21. El coche

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– ¿Qué tenemos que comprar? – pregunté caminando a su lado.
– Todo lo necesario para la cena, nos vamos mañana, así que hoy vamos a hacer un festín.
– ¿Y cuál será el menú?
– Pasta y ensalada, sin faltar un buen vino.
– Pero, falta el postre.
– Cierto, ese te toca a ti.
– ¿Te gusta el flan napolitano?
– ¿Sabes prepararlo?
– Por supuesto, soy una gran cocinera.
– Eso quiero verlo, habrá flan entonces.

Le sonreí y caminamos al pasillo a buscar los ingredientes para el flan, incluido el molde porque me dijo que no tenía. Después fuimos al área de frutas y verduras, escogimos una lechuga verde y una morada, pequeños tomates, uvas y finalmente fuimos por la pasta, el queso y el vino.

– Qué bonita pareja, seguro que acaban de casarse, me recuerda a nosotros hace cuarenta años.

Escuché que una señora le decía al que debía ser su esposo, él asintió y le dio un dulce beso en los labios, mi corazón se oprimió y por primera vez en mi vida me visualicé anciana y sólo había una persona con la que quería llegar a esa edad.

– Ya está todo, podemos irnos– dijo Natalia sacándome del trance – ¿estás bien?
– Sí
– apenas pude decir, sin quitar la vista de la pareja que seguía mirándonos.
– ¿Los conoces? – me preguntó mirándolos también y les sonrió.
– No.

Natalia me sonrió, pero de forma muy diferente a como lo hacía normalmente, aunque en ese momento no supe si era realidad o mi mente me estaba haciendo una jugada, para mi sorpresa me cogió de la mano y me hizo caminar.
Pagó todas las cosas y se negó rotundamente a que yo contribuyera con algo. Caminamos al aparcamiento y metió las bolsas en el maletero. Volvió a abrirme la puerta y luego subió ella.

Empezó a conducir por una calle inclinada, era un rumbo diferente al que tomamos cuando llegamos, al subir estaba un poco desierto, sólo había casas de un lado y del otro había un pequeño bosque. El coche se movió un poco y se apagó.

– ¿Qué pasa? – pregunté extrañada.
– No lo sé – trató de encenderlo tres veces y no funcionó.
– Creo que se ha jodido, que mierda, me jode alquilar coches, no sabes quien los usa ni si les dan mantenimiento.
– ¿Y qué vamos a hacer?
– Esperar un poco, puede que sólo necesita enfriarse
.

Me acomodé en el asiento y eché mi cabeza atrás en el respaldo. Ella hizo lo mismo, pero me di cuenta que jugaba con sus manos. De pronto, se dio la vuelta y me miró sin decir nada, yo me acomodé de lado para mirarla también, acarició mi rostro y puso un mechón atrás de mi oreja, yo sostuve su mano, entonces, se acercó y me besó despacio, sin intentar algo más, yo le respondí de la misma manera, pero bajé su mano con la mía y la puse sobre uno de mis pechos, comenzó a acariciarlo lentamente, mi mano buscó los botones de su camisa y empecé a desabrocharla y a acariciar la piel que iba quedando al descubierto. Natalia se separó y echo su asiento hasta atrás, con sus ojos me invitó a que me sentara sobre ella y eso hice.

Volvimos a besarnos mientras ella metía sus manos debajo de mi suéter y acariciaba mi piel. Besé su cuello y su torso, desabroché el cinturón y el pantalón, me separé y me quité el suéter, se acercó y besó la parte superior de mis pechos que salía del sostén en tanto yo acariciaba su pene, me desabrochó el pantalón y me acarició por encima de las medias, jadeé al sentir sus caricias.

– Alba, no tendrías que haberte puesto pantalón – se quejó con la voz entrecortada.
– No tenía planeado hacer esto y menos aquí.

Me sonrió y entonces, yo me senté en el asiento del copiloto y me quite el pantalón y la ropa interior mientras ella bajaba el suyo hasta las rodillas después de sacar un condón del bolsillo.

– ¿Acaso eres dueña de esa empresa? – pregunté al tiempo que se lo colocaba.
– No, pero me gusta estar prevenida, una nunca sabe en qué momento los va a necesitar – respondió mientras me atraía a su cuerpo.

Me senté sobre ella con las piernas a los lados y entró en mí, empecé a moverme lentamente, con mis manos sobre el respaldo del asiento, Natalia movía las suyas de mis muslos a mis nalgas. Nuestros rostros estaban pegados por la nariz, nos mirábamos, jadeábamos en sincronía, a la par que nuestros cuerpos se fundían en uno. Aceleré los movimientos mientras ella me sostenía por las caderas, nos besamos apasionadamente en tanto los movimientos se volvían más frenéticos, buscando un solo objetivo. Rompí el beso y puse mi boca en su cuello moviéndome aún más rápido y segundos después sentí como mi cuerpo se estremecía al llegar al éxtasis total al mismo tiempo que ella.

Me quedé así unos minutos, mientras nuestras respiraciones recobraban su curso normal, la besé nuevamente y luego de un lapso me separé, al pasarme al otro asiento no sé cómo, creo que con el codo hice sonar la bocina del auto. El soltó una risa divertida y yo también. Me puse la ropa mientras ella se acomodaba la suya. Encendió el auto que respondió a la primera y la miré sorprendida, arqueando una ceja.

– Está bien, me has pillado y soy culpable, el coche nunca se ha roto – aceptó con una sonrisa en los labios.
– ¡Me has engañado!, eres una mentirosa y una tramposa – dije cruzándome de brazos.
– Tú eres la causante de todo, me vuelves loca, no podía esperar hasta la noche para tenerte entre mis brazos.
– ¿En serio?
– pregunté un tanto sonrojada.
– Por supuesto, no sé qué me pasa cuando estoy contigo que pierdo el control, eres un peligro Alba, nublas mi mente y no me permites ver las cosas con claridad.
– Quizá debas remitirme a las autoridades
– respondí jugando.
– Eso haré, pero tu condena será estar encerrada en un cuarto conmigo, sin oportunidad de fianza ni de apelación.
– Eso sí me da miedo
– exclamé y me abracé a mí misma.
– Debería, en serio, ya no sé qué otra locura podría cometer, eres una hermosa tentación andante.
– Definitivamente deberían encerrarme, en una torre alta sin accesos.
– Y yo iría a rescatarte
– dio la vuelta en la siguiente esquina – ya no puedo imaginar mi vida sin ti, definitivamente me has hechizado.

Mi corazón se disparó ante esas palabras y ya no supe que más decirle, coloqué mi mano encima de la suya, sobre la palanca de velocidades y me sonrió, en un semáforo en rojo se acercó y me besó dulcemente. Seguimos el trayecto en silencio, yo quería preguntarle tantas cosas, pero no sabía cómo, no quería arruinar el momento, parecía mágico. Llegamos a la casa, Natalia metió el coche en el garaje, me ayudó a bajar y me dio un beso en los labios, yo la miré asustada.

– ¡Natalia!, pueden vernos.
– Tranquila, todavía siguen viendo el partido
– respondió y volvió a besarme, pero después de unos segundos la separé.
– Basta, no es bueno tentar a la suerte.

Me sonrió y luego bajó las bolsas del maletero, caminamos a la cocina y dejamos todo ahí, en efecto, María e Issac seguían viendo el partido. Él me preguntó por las cervezas y le dije que se nos habían olvidado, sólo esperaba que no notaran que habíamos tardado más de la cuenta, pero al verlos tan emocionados siguiendo el partido descubrí que no habían sentido el tiempo pasar.

Subí a darme una ducha y cuando bajé ya había terminado el partido. María y Natalia estaban en la cocina y no pude evitar sentir celos de esa escena, pero cuando Natalia se dio cuenta de mi presencia me guiñó un ojo y se me aceleró el corazón, olvidando la molestia. Issac estaba afuera, en el jardín, hablando por su móvil otra vez, así que me puse a preparar el flan.

Era una situación tan extraña, Natalia partía las lechugas mientras María preparaba la pasta y yo estaba poniendo los ingredientes en el molde, entonces extrañamente, noté que la actitud de María estaba un tanto diferente, no estaba tan efusiva con Natalia y por primera vez escuché que la llamó por su nombre en lugar de decirle "baby", que por cierto, odiaba que le dijera así.

Issac entró finalmente y también se puso a ayudarnos, puso el vino en la nevera y comenzó a separar las uvas de los racimos. Parecíamos cuatro buenos amigos de toda la vida compartiendo un agradable momento culinario, incluso las cosas entre Natalia e Issac estaban más relajadas, se habían olvidado del acalorado partido de ping pon y, como mi novio estaba distante conmigo, Natalia se estaba comportando tranquilamente. Como a las ocho y media estaba lista la cena, Natalia y yo pusimos la mesa y después nos sentamos los cuatro a comer mientras seguíamos hablando.

– ¿Por qué no mezclas los alimentos Alba?, de todas maneras se mezclan en el estómago – preguntó María divertida.
– No sé, es una manía que tengo desde pequeña, creo que fue a raíz de una vez que me puse fatal del estómago.
– Que curioso, nunca había conocido a alguien así y yo que pensaba que era rara.
– Creo que todos tenemos alguna manía, la de Issac es hablar por teléfono.
– Cariño, no es algo que disfrute mucho, créeme, es sólo por el trabajo.
–Yo también trabajo mucho Issac, pero no soy esclavo del teléfono
– dijo Natalia seria mientras lo fulminaba con la mirada porque me había agarrado la mano, pero yo la retiré suavemente para que él no notara nada extraño.

El comentario de Natalia aunado a la conversación que yo había escuchado por la mañana y al volver a verlo hablando por teléfono, me llevaron a la conclusión de que Issac escondía algo, quizá no era una amante, pero había algo raro en su vida que no quería que yo supiera y lo analicé con la mirada unos segundos tratando de descubrir que era lo que me escondía.

Después que terminamos de cenar vimos una película de acción y luego jugamos al Jenga. Hubo un momento en el que entré a la cocina por un vaso de zumo y Natalia entró tras de mí.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora