72. En el coche

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Sonrió de forma traviesa y soltó mis manos para desabrochar finalmente el pantalón y liberar mi miembro que sentía punzar. Se lamió los labios al verlo y lo tomó con una mano, comenzó a deslizarla hacia arriba y hacia abajo, acariciando la punta con la yema de sus dedos, lo que provocó que mis gemidos se intensificaran, sentí su cálida lengua recorrerlo a todo lo largo sin dejar de acariciarlo con su mano, entonces no pude evitar tomar su cabeza entre mis manos, Alba comprendió mi movimiento y lo próximo que sentí fue su boca absorbiendo mi erección, el grito de placer no se hizo esperar y ella continuó devorándome de una manera exquisita, acariciándome a la par, proporcionándome un mayor placer, yo no podía parar de gemir ante lo que me estaba haciendo y llegó un momento en el que ya no pude controlarme y comencé a mover mi pelvis para conseguir aún más placer, de pronto sentí que estaba a punto de llegar y se lo hice saber a ella que retiró su cara y siguió acariciándome hasta que terminé.

– Te amo Natalia – exclamó y me besó en los labios.
– Yo también te amo, no tenías que haber hecho esto.
– Sí tenía, sé que no me engañarías, pero tampoco debo orillarte a hacerlo.
– Ilusa, ya te dije que mi cuerpo no responde a otras.
– No debo tentar a la suerte, te quiero sólo para mí.
– Ya me tienes.
– Y debo de dar gracias y cuidarte, voy a lavarme las manos.


Esa noche me quede a dormir de nuevo con ella, el domingo no salimos, la ayudé a recoger el casa mientras ella lavaba la ropa, comimos sándwiches y por la tarde le conté más de mi historia, se sorprendió de la solidaridad de María y se avergonzó por pensar mal de ella, la emoción la embargó cuando me escuchó decir lo de la diferencia entre el sexo y hacer el amor así que me besó apasionadamente.

Esa noche sí me fui a mi casa porque al día siguiente tenía una junta muy pronto, pero no pude dormir bien porque la garganta me empezó a arder, la lluvia hizo estragos en mí y me dio una fuerte gripa, Alba me estuvo cuidando y también cayó enferma, esos días terminé de contarle mi historia, al fin ya lo sabía todo, se habían acabado las mentiras y lo único que restaba era seguir viviendo el día a día juntas.

Finalmente ambas estábamos sanas, así que prepararía algo muy especial para pasar la noche después de tantos días de abstinencia, sólo esperaba que ella tuviera las suficientes fuerzas para aguantarme el ritmo.
Abrí la puerta de casa y me topé con María, quien de inmediato se rió al verme con el delantal puesto, yo la miré seria y cambió su expresión, me dio un beso en la mejilla y entró.

– Que bien huele, ¿qué estás preparando? – preguntó mientras cerraba la puerta.
– Ravioles entre otras cosas – dije seria.
– ¿Para qué quieres tantas rosas? – Inquirió al mirar los cinco enormes ramos que estaban sobre la mesa – ah ya sé, Alba, ¿aún no te perdona?
– Si no te hubieras desaparecido tanto tiempo ya sabrías esa respuesta
– respondí llendo a la cocina.
– Uy, discúlpame por tener una vida, que humor, todavía te tiene a dieta, ¿verdad?
– ¿Hasta cuándo pensabas decirme que con quien estabas saliendo era Issac?
– pregunté ignorando su comentario.
– ¿Cómo sabes eso? – exclamó extrañada.
– Porque hace varios días os vimos en el cine, pero estabais tan acaramelados que ni cuenta se dieron que Alba y yo estábamos ahí.
– Esto era lo que quería evitar, tus reclamos, quería que estuvieras lista para comprender la situación.
– ¿Comprender?, ¿de casualidad sabes que engañaba a Alba con una de sus supuestas mejores amigas?
– Sí lo sé, él mismo me lo contó, pero eso no tiene nada que ver conmigo, su relación con Alba ya había caído en la monotonía, tan es así que ella también tenía otra persona, ¿no es así?
– No es lo mismo María, yo no era su mejor amigo, ni el engaño fue tan prologando y si las cosas se dieron conmigo y Alba fue por el descuido de él.
– Pero eras su cliente y te fingiste su amigo sólo para bajarle a la novia, ¿por qué tú a ella sí la justificas?, ¿ella no lo descuido también?, sabes muy bien que una relación es de dos, no toda la responsabilidad fue de él.
– Puede ser, pero él fue quien empezó con la infidelidad.
– ¿Y por qué tú sí puedes pasar por alto que Alba haya sido infiel y yo no puedo hacer lo mismo con él?
– Ya te dije que fueron otras las circunstancias.
– ¿Cuáles otras Natalia?, estaban dentro de la misma relación y tuvieron los mismos motivos para hacerlo, la única diferencia fue la forma en que se dieron las infidelidades y por favor, no me hagas decirte algo de lo que después me arrepienta.
– Vaya que te tiene loquita, lo defiendes más que a tu hermana.
– ¿Y tú no estás loca por Alba?, no seas injusta Natalia, yo tengo el mismo derecho que tú de salir con quien me sienta a gusto y me haga reír y me complemente, no podemos juzgar a las personas por su pasado, todos nos quedaríamos solos al final, como dicen, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
– Está bien, haz lo que quieras con tu vida.
– Sólo te voy a decir una cosa Natalia, todos tenemos derecho a equivocarnos, de los errores es de donde se aprende, así que todos merecemos una segunda oportunidad, ojala lo entiendas, luego nos vemos.


María salió de la cocina y me quedé pensando en sus palabras, tenía razón, pero me preocupaba el hecho de que la hicieran sufrir una vez más, su vida amorosa no había sido la más óptima y deseaba que al fin encontrara a alguien que la valorara y la hiciera feliz, como se lo merecía, sólo esperaba que otra vez no se equivocara.
Hice los últimos preparativos en la casa y después salí para ir por Alba al suyo. La vi salir de su edificio y sonreí, no hacía tanto frío para que se hubiera puesto un abrigo. Subió al coche y me besó en los labios, me sonrió coqueta y se acomodó en su asiento, arranqué y de pronto puso su mano sobre mi pierna y la fue subiendo lentamente hasta posarla sobre mi miembro que empezó a frotar encima del pantalón.

– Alba, ¿qué estás haciendo? – pregunté sorprendida y a la vez fascinada.
– Ya no puedo esperar más Natalia, te necesito demasiado – respondió mordiéndose el labio – esta vez no traigo pantalón – agregó lamiéndose los labios y pasando sus dedos entre el abrigo para desabrochar el primer botón.
– Estás insinuando que... – dije mientras sentía como mi miembro se endurecía.

Me respondió con una sonrisa sensual en tanto tomaba mi mano de la palanca de velocidades para ponerla sobre su pierna, la fui subiendo haciendo a un lado el abrigo y entonces me di cuenta que era lo único que traía puesto encima de la ropa interior, definitivamente esa era la actitud que adoraba de ella. Desabrochó otro botón y me dejó ver el nacimiento de sus pechos, estaba tentándome demasiado, no lograríamos llegar a mi casa si seguía así. Un semáforo se puso en rojo y se acercó a mí.

– Natalia hazme el amor ahora, no soporto más tiempo sin sentirte dentro – susurró en mi oreja después de lamerla y me enloqueció por completo.

Di una vuelta vertiginosa que hizo rechinar las llantas y ella se rió, manejé unas calles hasta que encontré mi objetivo, un callejón oscuro, de inmediato me estacioné ahí y apagué el coche. Hice el asiento hasta atrás y Alba se sentó sobre mí con sus piernas a mis costados, nos besamos con urgencia, nuestras lenguas parecían estar en una batalla campal mientras Alba se desabrochaba el abrigo por completo, con la mirada comprobé lo que mi mano había notado, únicamente traía un sensual conjunto de ropa interior, era de encaje color negro que enmarcaba de forma magistral su figura. Me sonrió, llevó sus manos a los lados de su tanga, hizo un movimiento y ésta se abrió dejándome ver la entrada de su paraíso.

– Esta vez sí vine preparada – musitó lengüeteando el lóbulo de mi oreja.
– Eso veo, me fascina que seas así de traviesa.
– Tú lo provocas.

Presurosa me desabrochó el pantalón mientras yo hacía lo mismo con su sostén para comerme sus pezones endurecidos. Puso una de sus manos sobre mi miembro y lo dirigió a la entrada de su centro y sin decir más se lo devoró en un solo movimiento en tanto emitió un gritito al sentir como la llenaba, comenzó a moverse en círculos de manera suprema y me mordía los labios, yo tenía mis manos sobre sus nalgas y se las apretaba, me ofreció su cuello y se lo succioné al tiempo que empezó a subir y bajar provocando un exquisito roce de mi miembro y su muy húmeda cavidad.

– Te extrañé tanto Alba – exclamé con la voz entrecortada.
– Yo también a ti, no tienes idea de cuánto deseaba este momento – aseguró lamiéndome los labios.
– No creo que más que yo – aclaré mordiéndole el labio inferior.

Aceleró sus movimientos, apoyando sus manos en el respaldo, a los lados de mi cabeza, los vidrios estaban completamente empañados y nuestros gemidos inundaban el ambiente, nos besamos casi con furia mientras ella incrementaba más la velocidad hasta que segundos después ambas llegamos al orgasmo. Se quedó quieta, con su frente pegada a la mía, sus ojos brillaban llorosos por el placer y puso sus manos sobre mis mejillas.

– Te amo tanto Natalia Lacunza, gracias por este momento, ha sido maravilloso.
– Yo también te amo y las gracias te las doy yo a ti por hacerme tan feliz.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora