14. ¿Vosotras os conocéis?

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– Tenemos que volver al desfile – dije en voz baja.
– ¿Siempre eres así de responsable? – replicó en tono serio.
– Incluso más.
– Escapémonos, te aseguro que nadie se dará cuenta.
– Ni pensarlo, es la gran noche de tu hermana.
– Podrá perdonarme.
– ¿Siempre eres así de terca?
– Incluso más.
– En serio tenemos que volver, para mi es trabajo y mi jefe está aquí
– insistí poniendo mis manos en su pecho obligándola a separarse, aunque sentí un hueco enorme cuando finalmente salió de mí.
– Está bien, tú ganas esta vez – dijo entregándome mi ropa interior.

Nos arreglamos la ropa en silencio y le dije que yo saldría primero, no estuvo muy de acuerdo, pero aceptó, no entendía porque era tan descarada. Abrí la puerta y me asomé sigilosamente, me dispuse a salir de ahí y Natalia me dio una cariñosa nalgada que me hizo sonrojar, no quise girarme a mirarla porque seguro aceptaría escaparme con ella y tenía que recordar que estaba en horas de trabajo. Me fui directa al baño a retocarme el maquillaje y ponerme un poco de perfume, una amplia sonrisa había en mis labios, había dicho mi nombre y yo el suyo, no había más reglas y eso me entusiasmó demasiado, aunque en realidad no sabía que pasaría de ahora en adelante.

Llegué al salón y ocupé mi lugar, pocos minutos después llegó Natalia muy sonriente y se sentó al lado de María, ella se recargó en su hombro, eso no me agradó mucho, esas dos tenían algo, era demasiada la confianza que se tenían y el acercamiento, además llegó con ella a un evento familiar, uno no lleva a cualquier persona a convivir con la familia, ahí entendí que no debía emocionarme más de la cuenta y si seguíamos teniendo algo ella y yo, sería oculto, sin que nadie lo supiera.

El desfile terminó y Elena nos agradeció a Mimi y a mí, nos pusimos de pie y todos nos brindaron un fuerte aplauso, Natalia hasta se puso de pie muy entusiasmada. Scott estaba sumamente orgulloso aplaudiendo también. Empezó la fiesta y todo mundo se dirigió a la mesa de los bocadillos.

– ¿Dónde estabas Alba? – preguntó algo enfadada Mimi.
– Fui a ver a las modelos.
– Que raro, yo fui allá y no te vi.
– Es que también fui al baño.
– Ah, vale
– respondió no muy convencida.

Moví la cabeza negativamente cuando la vi ir a saludar a un chico que la miraba, yo me acerqué a la mesa y busqué algún bocadillo que no estuviera mezclado, pero como no encontré ninguno cogí un pedazo de queso y le di un mordisco.

– Uf, no hagas eso en mi presencia... me trae muy gratos recuerdos – dijo Natalia detrás de mí y casi me atraganto, cogí una copa y bebí.
– Quieres que me dé un infarto, ¿verdad? – exclamé dándome la vuelta para encararla.
– Tú también a mí, no tienes idea de lo sensual que te ves comiendo.
– Estás loca –
dije mirando hacia el techo.
– Puede ser, pero, ¿no te fascina? – exclamó guiñándome un ojo.
– Pero, ¿vosotras os conocéis? – dijo de pronto Elena parándose frente a nosotras y no supe que decirle, entré en pánico al pensar que hubiera escuchado el comentario de Natalia , pero pensé que no tendría esa sonrisa en el rostro.
– Sí, estuvimos juntas un semestre en la universidad – respondió muy segura.
– Yo siempre he dicho que el mundo es un pañuelo, jamás me imaginé que fueras amiga de Nati, no te ofendas hermanita, pero tienes unas amistades – dijo dándole palmaditas en el hombro – no lo digo por María, ella es aparte, pero te he conocido cada "amiguita" – agregó poniendo los ojos en blanco.
– Bueno, en realidad no somos amigas, no nos habíamos visto desde ese entonces – dije siguiéndole el juego.
– Pero las amistades se pueden retomar, ¿verdad hermanita? – Dijo abrazándola cariñosamente – además aquí entre nos Elena, si no fuera porque le ayude en matemáticas Alba aún no se graduaría.
– ¿No me digas que ella era la que te regalaba esos deliciosos chocolates?
– La misma
– respondió muy segura dándome una mirada de complicidad.
– Sí, es que mi mamá trabajaba ahí y siempre llevaba, pero como a mí no me gustan, prefería dárselos a ella en pago a sus clases, en lugar de...
– Te dije desde un principio que jamás aceptaría dinero por esas clases, ni siquiera pensaba cobrarte, tú insistías en regalármelos
– interrumpió mirándome seriamente.
– Ay sí Nati, como si desconociera la forma en que te cobrabas, fui a la misma clase que tú, ¿recuerdas?, creo que aún sigue ahí tu fama.
–Por eso ella me caía bien, porque nunca sucumbió ante tus encantos.
– Más bien dirás que te encantaban los chocolates.
– También, pero eso es aparte, definitivo Alba, tienes que ir a mi boda, no voy a permitir que esta hermana mía vaya con nadie más que no seas tú.

Yo me quede paralizada y abrí los ojos como platos, no podía expresar palabra alguna, una cosa era seguirle el juego de que nos conocíamos desde antes, con tal de ocultar la verdad que su familia ignoraba y otra muy diferente era llevar la farsa hasta esos extremos, yo no podía ir a esa boda y no creía que ella tampoco lo quisiera, lo más probable es que ya hubiera invitado a alguien para acompañarla.

– Buenísima idea hermanita, como me tienes sentenciada, no he invitado a nadie.
– Es que es la boda de tu única hermana y no quiero un escándalo como en la de Santi
– puso su mano en mi brazo – no sabes Alba la vergüenza que nos hizo pasar la chica con la que fue a la boda de mi hermano, se puso a bailar como bailarina exótica a mitad de la fiesta y a quitarse la ropa, obvio los hombres estaban encantados, pero los padres de Marta, o sea, mi cuñada, casi piden la anulación del matrimonio ahí mismo, mi padre tuvo que hablar con ellos y tranquilizarlos, claro, después de que sacaron a la susodicha, que por cierto, estaba pasadita de copas.
– Que exagerada eres Elena, no fue para tanto.

– ¿Ah, no?, ¿quieres que vaya a por Santi y Marta para que se lo confirmen?
– No es necesario hermanita, ese no es el punto.
– Así que como comprenderás, Alba, es obvio que no voy a dejar que vaya a la mía con cualquiera, es mucho mejor que asista con una vieja amiga, además tú eres una chica muy guapa, responsable y muy decente.

Yo seguía sin poder hablar, si Elena supiera cómo había conocido en realidad a su hermana y lo que acabábamos de hacer hace un par de horas, no me tendría en tan buen concepto y mucho menos me invitaría a su boda, quizá debía decirle la verdad para que se le quitara esa idea de la cabeza. Y lo peor es que Natalia me miraba divertida y con una sonrisa triunfante, en definitiva esa mujer disfrutaba con mi sufrimiento, yo le di otro sorbo a mi copa antes de hablar.


– Gracias Elena, pero...
– Ningún pero, no voy a aceptar una negativa de tu parte, la boda es en dos meses y ahí te quiero ver, por cierto, no veo a mi novio, voy a buscarlo
– dio dos pasos y se giró a verme – no excusas Alba – agregó y me guiñó un ojo.
– Es una lástima que no te guste el chocolate, se me había ocurrido una idea genial – dijo pícaramente y después cogió un bocadillo.
– Pero, ¿cómo puedes decirme eso después de lo que acaba de decirme tu hermana? – pregunté angustiada, ¿que acaso no podía pensar en otra cosa que no fuera sexo?
– No hay nada que decir al respecto – se llevó el bocadillo completo a la boca.
– ¿Perdón?, tu hermana cree que nos conocemos de años, que soy casi un modelo a seguir y encima parece estar empeñada en que vaya a su boda con-ti-go.
– Así es Elena, cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay poder humano que se la quite, pero yo no le veo mayor problema a lo que te dice, mejor que siga pensando que eres un modelo a seguir, y en cuanto a la boda, vamos y ya.
– ¿Y lo dices tan tranquila?, se te olvida un pequeño detalle, yo tengo novio.
– Eso no es problema, tu novio seguramente tendrá un negocio que cerrar ese fin de semana
– aseguró irónico y seria, con una expresión en la cara que no le había visto.
– ¿Y María?
– Que no es mi novia –
exclamó molesta y tomó una copa que se bebió de un trago.
– No, por supuesto que no – dije sarcástica.
– Piensa lo que quieras.
– Perfecto, entonces ve con ella a la boda porque yo no iré de ningún modo
– aseguré.
– ¿Estás celosa? – preguntó mirándome a los ojos.
– Tú no tienes vergüenza de verdad – exclamé exasperada.
– Eso no responde mi pregunta.
– Estoy tan celosa de María como tú lo estás de Issac, ¿satisfecha?
– respondí irónica.
– ¿Alguien dijo mi nombre? – exclamó ella acercándose a nosotras y cogiéndola del brazo, menos mal que no era su novia, no sé qué le haría si en realidad lo fuera.
– Con permiso, tengo que mirar unas cosas en la cocina – dije y me alejé.
– ¿Qué le pasa? – escuché que María le preguntó.
– Nada mi chocho, seguro está estresada por todo el evento.

Entré a la cocina y me dieron ganas de tirar los sartenes, es que no había conocido mujer más cínica en toda mi vida, mira que negar y engañar a la novia en el mismo sitio donde ella se estaba. Me llevé una mano a la frente, es que yo no podía ser más estúpida, ¿qué me daba esa mujer que me hacía perder la cordura?, bueno, sí lo sabía, el mejor sexo que había tenido jamás, pero no podía dejarme llevar por eso, debía encontrar la forma de recobrar la sensatez.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora