40. Los condones

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A los dos minutos que colgamos, me llegó un mensaje al móvil con el teléfono de la chica, la clave y las reglas, aún no estaba segura de querer participar en ese juego.

Se llevaron todas las cajas, después cogí mi maleta y miré por última vez aquella habitación que había sido más que eso, había sido mi guarida, mi refugio, la que sabía de todos mis proyectos, mis sueños y mis alocadas aventuras de universitaria. Bajé las escaleras, me despedí de algunos compañeros que me encontré en el camino y subí al taxi que ya me esperaba para llevarme al aeropuerto.

Al llegar al de Madrid me estaban esperando mis padres y María, que sostenía un gran cartel que decía "Bienvenida a casa señorita Lacunza", yo sonreí y corrí a su encuentro, primero abracé a mi madre que estaba más que feliz de volver a verme, la cargué y le di vueltas, después varios besos en ambas mejillas, ella sólo sonreía. Luego abracé a mi padre, que me dio un apretón en la espalda y unas palmaditas en una mejilla y por último le di un gran abrazo a María.

– ¿Y Santi? – pregunté al no verle ahí.
– Tuvo entrenamiento cariño, ¿qué tal el vuelo? – respondió mi madre abrazándome.
– Muy tranquilo mami, me dormí casi todo el viaje.
– Me alegra mucho tenerte en casa.
– A mí también me alegra mucho gusto regresar.


Caminamos al aparcamiento y subimos al coche de mi padre, les fui hablando del proyecto que tenía en mente y que me asociaría con dos de mis compañeros para llevarlo a cabo. Mi padre me habló como iba la fundación que dirigía y mi madre me dijo que estaba muy emocionada porque tendría una exposición en Toledo la semana que viene. María me anunció feliz que ya había conseguido trabajo. Al cabo de unos minutos llegamos a la casa, bajé mi maleta del maletero y entramos. Sonreí enormemente cuando se escuchó el grito de sorpresa y vi a mis hermanos, amigos y otros familiares en la sala de la casa.

De inmediato corrió el duendecillo de mi hermana a colgarse de mí, la abracé con fuerza y le di vueltas en el aire. Después me abrazó Santi, el recién casado, tenía apenas un par de meses de haber vuelto de su luna de miel. También me dio un gran abrazo Marta y luego su pequeño hermano Maiquel. Seguí saludando a los presentes, entre ellos mis tres tíos.

– Que gusto me da verte Nati, ya eres toda una mujer, que alegría que ya hayas terminado – dijo el tío Eduardo después de darme un gran abrazo.
– A mí también me da gusto verte tío, gracias por estar aquí.
– Ni lo menciones, no me podía perder tu vuelta a casa, por la noche nos vamos a celebrarlo, ¿eh?, un amigo acaba de abrir un bar y las chicas están de lujo, nos llevamos a tu hermano que el hecho de estar casado no le impide ver el menú y de paso al noviecito de tu hermana para que vaya aprendiendo.
– Si Elena se entera te ahorca.
– No le vamos a decir, ya tengo todo arreglado y hasta tu padre nos va a acompañar, será una noche de estar en familia memorable.
– ¿Te puedo robar a mi hermana, tío?
– exclamó Elena colgándose de mi brazo.
– Por supuesto nena – respondió y se fue con el resto de sus hermanos.
– Pensaba que estabas en Francia pequeñaja – dije apretándole cariñosamente la nariz.
– Es que este fin de semana será largo porque hoy es fiesta, he llegado por la mañana, muy temprano y me voy el domingo a mediodía.
– Pues eso me da mucho gusto, aunque igual estaba planeando ir a visitarte.
– Súper, puedo enseñarte algunos lugares maravillosos y muy románticos para cuando tengas novia la lleves para allá.
– Sabes que eso de las novias no es lo mío.
– Pero, el amor es maravilloso Nati, pensé que ya habías superado...
– guardó silencio, no quería herirme con ese tema – yo soy tan feliz con Maiquel, nos amamos tanto, aquí entre nos, él también irá a verme, estará diez días allá.
– Que bueno que me lo dices, ahora le preguntó cuándo va para así programar mi viaje en la misma fecha.
– Ay no seas celosona Natinat, sé cuidarme ¿vale?, vivo sola en otro país.
– Era broma, sé que puedo confiar en ti y no te voy a prohibir que hagas las cosas, sé que no necesita viajar tu novio para que te portes mal, sólo cuídate y siempre piensa en las posibles consecuencias.
– Eso hago, teniendo de padre a un doctor no puede ser de otra manera, recuerda:
– ¡¡¡Prevención!!!
– exclamamos las dos al mismo tiempo y nos largamos a reír.
– Cuenten el chiste, ¿no? – dijo Santi acercándose a nosotras.
– ¿Cuál es la frase predilecta de papá? – preguntó Elena divertida.
– La medicina debe ser preventiva no curativa, así que ante todo prevención – respondió en tono ceremonioso y volvimos a reírnos – por cierto Nati, te tengo un regalo de graduación, está en tu habitación, vamos.
– Ay yo quiero ver que es
– exclamó Elena.
– Es cosa nuestra, tú no puedes venir.
– Os odio, sois insoportable cuando os ponéis modo dúo, voy con Maiquel.


De inmediato pensé en el regalo de David, pero a pesar de que mi hermano estaba un poco chiflado no lo creía capaz de meter en la casa a una mujer, me reí para mis adentros, él se dio cuenta y me miró con cara de interrogación, pero yo moví la cabeza negativamente como diciéndole que no era importante.

Subimos las escaleras y caminamos rumbo a mi habitación, como siempre era la última del pasillo. Entramos y en la cama había una caja, yo lo miré y me pidió que la abriera, así que eso hice y me encontré con que se trataba de una dotación de preservativos.

– Acabo de firmar un contrato para ser la imagen de esa marca durante cinco años, así que me estarán surtiendo de este material, pero yo ya no los necesito y conociéndote, sé que te harán falta.
– Gracias Santi, no me esperaba que fuera esto.
– Recuérdalo siempre: ¡prevención!

Nos reímos una vez más y después bajamos. La fiesta siguió, comimos y después me puse a hablar con María.

– Cuéntame de tu trabajo.
– Estoy feliz, seré profesora en secundaria, la más prestigiada de Valencia.
– ¿Te mudarás a Valencia?
– pregunté sorprendida.
– Sí, ¿tú crees?, en un mes tengo que estar allí.
– Felicidades
– exclamé y la abracé.

Como a las diez de la noche el tío Eduardo empezó a reclutar a todos los hombres y a mí. Santi no estaba muy seguro de acompañarnos, pero finalmente lo hizo. Maiquel estaba nervioso porque acababa de hacer los dieciocho años y sería la primera vez que iría a un lugar de ese tipo.

Llegamos y nos sentamos en una mesa al lado de la pista, la primera chica que salió era una morena, preciosa y muy bien dotada de todas las partes de su cuerpo, la segunda fue una rubia impresionante y cuando salió la tercera ya teníamos varias copas encima. De pronto, la morena se acercó y me tomó de la mano, me llevó a un privado y me hizo un baile erótico y demasiado sensual, la única condición era no tocarla, ¿y qué se supone que haría si me estaba excitando?

Llegamos a la casa a las cuatro de la madrugada, yo estaba demasiado cansada, entre el viaje, la fiesta y el alcohol, en cuanto puse la cabeza en la almohada me quedé profundamente dormida. Cuando desperté, como al mediodía, tenía una erección, la morena había hecho muy bien su trabajo y había tenido un sueño húmedo de esos memorables que despiertas con la sangre hirviendo, tuve que acariciarme para tranquilizarme un poco, aunque no era lo mismo que hacerlo con una mujer, pero al menos calmaba las ansias.

Por la tarde llevaron mis cosas y empecé a deshacer la maleta. Cuando terminé recibí un mensaje a mi móvil, de David, donde me decía que sí me acompañaba a París y entonces, recordé su famoso club o sociedad secreta y dadas las circunstancias de la noche anterior, viendo bailar a despampanantes mujeres desnudas y sin poder tocarlas me sentía bastante inquieta, así que busqué el número que me había dado mi amigo y lo marqué, una hermosa y sensual voz me respondió.

– ¿Estás libre esta noche? – pregunté también en tono sensual.
– Sí, ¿en dónde te veo?
– ¿Te queda cerca el hotel Saint Regis?
– Sí, te veo en media hora en el bar, llevo un vestido negro, con una apertura de lado.
– Entendido, en media hora te veo.


Metí la mano en la caja y cogí varios condones que después metí en el bolsillo de mi pantalón, agarré las llaves de mi coche y bajé corriendo las escaleras. Mi familia estaba viendo la televisión, les dije que volvía más tarde y salí a toda prisa. A la velocidad que yo manejaba llegué en menos de veinte minutos al lugar de la cita, pagué una noche de hospedaje y me entregaron la tarjeta de la habitación. Entré al bar y no vi a ninguna chica con un vestido como el que me habían descrito, así que pedí un vodka mientras esperaba. Diez minutos después, una impresionante chica se sentó a mi lado en la barra, cruzó la pierna y en seguida supe que se trataba de ella, así que le guiñé el ojo y ella me sonrió de vuelta. Pagué mi trago y me levanté al mismo tiempo que ella.

Nos dirigimos al séptimo piso. El verle el cortísimo vestido y el profundo escote que lucía me encendió más de lo que ya estaba, así que cuando estuvimos dentro de la habitación la besé ansiosamente mientras me quitaba la chamarra y caminábamos al centro donde alcancé a ver una mesa, la doblé ahí, con su cara sobre la superficie, subí desesperada el vestido y sonreí al ver que traía tanga, me ahorraría unos preciados segundos, con la misma desesperación abrí mi pantalón y liberé mi ya erecto miembro, me coloqué el condón y debo reconocer que me porté bastante egoísta porque no me importó saber qué tan excitada estaba ella, lo único que quería era saciar las ganas.

Le hice a un lado el tanga y entré en ella con fuerza, emitió un grito y pude percibir que no estaba muy mojada, pero seguí impulsándome mientras jadeaba y poco a poco ella fue mojándose más y más hasta que empecé a escuchar sus gemidos de placer, entonces, incrementé el ritmo de mis movimientos al tiempo que le apretaba las nalgas que se pusieron rojas de inmediato debido a su blanca piel. No tardé mucho más en llegar al orgasmo y mi grito fue casi bestial, después de terminar completamente me salí de ella y me quité el condón.

– ¿Así que te gusta jugar rudo? – exclamó seria.
– Lo siento, no suelo ser así – dije y ella se largó a reír.
– Me gusta la rudeza, ¿sabes?, eres justo lo que necesitaba para divertirme esta noche.
– ¿Con qué te gusta la rudeza?, ¿y qué piensas hacerme ahora?


Me dedicó una maquiavélica sonrisa y se acercó a las cortinas, les quitó los cordones con los que estaban amarradas y después se acercó a mí, mirándome malévolamente y yo le sonreí divertida. Me empujó con todas sus fuerzas sobre la cama, se subió en mí y me besó, después tomó una de mis manos y la ató al borde de la cama, volvió a besarme y luego ató la otra mano.

Se bajó de la cama y se desnudó, después regresó a su posición, inspeccionó los bolsillos del pantalón y sacó otro condón, terminó retirándome el pantalón y el bóxer y me puso el condón lentamente. Yo estaba que explotaba ya, jamás había estado en una situación así, en la que no podía interactuar con mi pareja, ella volvió a sonreírme malévola y se sentó sobre mí, absorbiendo todo mi miembro en su interior y comenzó a moverse a su ritmo, empeñada ahora ella en gozar, se pellizcaba los pechos, se mordía los labios en tanto subía y bajaba, después se tumbó sobre mí, lamió mis labios y me impidió besarla, de pronto sentí que estallaba y se lo hice saber

– Yo aún no termino "amor", así que más te vale que aguantes – amenazó y comenzó a moverse salvajemente sobre mí hasta que instantes después terminó, dejándome el miembro adolorido.

Y así comenzaron mis aventuras en aquel club, que yo preferí llamarle sociedad secreta, incluso secta por eso de las reglas, las cuales fui dominando hasta volverme una experta, y sí, me llegué a topar con alguna modelo famosa, hasta una artista de televisión me toco en una ocasión. Entonces, poco a poco fui volviéndome más fría en los encuentros, probé varias y muy variadas mujeres, con fantasías diferentes, aprendí y mejoré varias técnicas en el arte del sexo.

En cuanto a mi vida familiar, mi padre me pidió que me asociara con él en su fundación y acepté de inmediato. Visité a Elena tres veces mientras estudiaba en Paris, dos de ellas haciéndole compañía a Maiquel y asegurándome bien que durmiera en su cuarto del hotel, aunque se me llegaron a escapar juntos algunas veces, por supuesto, eso yo se los hacía creer a ellos, sabía bien que necesitaban privacidad y que estaban completamente enamorados, además, Maiquel era un chico bien portado que estudiaba música y que moría por mi hermana, estaba segura que jamás haría algo para hacerla sufrir.

También acompañé a María cuando se mudó a Valencia, donde por cierto, me enteré que estaban rematando un viejo hotel de la ciudad porque el dueño había hecho un mal negocio que lo había dejado en bancarrota, así que solicité un préstamo y lo adquirí para remodelarlo, fue mi primera gran inversión y con el tiempo me compré un casa en esa ciudad, lo cual hizo inmensamente feliz a María, porque ya no estaría tan sola, aunque al poco tiempo de mudarse empezó a salir con un chico que conoció en el metro y no tardaron en irse a vivir juntos.

Seguí con mis inversiones, rescatando viejos hoteles para remodelarlos, adquirí una casa cercana a la casa de mis padres en Pamplona y con el tiempo una pequeña casa en Madrid, ya que me gustaba ir de vez en cuando. Y el tiempo siguió su curso, hasta que un día algo inesperado sucedió que le dio un giro a mi vida de 180°.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora