67. Una noche especial

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– Vaya, veo que hoy sí has venido acompañada, pensé que esta vez sí podría.
– Pues no, ya es mi novia y por supuesto que tenía que acompañarme – dije serio.
– ¿Así que por esa me has rechazado?, pensé que tenías mejor gusto, es tan insignificante.
– Retira lo que has dicho, no me provoques eres amiga de Elena, no te voy a permitir que la insultes, ella vale mucho más que tú, no es una... no me hagas ni decirlo.
– Vaya, sí te tiene comiendo de su mano, no es pecado expresar una opinión.
– Lo es cuando se trata de un muy mal comentario sobre la mujer que amo y de la cual no conoces para nada.
– Sí que es afortunada, la defiendes con tanto ahínco.
– Porque la amo, pero, no espero que tú entiendas eso, no sabes lo que significa.


Me miró con rabia y en eso vi entrar a María con su hermano así que fui a su encuentro a saludarlos, le dije a ella que subiera a la habitación de Elena y de inmediato lo hizo. Entonces, me puse a hablar con mi tío y le comenté que al fin había encontrado a la mujer que él alguna vez me había descrito y me dijo que se alegraba mucho por mí y que ya quería conocerla.

Luego de un largo rato de hablar con él subí a mi habitación para cambiarme y ahí estaba Alba ya lista. Le hice saber lo guapa que se veía y me lo agradeció al igual que el dejarla entrar a mi vida, no entendí porque me decía eso ni la manera en la que me abrazó, así que le respondí que la agradecida era yo y me cuestionó desde cuando había roto las reglas y le dije la verdad, incluso le confesé que le había mentido el día que había llovido y le di mis razones para hacerlo. Me dijo que me amaba, quizá desde el primer instante en el que me vio y le contesté que al parecer yo también.

Minutos más tarde bajamos a la terraza, recibimos a varias personas y después se la presenté a mis tíos. Luego nos acomodamos en nuestros respectivos lugares y la boda dio inicio, en el momento indicado le coloqué el lazo a mi hermana, quien irradiaba felicidad a kilómetros a la redonda. Al término de la ceremonia nos dirigimos al salón; hablamos, bebimos, comimos y di mi discurso, se me había dificultado hacerlo, pero ahora, al tener a Alba ahí conmigo, todo se me aclaró y dije las primeras palabras que me salieron del corazón y que fueron muy bien recibidas porque todo mundo aplaudió emocionado y la expresión en el rostro de Elena era grandiosa. Luego le propuse a Alba que bailáramos y se dejó llevar. Más tarde bailé con mi madre, con mi hermana y con María que se veía ilusionada, supuse que había conocido a alguien, pero lo negó.

Llegó la hora de lanzar la liga de la novia y lo que nunca, me acerqué, yo no creía en esas tradiciones y jamás me había llamado la atención participar, sin embargo, sentí el impulso de hacerlo esta vez, algo que no creí sentir algún día me había sucedido, la ilusión de casarme. La liga le tocó a un amigo de Elena que la presumió. Después fue el turno de las mujeres para intentar coger el ramo y le tocó a María que se entusiasmó sobremanera, ahí confirmé que sí había conocido a alguien.

– Gracias por el discurso y por la canción– dijo Elena abrazándome.
– No tienes nada que agradecer duendecillo, fue de corazón.
– Y sé muy bien quien fue tu musa, me alegra muchísimo que al fin hayas abierto tu corazón, sobre todo a alguien como Alba que se ve que te ama.
– Lo sé, te quiero mucho hermanita, diviértete, en verdad te deseo lo mejor.
– Yo también te quiero mucho, gracias por todo, nos vemos en Navidad.

Abracé a Alba mientras Elena y Maiquel partían rumbo a su luna de miel. La fiesta continuó otro rato y después cogí una botella, un par de copas y la mano de Alba, caminamos a la playa, al pequeño recinto que teníamos para descansar y tomar un poco de sol. Brindamos y luego nos amamos de manera celestial, experimentando una nueva forma, recorriendo nuestros cuerpos con múltiples besos y caricias, repitiendo nuestros nombres, gimiendo, disfrutando no sólo del momento, sino del ambiente, de la luz de la luna, del sonido del mar, del aroma de la playa que se mezclaba con el del sexo y después colapsamos juntas una vez más.

Le comenté que faltaba poco para que amaneciera, así que después de vestirnos nos sentamos a la orilla del mar para presenciar ese magnífico hecho que jamás había apreciado como esta vez, con la dueña de mi corazón entre mis brazos luego de haberla amado de forma tan gloriosa. Me percaté que se quedó dormida, me levanté con sumo cuidado y la llevé hasta la habitación, la dejé cuidadosamente en la cama y me acosté a su lado, durmiéndome casi de inmediato.

Otra vez desperté antes que ella, bajé a la cocina y le preparé el desayuno, aunque por la hora que era, más bien debía llamarlo almuerzo. Cogí una rosa del arreglo que había en la mesa del comedor y en las escaleras me topé con mis papás que ya volvían a casa, vi como mi madre se conmovía ante mi gesto con Alba, mi padre me abrazó y me dijo que la invitara a pasar las fiestas de navidad con nosotros, les di un beso a ambos y terminé de subir.

Ella aún dormía, miré el reloj y teníamos que estar en dos horas en el aeropuerto, así que la desperté, acariciándole el rostro con la rosa, me sonrió sin abrir los ojos, entonces la besé en los labios y le dije que ya era hora de levantarse, que el desayuno ya estaba listo, se enderezó y miró sorprendida la bandeja que coloqué sobre sus piernas. Desayunamos mientras comentábamos sobre la boda y después nos alistamos para volver a Madrid. En la sala nos encontramos a Santi y Marta que miraban la elevisión y nos comentaron que se quedarían ahí el resto de la semana, así que nos llevaron al aeropuerto, nos despedimos dándoles un abrazo y Alba le recomendó a Marta que se cuidara mucho.

En el avión le comuniqué a Alba sobre la invitación de mi padre, pero le dije que no había problema si ella iba a pasar esas fechas con sus padres y me dijo que no lo tenía planeado, que lo más probable es que fuera conmigo y eso me hizo muy feliz, me apenaba que no tuviera una buena relación con sus padres, sin embargo, mi lado egoísta era más fuerte y prefería mil veces que estuviera conmigo que con ellos, este fin de semana había terminado de comprobar lo importante que era ella para mí y que la amaba con locura y desenfreno, pasar la Navidad y el Año Nuevo con ella sería mi mejor regalo y ya estaba ansiosa porque llegaran esas fechas.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, mi relación con Alba seguía fortaleciéndose, a veces ella se quedaba dormir en mi casa y en otras ocasiones yo me quedaba en la de ella.

La semana que pasamos en Pamplona con mi familia fue maravillosa, despertar a su lado en Navidad definitivamente fue mi mejor regalo, mirando su rostro angelical, su pelo enmarañado y esa hermosa sonrisa que me fascina. Toda mi familia se portó sensacional con ella, la llenaron de regalos, abrazos, besos y no pudieron hacerme más feliz por aceptarla tan bien y lograr que se sintiera como una integrante más, Elena ya la consideraba como una gran amiga, Santi le hizo bromas como si la conociera de toda la vida y mis padres hablaron de lo más a gusto con ella, mi Alba los cautivó tal como lo hizo conmigo.

Estuvimos en abstención unos días debido a su periodo menstrual, así que sólo nos besábamos y acariciamos, aunque no era lo mismo, a mí me bastaba con eso, me conformaba con el hecho de tenerla en mi cama, de dormir abrazada a su cintura, con su exquisita fragancia saturando mis sentidos, sabiendo que era mía y lo más importante que me amaba con la misma intensidad que yo a ella.

Una noche me desperté porque la escuché sollozar y empezó a insultarme, pero me di cuenta que estaba dormida y se movía agitada, así que la cogí de los hombros y la moví para que despertara, me costó un poco, pero cuando finalmente lo logré, me abrazó, le aclaré que había sido una pesadilla e intrigada le pedí que me la contara, me dijo que me había soñado con otra y le aseguré que jamás la engañaría, que la amaba.

Entonces, empezó a besarme con una desesperación única y me pidió que le hiciera el amor, así que la recosté y la besé con pasión y dulzura, ella ansiaba tenerme dentro y casi me obligó a que la penetrara, empecé a moverme lento, pero ella aceleró sus movimientos, no entendía su urgencia, sólo la complací y le repetí varias veces que la amaba, tal como ella me lo había pedido, cuando ambas llegamos al clímax bajé de ella y me acosté detrás, abrazándola por la cintura, entrelazamos nuestras manos y nos quedamos dormida.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora