sonreír, mientras tanto yo... yo solo... soltaba una risa cuando veía a alguien llorar. Eso me hacía sentir que no era la única cobarde que lo hacía cuando estaba sola —se le quebró la voz, pero no se le asomaba ni una sola lágrima.

Saqué el papel que había guardado en mi bolsillo antes de venir y se lo entregué.

—En un primer momento, podría parecer una bobada, pero hizo darme cuenta de varias cosas —aseguré, sin esperar a que me respondiera le di la espalda.

—Mi padre está en la cárcel por haber asesinado a mi madre cuando tomó demasiado. Su empresa está al filo de la quiebra y yo... si antes estaba sola... hoy estoy peor...No pensaba contarlo, pero supongo que lo necesitaba —confesó.

Me quedé en blanco.

No era por atención, como siempre pensé que era lo que quería Samantha al hacer humillaciones, sino, el miedo a sufrir en soledad. Por alguna extraña razón, logré ver cómo era yo en el pasado.

P.D. Simplemente te amo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora