28. Número nuevo

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– No quiero llegar tarde – dije mientras sentía como frotaba su sexo con el mío y besaba mi cuello, alterándome más.
– Te prometo que será rápido – musitó en mi oído y luego lo lamió.
– Aún tenemos la noche de hoy – exclamé acariciando su espalda.
– Faltan muchas horas – dijo entrando en mí nuevamente.
– Dijiste que... ah... sólo un beso... – señalé con la voz entre cortada moviéndome a su ritmo constante.
– No puedo evitarlo... tengo hambre de ti... – agregó moviéndose más rápido y besándome frenéticamente en tanto mis uñas recorrían su espalda.
– En serio... ¿no te tomas nada? – pregunté sintiendo aún más la intensidad de sus movimientos dentro de mí.
– No corazón... tú eres mi única droga.

Embistió en mí unas veces más hasta que exploté e instantes después ella lo hizo también y luego volvió a besarme en los labios.

– Buenos días, corazón – exclamó mirándome y sonriendo.
– Buenos días, cariño, ¿ya puedo ir a bañarme?
– ¿Es necesario?
– Sí, ya te dije que tengo que ir a trabajar.
– Está bien
– se acostó a un lado y me levanté de la cama – ¿quieres que te lave la espalda? – añadió en tono sensual.
– Hoy no, tengo que ducharme rápido y sé que contigo sería imposible – respondí entrando al baño y cerrando la puerta sintiéndome feliz.

Había sido el mejor despertar de toda mi vida, me volvía loca que me dijera corazón y más cuando pronunciaba esas dos extraordinarias palabras que me hacían flotar, pero no sólo que las dijera sino que me lo demostrara, Natalia me amaba tanto como yo a ella, ayer me lo había dejado muy claro con todas sus actitudes.

Salí del baño envuelta en una toalla y la vi acostado en la cama boca arriba, con sus manos detrás de su cabeza, me sonrió al verme, yo le devolví la sonrisa y abrí el armario para sacar la ropa que me pondría, sentí que me abrazó y me dio un beso en el hombro y luego recargó su cabeza.

– Qué bien cantas – exclamó haciendo que me sonrojara.
– Oh dios, que vergüenza que me hayas escuchado.
– ¿Cuántas veces he recorrido tu cuerpo desnudo sin ningún pudor y te avergüenzas porque te escuché cantar?
– dijo en tono divertido y más me sonrojé.
– Es que no lo hago bien y no me gusta que me escuchen.
– Claro que lo haces bien, te hace falta un poco más de confianza en ti misma.
– Creo que necesitas que te revisen los oídos o bañarte mejor.
– Me encanta tu sentido del humor.
– Ya deja que me vista porque no creo que te guste verme enfadada.
– No me importa, ya sé lo gratificantes que resultan las reconciliaciones.
– Nat, apenas tengo el tiempo justo para llegar a la hora exacta.
– Está bien
– me dio un beso en la cabeza – ¿comemos juntas? – añadió soltándome.
– Tengo que ver primero mi agenda, a ver si no tengo otro compromiso – dije divertida mientras me quitaba la toalla para ponerme la ropa interior.
– Está bien licenciada, esperaré su llamada – respondió en tanto abrochaba mi sostén.
– ¿Te quedarás aquí todo el día?
– Si no te molesta sí.
– Por supuesto que no me molesta.

Terminé de vestirme, me peiné rápidamente, me puse los zapatos y cogí mi bolso. Natalia se puso la misma ropa del día anterior y me acompañó a coger un taxi, me dio varios besos en la boca como despedida y casi tuve que empujarla para poder subir al coche, "te quiero", gesticulé dentro del taxi y le mandé un beso con la mano que él cachó en el aire y se llevó su mano a su boca "yo también te quiero" alcancé a leer en sus labios antes de perderla de vista.

Llegué justo a las nueve a la agencia, afortunadamente, Scott no llegaba todavía, así que de inmediato me puse a trabajar y a responder los correos que tenía. Aproximadamente una hora después llegó mi jefe, entró a mi oficina y cerró la puerta, yo comencé a temblar y sentí un sudor frío recorrer mi cuerpo, se sentó frente a mí con sus manos entrelazadas sobre el escritorio.

– Buenos días, Alba – dijo serio.
– Buenos días, Scott, ¿cómo estás? – respondí mirándolo un tanto asustada.
– Bien, gracias, a ti no te lo preguntó porque se te ve – exclamó y yo agaché la mirada – Alba, es necesario que hablemos de lo que vi ayer en esta oficina.
– Lo sé, te pido mil disculpas y acataré la decisión que tomes al respecto sin chistar.
– Tranquila Alba, no voy a despedirte por algo así, sin embargo, sí quiero que te quedé claro que no deja de ser una falta del respeto y si vuelve a repetirse tendré que aplicar el reglamento y levantarte una acta administrativa, en esta ocasión, por ser la primera vez y porque eres una valiosa y dedicada empleada, sólo será de forma verbal.
– Gracias Scott, te juro que no volverá a pasar.
– Por otro lado, sabes bien que no me gusta meterme donde no me llaman, pero como ya te lo he dicho en otras ocasiones, te estimo y me preocupo por ti, por eso me siento en la obligación de decirte lo que pienso.
– Adelante Scott, te escucho.
– Entiendo que estés en toda la libertad de rehacer tu vida, de hecho me da gusto ver que no has caído en depresión por lo de tu ex, pero, quizá deberías estar un tiempo sola, analizar todos los errores de esa relación para evitar repetirlos y... no me lo tomes a mal, no pretendo meterme donde no me llaman, pero Natalia Lacunza no es un buen partido.
– ¿Por qué lo dices?, ¿la conoces?
– pregunté casi con el corazón en la boca, conocía bien a Scott y sabía que cuando decía algo tenía una buena razón para hacerlo.
– Una sobrina de mi esposa salió con ella cuando iban en la universidad, es la típica niña mimada que no toma a las mujeres en serio y menos cuando no son de su nivel social, Alba, no sé si ha cambiado o sigue igual, lo único que no quiero es que vuelvan a hacerte daño, no me gustaría verte sufrir, sólo te pido que andes con pies de plomo, sin duda es una chica guapa y aduladora, pero comprueba que en verdad quiere algo serio contigo, es lo único que te pido, si me permites el consejo, claro está.
– Te lo agradezco Scott, la verdad, a veces, te veo como un padre y créeme que apreció mucho tus palabras y tus consejos.
– Yo también te veo como una hija, ahora a trabajar, señorita.


Scott salió de mi oficina y me quedé pensando en lo que me dijo, que francamente no era nada nuevo para mí, si supiera en qué condiciones la conocí, lo cual me hizo darme cuenta que teníamos que inventar algo, eso de que fuimos juntas a la universidad, al menos, mis conocidos no se lo creerían.

Natalia me llamó para ponernos de acuerdo para la hora del almuerzo y le pedí que se adelantara al restaurante porque luego se llenaba y yo no tenía con mucho tiempo. A la una salí y al llegar no pudo ser mayor mi sorpresa cuando vi a una guapa chica vestida de forma provocativa que estaba a punto de besar a Natalia que le sonreía como si nada y entonces las palabras de Scott vinieron a mi mente.


– Buenas tardes – dije seria y enfadada, ambas se giraron a mirarme.
– Cariño, al fin llegas – exclamó Natalia tomándome de la mano y me dio un beso en los labios ante la mirada atónita de la tipa que tuvo que moverse hacia atrás – mira, te presento a Aurea, una vieja amiga, Aurea, ella es Alba, mi novia.
– Mucho gusto
– dijo con una sonrisa fingida mientras me recorría con una mirada fulminante y yo estaba quizá más sorprendida que ella por la presentación.
– Igualmente – respondí en toco seco.
– Un placer verte Nati – enfatizó mirándola y sonriéndole coquetamente – cuando quieras llámame, sabes dónde encontrarme – agregó dándole un beso en la mejilla.

Yo me quedé congelada, era el colmo de la desfachatez, poco le importo que Natalia le dijera que yo era su novia y le coqueteó en mis narices, sentí como me hervía la sangre y di un paso al frente, pero Natalia me detuvo poniéndose frente a mí.

– Alba, no querrás hacer un escándalo en un lugar público.
– Que tipa tan descarada y tú como si nada dejándote que te besara
– exclamé furiosa, si no podía desquitar mi coraje con ella, lo haría con Natalia.
– Un beso en la mejilla no es besar, Alba – explicó sonriendo.
– Pero, os vi cuando llegué y su intención no era precisamente dártelo en la mejilla.
– Me encanta cuando te pones celosa
– dijo abrazándome y poniendo su frente en la mía – ¿de verdad pensaste que yo iba a permitir que eso sucediera?
– Pues, le sonreías muy animadamente
– respondí con menos coraje porque su olor estaba colándose por mi nariz.
– No es mi estilo tener mala educación y menos con las mujeres, sin embargo, iba a rechazarla sutilmente, claro que lo mejor fue que tú llegaste – aclaró acariciándome la mejilla con el dorso de su mano.
– Pero, te coqueteo descaradamente – repliqué en un tono más tranquilo.
– Y podría haberse desnudado y mi respuesta iba a ser la misma – tomó mi mentón con su mano y me miró directo a los ojos – Alba, hace mucho que dejé de estar con otras mujeres, grábate esto muy bien aquí – puso un dedo en mi sien – y aquí – lo puso en mi pecho a la altura del corazón – la única que me importa eres tú, a la única que quiero es a ti – me dio un beso en los labios – con la única que me interesa compartir mi cama es contigo – susurró en mi oído y me abrazo fuertemente.

Volvió a desarmarme por completo, no pude expresar palabra alguna, estaba emocionada y a la vez avergonzada por haber pensado durante un segundo que me engañaba y sólo buscaba burlarse de mí, no cabía duda que los celos nublaban la razón y jamás los había sentido con tanta fuerza, ni siquiera con María.

– Aunque, para serte sincera, me da gusto que esto haya pasado – exclamó y me di la vuelta para mirarla – porque así veo que sí que te importo.
– ¿Y todavía te atreves a dudarlo?
– No, pero me encanta confirmarlo, de todas formas no me gusta eso de que desconfíes de mí
– enfatizó y me dio otro beso.
– ¿De verdad no ibas a dejar que te besara?
– Por supuesto que no, te lo juro, Alba, entiendo tu desconfianza, pero si de algo debes estar segura es que jamás te engañaría, no tengo ninguna necesidad de hacerlo, vamos a comer anda.

Me alejó la silla para que me sentara y después se sentó frente a mí. Ambas pedimos ensalada y mientras nos las traían, Natalia me acariciaba una mano, entonces me sentí más tranquila, pero aun así le conté lo que Scott me había dicho de ella y volvió a reiterarme que no tenía por qué preocuparme, que no me negaba que sí había sido así, pero que ya había cambiado.

– Alba, ya ni siquiera tengo el móvil al que me llamabas.
– ¿Cómo que no lo tienes?
– pregunté sorprendida.
– Ese número era exclusivo para esas citas, pero ya lo tiré porque no tengo ninguna intención de seguir involucrada en eso.
– ¿En serio?
– Sí, encontré algo mucho mejor y sin buscarlo, llegaste tú y ahora todo es diferente
– agregó y me dio un beso en la mano – apunta el número – añadió y me lo dictó, pero no borré el otro, quería asegurarme que me decía la verdad.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora